A diez años del primer disco de la banda que vino a salvar al rock de
las garras de Godzilla y las multinacionales, homenajeamos su aparición como
eslabón fundamental de la escena independiente actual.
Por Nadia Sol Caramella
Él mató a un policía motorizado
es la banda de mi generación. De los que atravesamos los noventa, el dosmil y la
primera década post dosmil. De los que pasamos por el cassette, pero que
también tuvimos algún vinilo; de los que vimos morir al cassette para ver nacer
al cd, y todavía asistimos a su lento ocaso; de los que vivimos en la era de la
música digital, internet y la descarga gratuita. Los viejos amigos de My Space
que alguna vez le fuimos infieles con Bandcamp pero que todavía podemos
convivir con el universo trackeado de Soundcloud. Fuimos los hijos de Cromañon,
de la falopa de Duhalde, de los viajes intergalácticos del ex presidente Menem,
vimos morir en nuestras narices a Kosteki y Santillan como vimos cerrarse las
puertas de Cemento y descolgar el cuadro de Videla. Pero también somos la
generación que vio cómo se colaba desde la periferia de La Plata la banda que
vino a salvar al rock de las garras de
Godzilla, del sonido mainstream y los manejos de las multinacionales y
sus subsidiarias. Los vimos crecer desde la
independencia más personal, auténtica y artesanal, hasta verlos viajar
por Europa a festivales multitudinarios. Incluso compramos sus discos en versiones
extranjeras de puro fans que somos, y seguimos yendo a sus recis a encontrarnos
con un público cada vez más numeroso.
Ya se habló demasiado de que son
un ejemplo de la autogestión y del amor a la libertad del arte. Pero quizá no
se dijo cómo su presencia influenció en el desarrollo del arte independiente en
todas sus formas. Si hay un circuito es gracias a la construcción colectiva y Él mató es uno de los pilares fundamentales de la escena. Cómo no habrían de
ser la banda de mi generación. Si vinieron a decir lo que estábamos
esperando y que nadie había dicho por no saber cómo. Ellos lo hicieron
mediante una estética personal que nos remitía a una escena que estaba por
fuera del rock nacional normalizador y masivo. “En ese momento sentíamos que
era algo que faltaba, fue un poco lo que nos motivó a llevar a cabo la banda”,
asegura Santi Motorizado.
Tapa del compilado Hank: get dress for success |
Lo de ellos empezó allá por el
2002, algunos creen que la fecha de formación de la banda fue a mitad de ese
año. Y para el 2003 salió “Sábado”, la primera canción grabada y editada por la
formación original (todavía no había
arribado Chatran Chatran a los teclados) en Hank:
get dress for success, un compilado
producido por el fanzine Hank, una publicación de Federico Valenti, que
nucleaba toda la información de la escena musical de esos años en la ciudad de
La Plata. Una época muy productiva en que los miembros de las bandas mutaban de
formaciones y se influenciaban mutuamente: Ned Flanders, Aneurisma, Kevin, Los
Japón, Koyi Kabuto, Wendy Side, Mazinger, entre otras. En palabras de Javi Punga: “La Plata era un
gran laboratorio donde estábamos tocando todos con todos, mezclándonos,
influenciándonos y de todas esas variantes surgió una que dio el salto y eso se
dio por la conjunción a nivel humano”.
En 2003 sale Tormenta Roja, el
primer single de los motorizados. Alejandro Almada, manager de El mató, nos
contó que el primer tema que escuchó de la banda fue el que le dio el nombre al
Ep: “Tormenta roja sonaba cuando entrabas a la página. Me linkeo con
Psychocandy en una época que la cumbia villera estaba a full. La gráfica de la
página era muy linda onda la revista Egotrip de 1998, pero Chango no la
conocía.” Esa canción junto con Diamante lo conmovió a tal punto que se unió a la troupe motorizada y
permanece en el equipo hasta el día de hoy.
