La fotos de Caterina Galanzino son la alquimia perfecta entre equilibro y expresividad. Abrimos una ventana a su obra y conocemos a la artista detrás del lente. 

Por Nadia Sol Caramella

Una foto de Cartier Bresson sobre una cama apenas desordenada. Ambos objetos podrían estar ubicados en cualquier plano incluso gravitar sobre una nebulosa. De un momento a otro las palabras se acomodan y van tomando sentido. Pregunto a Caterina por sus influencias, ella responde: “tengo mis etapas, pero arriba de mi cama tengo una foto de Cartier Bresson". 


Caterina Galanzino vive en Lanús y aunque no viviera más en el barrio igual sería Caterina, la fotógrafa de Lanús,  porque toda  su joven obra remite, de una u otra manera, a esa ciudad. El contexto determina a los artistas, los forma en la mirada: “hace poco me dijeron que puedo irme a la Polinesia a sacar fotos y que siga pareciendo Lanús”. Los espacios son los habitamos al darle entidad con la mirada. Y eso es algo que Caterina tiene muy arraigado en su forma de hacer fotografía, cuando sale a buscar imágenes con historias se dice para si un mantra: “benditos los ojos que ven algo por primera vez”. Alguien que agradece a sus ojos por la facultad que se le fue otorgada tiene por lo menos el don de saberse afortunada, pero ese no es el único don de Caterina.


Según ella no sabe entablar charlas con las personas pero le encanta escuchar lo que los demás tienen para contar, entonces la fotografía se vuelve un hermoso vínculo que le permite conocer a los que la rodean: “no se relacionarme con la gente, en realidad me gusta que me cuenten cosas, me interesan las historias de todos pero no sé cómo pedirlo”. La mayoría de sus fotos van de retratos a postales punks de los lugares que encuentra en su cotidianidad, esa facultad de sorprenderse como si todo los viera por primera vez la convierte en una exploradora, pero de las más responsables al mostrar sus tesoros. A nivel compositivo: cuidando siempre las formas y las simetrías, los temas van tejiendo un relato personal como en una suerte de biografía ficcionalizada y estetizada por la fotografía como registro y soporte de esa narración. Todo eso la lleva por caminos estéticos de un nivel prometedor.


¿Qué pensás sobre la belleza? Reflexiona unos segundos y dice con palabras altisonantes: “es algo supremo digamos como el amor o la libertad. Todo el mundo se cuestiona qué es, nadie sabe. Pero todos la quieren. Intentan hacerla algo matemático”. Y como si escribiéramos este párrafo juntas lo borra y aclara: “para mi todas esas cosas que te dije son palabras que nos tiraron como bombitas para ponernos en la búsqueda eterna de algo que no existe”.  Cómo se buscará entonces la belleza en la fotografía si es algo que no existe, Caterina tiene su propio método: “me gusta que algo comunique y que a la vez haya un juego en la composición,  que estética y comunicación vayan de la mano, es lo más cerca a "bello" a lo que puedo llegar”, eso es incluso hasta lo más sincero que se puede esperar del arte. El trabajo entre comunicar y componer, sin pretensiones más que la de hacer, que la belleza sea una práctica, la de educar la mirada en la captura del instante, ni antes ni después porque como dice Bresson  no hay ninguna cosa en el mundo que no tenga su momento decisivo.



Para captar un momento y tomar esa fracción de tiempo en una foto, hay que ser capaz de saber contar historias en un pequeño recorte, donde la composición, el tema, la luces, las sombras coincidan equilibradamente. Eso se ve reflejado en los retratos de Caterina. La fotografía es una forma de vida, no puede estar desligada de las prácticas cotidianas, del propio hábitat. La mezcla entre la técnica y emoción hace a la imagen. Esta fotógrafa está construyendo una serie, incluso sin querer, en la que muestra la familiaridad que se crea entre quien retrata y lo retratado. La cercanía y la mirada humanizada es el vínculo que determina el tema y también la narrativa de la mayoría de sus fotos. Las miradas y los gestos de las personas retratadas son fuertes, no hay pose -algo difícil de conseguir  en tiempos de selfies y redes sociales- porque hay confianza. Estos personajes se vuelven eternos y sinceros. La foto surge con un fluir natural, no se ven composiciones forzadas en su obra. Sí es posible apreciar el intento y el juego que la lleva a probar una y otra vez. Se nota la necesidad de ensayar mil veces el acto de fotografiar.


Cada foto es la promesa de una siguiente, Caterina Galanzino tiene una web donde sube sus trabajos, ella nos ofrece el mundo con el que convive día a día, cada una de sus imágenes nos invitan a otra, incluso a aquella que todavía no fue tomada.


| Mas sobre Caterina Galanzino |

0 comentarios:

Publicar un comentario