Presentamos a Eugenia Sasso, una música porteña que toma riesgos en el territorio de la canción. Voz migrante, camaleónica, abandona la pura autorreferencia y se anima a exhibir las tensiones entre hablar y ser habladxs.


Por Sofi Alvarez






Hay músicas que desde el comienzo parecen micro-declaraciones, manifiestos susurrados de una intimidad. La canción se lanza, en ocasiones, como una jabalina que va a clavarse certera, quién sabe en qué parte de otros cuerpos. Una voz, una guitarra y dos o tres minutos (el tiempo de la música no debería tener unidad de medida) suelen ser todo lo que hace falta. Y, también, el silencio posterior, ahí donde se respira profundo pero entrecortado, y sobrevienen las preguntas. Así se siente escuchar a Eugenia Sasso, compositora, cantante y guitarrista porteña, que ya cuenta con dos materiales discográficos en formato de guitarra y voz: Alma Sabe (2017) y Luz incierta de las horas anhelantes (2021). 

Pero decir “una voz” en este caso sería sin dudas impreciso y reduccionista: quizás ayude la palabra “personajes”, quizás sea aún mejor “congregación”, “asamblea permanente”. Al respecto, y en conversación con EI, Eugenia señala: “Me resulta muy inspirador el teatro. En el teatro las distintas partes del artificio (texto, actuación, iluminación, sonido, etc.) están muy relacionadas entre sí, se afectan mutuamente, nada es accesorio”. Sus composiciones no solo escapan de lo unívoco, también acentúan y alertan sobre las fisuras que se esconden detrás de todo discurso de autoridad. Como si la solidez de la figura de la cantora con su guitarra mostrara sus costuras, y se volviera a su vez una lengua bífida, ventrílocua. Como si esas voces que conviven (o discuten) fueran una especie de orquesta que anuncia, por efecto de contraste, el lado más duro de la soledad. 

        Hay destellos de un sentimiento punk en su toque de guitarra clásica, con disonancias que sugieren que algo siempre está roto, frente a la ingenuidad de un mundo que se presupone armónico. En “ilusión”, por ejemplo, “la ropa se achica / los libros no vuelven / las flores se secan / las sumas pueden dar error”. No es precisamente cómodo escuchar a Eugenia, porque en su música nunca está “todo bien”: la canción se despliega como una sonrisa que se deforma y se falsea a medida que intenta sostenerse, rígida, esperando una foto que no llega. 

      El lenguaje sonoro, en ese sentido, se anima a decir con tenacidad lo que las palabras no pueden. Melodías que son voces migrantes, infiltradas, que saben ironizar y hasta parasitar con astucia otros discursos de sujetos repudiables: “calladita”, por ejemplo, lleva al límite este movimiento, con una letra que deja la piel erizada: “calladita / bien quietita / no te alteres / no exageres / relajate, entregate”. Sasso sabe moverse en el vaivén peligroso entre hablar y ser habladxs, busca alternativas para tomar las riendas de la primera persona: “Me molesta qué tipo de discurso toma la autorreferencia: en mi caso, quisiera evitar reproducir esa bajada de línea tan actual de autosuperación y autoayuda, de bienestar individual a toda costa. No coincido para nada con esa forma de pensarnos, y siento que la primera persona en las canciones entra ahí muy fácil. Estén las letras en primera persona o no, entender que son ficciones me permite jugar mucho más”.



| Acerca de la artista |


Eugenia Sasso: compositora, guitarrista y cantante nacida en Buenos Aires. Publicó un primer álbum solista de canciones propias titulado Alma sabe (2017). En marzo presentó Luz incierta de las horas anhelantes (2021), su segundo disco solista de canciones propias, concebidas e interpretadas con guitarra y voz, realizado con el apoyo de la Beca Creación 2018 del Fondo Nacional de las Artes. Su propuesta parte de concebir la canción como una obra integral, en la cual la sonoridad de la guitarra criolla, la voz y la letra están puestas al servicio de una búsqueda poética personal.

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