A las 13:13 de un viernes, Guadalupe Arriegue recibe el mensaje para dar comienzo a esta entrevista. Responde un audio cantando, su letra improvisada dice que el horario la hace pensar en la transformación, el movimiento, y el cambio.


Por Mora Vitali





M.V. ¿Cómo encarás la producción de tus obras?


G.A.: El proceso creativo tiene que ver mucho con la carta de la muerte y la transformación, posterior a la transmutación. El arte, cambiar de vasijas, trasvasar como un fluído lo vibrante, lo creativo. Mi proceso es mucho con otres, compartir, dialogar. Escuchar nuevas formas de pensar y sentir, una forma nueva de existir. Estoy en un momento de mucho cambio. Hay cosas de mis fotos que empecé a cantar, algo de la materia, partícula elemental. 


M.V. Viajar liviana es un deseo muy importante, hay algo de lo leve en la poesía.



G.A.: Ir liviana y trashumante es casi una obligación que me impuso la vida, y estoy aprendiendo, me estoy transformando. Supongo que todes todo el tiempo, creo que se trata de eso todo: el arte, la vida. Estar atenta, escuchar, prestar atención, vivir aprendiendo y jugando en serio. 


M.V. Existen cambios sutiles, cosas que se asientan, de maneras casi imperceptibles, pero fundamentales.



G.A.: El proceso. La obra es lo que pasa entre la idea y la forma en que se publica, como la obra de una casa. Mi proyecto de vida es armar un observatorio, estoy en esa. Todavía no se donde tendrá otra forma, ahora está en Ballester en mi terraza. Me gustaría tener mejor cielo, pero mientras miro y aprendo el que tengo.





M.V. Contame por favor de los astros


G.A.: Es loco esto del cielo. El cénit y el horizonte los llevas con vos a donde vayas. Entré en astronomía en el 2016 con los talleres del planetario, eran un viaje, y yo venía trabajando con fotos microscópicas de cuerpos y cuando vi las astronómicas vi que era todo lo mismo y no paré nunca más. Creo que lo que más me interesa, en resumidas y amplias cuentas, es el movimiento o el ciclo de los cuerpos en el tiempo y el espacio, por eso la botánica, y la alquimia, y los movimientos astronómicos, mucha observación y aprendizaje de cosmovisiones de pueblos ancestrales. Eso sería lo que está en mi mesa de trabajo. 


M.V. ¿Cómo haces para sostener esta flexibilidad conceptual después de la vida académica? Hay mucho esfuerzo por separar las aguas, desde poesía-prosa, literatura-arte, arte-vida y esos esfuerzos taxonómicos estancan bastante.



G.A.: Desarmo mucho la escritura todo el tiempo. Tengo algunos textos escritos, manifiestos deformes que no tienen claro a dónde se dirigen, cuál es la intención que tienen, los junto y desparramo. Mientras hice vida académica hice un taller con Alejandro López, y sigo, desde 2006. Fue mi primer curador también, es un brujo. Me sigue enseñando tanto. Ahora en la escritura, estoy haciendo una novela hace unos años y para mi es un gran desafío, pues poeta. Ale presta mucha atención a la gimnasia, al entrenamiento, y las reglas de juego.

M.V. ¿Cómo es para vos la atención? El proceso de observar, de absorber. ¿Se aprende a prestar atención?


G.A.: Sí. Gimnasia y entrenamiento, como el kung fu. Todo se aprende. Yo soy una esponja también, tengo que esforzarme para que no se me peguen los acentos de las personas. Creo que es clave el placer, conectar desde el deseo. Es lo que más le agradezco al feminismo de todas las cosas que me dio, el placer de sentir el aire en la boca, cambiarlo de vibración. 

M.V. Hay algo del autorretrato que pasa por ahí, y de la performance.


G.A.: Siempre vi la performance como algo lejano y a descubrir, hasta que este año hice una  residencia con Paula Herrera Nobile, a quien admiro, y que trabaja con la palabra y lo escénico. Nunca había ido ni a una clase de actuación, e hicimos ejercicios de improvisación. Yo era más nerd detrás de cámara… Pero después en la carrera de Letras armábamos recitales de poesía, y leía en vivo haciendo performances. Yo leía los poemarios en recitales en el Bajo Flores, era un exorcismo de Puan para mí. La facultad me enseñó tanto. 