Por aquellos años, adentrarse al
mundo de Él mató implicaba estar preparado para el despojo y la simpleza. Los
caracterizaba un sonido lo-fi, canciones minimalistas con mucha carga de
guitarras, como las de Pixies, Weezer o Ramones. Esa estética se veía reflejada
en el diseño de la página web y en los primeros afiches. El concepto de la
banda fue una comunión tanto musical como visual, algo que a lo largo de los
años continuó evolucionando: cada flyer de Él mató pertenece a una serie y a un
concepto, una nueva forma de consumir artes visuales pero a través de la lógica
de una producción más pop y funcional. Cada afiche es una pequeña
obra y a la vez un hecho comunicacional.
“Tocábamos en Remember, un sótano
en calle Corrientes, para 80 personas. Hoy a la distancia me parece más loco
todavía. Organizábamos fechas en Capital,
iban muchos curiosos sin hacer casi promoción, las redes sociales no
eran lo que son ahora y la escena en general no existía. Ahora existen ciclos,
fiestas, el Festipulenta”, reflexiona Santi. Repensar diez años no es poca
cosa. En los primeros días Él mató coexistía con bandas de la escena anterior,
la alternativa de los 90: El otro Yo, Los Álamos, Doris. Aunque eran de otro palo, uno de los primeros en acercarse a los platenses fue Cristian
Aldana, que los invitó tocar en Cemento y les dio una mano con la UMI.
En 2004 por fin llega el primer
disco, su álbum homónimo. Cuatro pequeñas imágenes, tres de tinte rojo y otra
en negro formando un cuadrado tirado a un costado en el plano, y arriba, en letra imprenta mayúscula, el
nombre del disco y la banda, todo volcado minuciosamente sobre fondo blanco. Un
diseño simple pero efectivo y equilibrado. A simple vista pareciera regir la
armonía, pero si uno se detiene en los motivos de las imágenes aparecen las
distintas etapas de un edificio a punto de ser destruido. Cuatro momentos de
una misma secuencia, el estado de calma, la transición y la destrucción final.
Lo que traduce el ánimo del disco con bastante maestría sin necesidad de
recursos pomposos. Lo mejor de El mató, la simpleza. Lo mejor del disco, la
solidez de las canciones, no solo por su valor musical sino por su valor
simbólico. El disco El mato a un policía
motorizado es la piedra fundacional de mi generación, el disco que seguro
te llevarías a una isla desierta. Él mató logró sintetizar un ruido, una
sensación que estaba en el aire. Y no hay vuelta atrás. Este álbum que hoy
cumple diez años de existencia es nuestro “ladrillo generacional”: dos
palabras hermosas que se las escuché a Naue Ugazio, un colega
y compañero de recis. Esa sensación también la vivenciaron músicos como Javi
Punga, con quien venían compartiendo escenarios: “Sentí que había nacido la
banda que estaba esperando escuchar y lo escuchaba en repeat y hablaba de ellos
y estaba re fanatizado... y pensé lo mismo que ahora: son los nuevos redondos”.
Viajando atrás en el tiempo, me
remito a un fanzine de diciembre de 1998, donde Martín Suárez escribió: “El
punk se masificó, a pesar de lo anti FM que era ¿Qué está pasando por ahí
abajo? Algunos productores se devanan los sesos para llenar el bar Chacal con
100 personas, con bandas capitalinas con mucha prensa, mientras Aneurisma y Ned
Flanders los superan en convocatoria en una fecha casi sin publicidad. Eso es
lo que está pasando.(…) ¡EL ROCK ESTÁ MUERTO! ¡LA MÚSICA DEBE VOLVER A SER
ARTE! ¡NO MÁS ESTRELLITAS DE ROCK! ¡YA NO DIVIERTEN, VAYANSE! ¡SONIDOS AUTENTICOS
SIN POSES! ¡LARGA VIDA A LA NUEVA ESCUELA!”. Y así como lo retrató Suarez en
estas potentes palabras que parecen todo un manifiesto vanguardista, las bandas
que nacieron tras la disolución de Ned Flanders y Aneurisma (Javi Punga, El
mató a un policía motorizado, Valentín y Los Volcanes, 107 faunos) siguieron al
pie de la letra ese pacto generacional de finales de los noventa. Diez años
después siguen produciendo un sonido auténtico y sin poses: “Me gusta mucho que
el Chango use ojotas y bermuda para tocar, porque es una respuesta muy simbólica
al exponente del chico del rock de hoy, vestido con ropa cara que no cree en el
just do it, me parece muy punk”, comentó al respecto Alejandro Schuster de Viva
Elástico.
