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Vin Zzep



Mi vieja todavía no tiene casa.

No es que viva en la calle
es que todavía no es dueña de ninguna de esas propiedades
que la gente llena de cosas inútiles
y les dice hogar.

Mi vieja alquila
y putea cada día de su vida
porque siente que tira la plata
que la desperdicia
que la regala.

Mi vieja estuvo averiguando
si el gobierno no le regala una casa
o al menos
le da un terreno
pero no tiene suerte con eso.

Mi vieja se muda cada dos o tres años.
A veces consigue casas lindas por poca guita
otras consigue casas que se caen a pedazos por poca guita
y a veces no consigue casa
y para en lo de alguna amiga.

Mi vieja sueña con su casa.
Creo que es lo único que la mantiene viva.
Cuando nos vemos me cuenta de dónde sería lindo vivir
de cómo organizaría los muebles
de cortinas hermosas cubriendo ventanales enormes
de ambientes cómodos
de patios y flores y techos de tejas.    

Yo una vez escribí una novela
para mandarla a un concurso
que tenía como primer premio 50.000 pesos.
Me parecía que con eso le alcanzaría para cumplir
su sueño.
Pero la novela estaba muy mal escrita y no gané ni una mención.

Mi vieja sigue anhelando su casa.
Y yo lo único que pude hacer por eso es escribir un poema.
La poesía no sirve para nada.


Larga distancia. 

La vez que vi 
cómo mi padrastro
arrastraba a mi vieja por el piso 
y yo sabía 
que había un arma en la mesita de luz de él.

La vez que estábamos en un bar
con la cerveza a punto de terminarse
y en la vereda de enfrente 
se peleaba una pareja
a los gritos
y todos nos quedamos en silencio
porque sabíamos que detrás de todo ese ruido
se venía algo peor. 

Ese martes 
que mi vieja se distrajo
y yo me distraje 
y de golpe no la vi mas
sin saber adónde ir, me senté a llorar
preguntándome
¿dónde            mierda                  vivo?

Las noches en las que sentimos algo
y nos despertamos como si el colchón nos quemara
y los dos decimos a la vez
¿qué fue eso?
nos miramos sin encontrar respuesta
pero sabiendo que cuando el sol saliera nos íbamos a enterar
de alguna muerte
y entonces pensaríamos y lo diríamos a la cena
“qué groso sería estar lejos de todos
estos forros de mierda
que nos quitan el sueño”.



[Sobre el autor]

Walter Lezcano nació en Goya, Corrientes, en 1979. Es docente y periodista freelance. Colabora en Tiempo Argentino, Ni a palos (suplemento joven del diario Miradas al Sur), Brando, Rolling Stone, Revista Ñ, Eterna cadencia y Crisis.
También es editor en Editorial Mancha de Aceite, la primera editorial de San Francisco Solano.
En ficción publicó Los mantenidos (Funesiana, 2011) y Tirando los perros (Gigante, 2012).
Tuitea todos los días como @lezcanowalter. 


1 comentarios:

marianarias dijo...

un poco más de lezcano, porfavor.

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