La persistencia de las últimas cosas, la creación de Juan Ignacio Crespo, nos enfrenta a los efectos de toda ruptura, pero especialmente cuando se da entre dos, el amor roto se revela como campo de batalla donde los recuerdos compartidos tienden a morir, pero algunas obsesiones insisten en quedarse. 

por Victoria Armada

En una habitación, el escenario mental de un rompimiento. Federico busca argumentos que expliquen el fin de la relación con su novio, también Federico. Poker, cigarillos, drogas y un arma conforman el caos que dejó este relación que ya fue. En todo momento, el arma busca un interlocutor. Federico (Martín Perez), ¿quiere matar a Federico (Pablo Fetis) o quiere matarse él?

La estética pulp, tarantinesca que construye Juan Ignacio Crespo (dramaturgia y dirección), recuerda que el amor es un campo de batalla. La pérdida del objeto de deseo corrompe la estabilidad emocional y desata un conflicto donde el amor y la muerte, son casi lo mismo.


La dupla presencia – ausencia, es el eje rector de La persistencia... Un tercer personaje actúa como catalizador, una mujer sensual (Mara Teit) hace las veces de confidente o de amante. Pero hay una ambigüedad constante en su presencia. Por momentos pareciera ser el alter ego de Federico (Pérez),  el personaje principal del juego teatral de su proyección.

La palabra trata de explicar lo que ya no está. De esa manera, se puede revivir la historia una y mil veces, y se combate la nulidad total que deja la pérdida. La persistencia en la reconstrucción es una forma de encontrar sentido a lo que pasó.

En la obsesión está la búsqueda de un culpable, una justificación concreta donde recaigan todos los males. Federico juega con la idea de la eliminación total, el fin del cuerpo es el fin del pasado. O quizás no. El dedo incisivo del recuerdo no se compromete con ninguna imagen: ¿Se conocieron en el húmedo paraíso de una playa, con música de violines de fondo? ¿O es la nostalgia que tiñe todo con un manto de romanticismo? La transacción fue más bien concreta: Una parada de colectivo, un acento chileno, unas ganas terribles...

El texto corroe al espectador por su acidez y cumple con la intención catártica del teatro. ¿Quién no ha pasado por los mismos cuestionamientos? Pero a diferencia de muchas historias de amor retratadas en la literatura universal, Crespo extiende los límites del final (condensado en un final feliz/infeliz) hacia el sutil empoderamiento de la manía por encontrar la verdad. Trabaja con la misma lógica estructural de la ruptura, la ambivalencia entre el momento vivido (el presente radicalizado, en la sala teatral) y la obsesión por el pasado. El diseño de luces (Román Tanoni) marca algunos cortes temporales pero los recuerdos se entremezclan en un mismo relato, fragmentario y atonal.

La utilización de la ruleta rusa como metáfora es astuta. La pulsión de amor/muerte se resume en ese momento cúlmine. La ruleta funciona como herramienta de expresión, de desembuche total. La posible muerte obliga a ser transparente.  Es que cuando las últimas cosas persisten, no hay droga que anule la angustia.

El timing es clave en La persistencia...Los personajes maniobran con facilidad la velocidad, ritmo y las pausas del humor inglés. Es en el malestar donde el sarcasmo tiene más fuerza, y el espectador recuerda esa risa que negocia hipócritamente con las lágrimas.

Lejos de todo sentimentalismo dramático, se opta por una puesta que parte de la perplejidad y llega a cuerpos que accionan con violencia. Una violencia intuitiva, no planeada.
Hay algo de ejercicio teatral en la construcción del relato, como si el relato se fuera construyendo en ese mismo momento.

La persistencia... logra una crónica sobre las rupturas sin caer en lugares comunes, encuentra la salida irónica a lo que son los finales en verdad: piezas que se fuerzan en encajar, rompecabezas mal armados.

[ funciones ]

VERA VERA TEATRO
Vera 108
Entrada $70,00 – Sábados -  23:00 - Hasta el 13/09/14


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