Este camino que los llevó a
alejarse de los roqueros poser provocó una gran adhesión en el público, que
para el 2007 había crecido considerablemente. Uno de los recitales más
recordado fue el de La Torre de los Ingleses, en la Noche de los museos. Algunos
aseguran que esa fue la noche de la consagración de la banda y su paso a la
primera liga del rock nacional. Una horda de jóvenes vestidos con zapatillas de
lona derribó una valla para ver a la banda del momento. Ese reci épico hizo
que varios periodistas se pregunten por
la condición de clase de este Indie que nació en las afueras de La Plata.
Algunos con muy buenas intenciones o incluso por necesitad de poner en palabras
a este fenómeno que ya se perfilaba como algo que daría que hablar en el futuro;
entonces apelaron al tag y hablaron de “Indie Cabeza” para referirse a las
bandas del Sello Laptra. Siete años
después tal vez se pueda reflexionar sobre lo que el término significó. En este
sentido Santi aclara: “Se enfrentaba al 'indie cabeza' contra otro Indie. Había
una tabla comparativa entre Él mató y Jaime sin tierra, como una especie de
Boca-River innecesario. A mí me gusta Jaime sin tierra”. En ese paradigma
impuesto, algunos hablaron de “Civilización” para referirse al indie de la
escena Ultrapop y otros a la "Barbarie" para definir a Laptra. Por suerte, ese
racismo ingenuo o colateral se vio
mitigado por los triunfos de las bandas de Laptra, que no se
definían a sí mismos por ser cabezas. Los rótulos a veces empañan la realidad,
desdibujan lo importante: las búsquedas personales de cada artista. Lo mejor
fue la síntesis: si había algo que decir de la bandas de Laptra es que
revindicaban la amistad. Laptra es un Sello de amigos que se criaron juntos
desde los primeros años de la adolescencia: “A mí me gustan Los Strokes que son
re chetos y son unos genios. Obvio que si fueran como yo tendrían un plus de
empatía de mi parte, como me pasa con Los Ramones por ejemplo, pero no levanto
la bandera de eso, de ser cabeza, de ser de barrio, es una bandera vacía”,
afirma Santiago. En todo caso hay otras banderas que levantar: la de la
amistad, la independencia y el asumir lo que eso implica. Como dice Alejandro
Almada: “Lo de Él mató fue loco porque al querer ser independientes nos metimos
en aventuras. Era un Indie genuino y triunfó el bien”.
A unas horas del festejo por los
diez años del Sello, nos reuniremos a alimentar el fuego que hemos construido.
No hay nada más que hablar: somos la generación que vio Duro de Matar 1, 2, 3,
4, 5 y 6; tal vez lleguemos a ver el día en que John Mc Clane se cante unos
temas de Él mató. Y sea como cuando John viaja por primera vez en limusina y se
sienta adelante: la misma sensación de novedad y el mismo sentido del humor
para ver lo que está por venir. Hoy es nuestro día y no termina.
4 comentarios:
Ya viste la 6 de Duro de Matar? que adelantada...exageraste toda la nota, no exageres hasta en cuántas Duro de Matar hay
jajaja bueno, la están filmando.
Excelente.
Gracias Santi :)
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