El error y mejor, la errancia, son parte de mi poética. Estoy haciendo hace años un conjunto de poesías visuales basadas en actos fallidos, y son hermosas. El manifiesto dice: dejame errar dice el actor adentro mío. Aprendí que el teatro es un ritual, y hay mucho de ritual en lo que hago.




M.V. ¿Sos de saber cuándo está terminado algo?  O podrías seguir trabajando para siempre sobre una misma pieza?


G.A.: Segunda opción. Como todo tiene la misma fuente, siempre es moldeable en un lenguaje nuevo, pero hay algunas cosas que ya dejé atrás. Mi primer poemario, Catequesis, fue solo eso. Un libro de artista con poemas y fotos, y no lo seguí, aunque tal vez esté siempre trabajando la misma materia con distintos nombres.

M.V. Contame de alguna obra que ames mucho


G.A.: El pan caliente son las Constelaciones Oscuras. No las fotografié bien montadas aun. Es un mural hecho de astrofotos de cielos latinoamericanos, que muestra constelaciones de pueblos originarios. Está todo en proceso de formación, vamos a ver cómo se porta. Sale a la cancha primero el cielo guaraní, y estoy escribiendo sobre eso. En la constelación andina se ve un animal de cuatro patas, corriendo en un bosque de chañar. Yo veo una yegua, obvio. 

Lo estoy pegando con mis calendarios lunares y algunas cosas que empecé a pintar. Me fui de nuevo al grabado. Salí de la foto digital en los cielos por recomendación de un imprentero sabio de NYC que me aconsejó. Ahora estoy jugando con el aerosol, y entré en una residencia de grabado por su culpa, vamos a ver qué sale. El material sensible del cielo estaba pidiendo otras técnicas de impresión de imagen. 

Mi baby que me acompaña y todavía no mostré siempre se está transformando. Lo empecé en 2013. Se llama Expiación y es un codex. Tiene foto digital, grabado, antotipia, manuscrito, ilustración, y otras yerbas. 





M.V. ¿Y de los trabajos que tenés en circulación?


En el orden de las piezas terminadas, está el fotopoemario Revuelta, y un díptico que funciona como su satélite o epílogo. Está impreso en risografía a dos tintas y cada una es una hoja A3, y tiene una foto y un poema: Los cantos de Omar. El laburo entero es de elaboración de 2008 a 2018, y esta obra la hice en colaboración con Maga Fumagalli. Hay una referencia a la poesía de vanguardia latinoamericana, y los caligramas de Apollinaire. Revuelta es un canto épico tipo Maldoror o Altazor de Huidobro, pero con dos pibas y hecho cumbia. Texto y fotos surgieron de la imposibilidad de recuperar las fotos de un verano mágico y místico de aprendizaje. Se borró la memoria con los rayos x, eran mis primeras fotos de cámara digital reflex, y decidí volver con la analógica y reinventarlas. 





M.V. Contame una clave de la vida.


G.A.: No hay una sola respuesta correcta. Tarde mucho para descubrir eso, tuve que leer un montón para darme cuenta que lo importante era poder elegir. Trabajo mucho esta idea en Multiverso, una obra que estoy por elaborar en formato libro. Por ahora es formato A4, dos cuadernillos que se juntan en el medio, como un mazo que se mezcla, porque yo buscaba algo más desplegable después de la residencia de performance, y pensando en el concepto de rizoma. 


Con el trabajo de los cielos trabajo mucho en el tiempo, mis titulares próximos son: 


El tiempo es nuestro.


El futuro es ancestral.


| Seleccion de obras de la serie Multiverso








| Acerca de la artista |

Guadalupe Arriegue nació en Buenos Aires, en 1986. Es licenciada en Letras, poeta, fotógrafa e investigadora. Realizó exposiciones individuales en Argentina y España. Participó en diversos festivales, congresos, seminarios y talleres internacionales. Realiza curadurías, publica ensayos en revistas de arte y asesora archivos patrimoniales y bibliotecas. En la actualidad trabaja en un proyecto de arte y astronomía con cielos y mitos latinoamericanos, visitas a observatorios y trabajo de campo en sitios arqueológicos.



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