Crónica de la primera ANTI-FIL 2016, llevada a cabo del 13 al 17 de julio, en Lima, Perú
por Fernando Bogado

Circularidad y flujo. Eso, al menos,
fue el punto de partida de la conferencia que di en el auditorio de la
Asociación Guadalupana, espacio usado por los organizadores de la Anti FIL para
hacer lecturas, charlas y presentaciones de libros. Totalmente teñido de la
lectura de algunos libros de Boris Groys, empecé a poner en discusión, en esa
breve charla, el problema de la obra en relación a este tipo de contextos de
producción: como cara opuesta al así llamado “fin del libro”, la pregunta
lícita apuntaba a entender la manera en la que el libro todavía sigue siendo un
objeto imprescindible, si se quiere, de “captura de flujo”, en una producción
que siempre tiende al movimiento y a su momentánea detención en un particular,
desde una lectura hasta una plaqueta. Minutos antes, un colectivo más pegado a
la publicación de fanzines -los cuales tenían sus puestos en el tercer piso-
reclamaban un posicionamiento de la Anti FIL con respecto a la FIL, la cual
comenzaba el 15 de julio. Denunciaba, en algún sentido, que muchos de los
participantes del actual evento iban a tener luego su puesto en la Feria
oficial. “Anti es Anti”, reclamaba uno de sus voceros por el micrófono. Me
permití disentir. En ese momento en particular, la única lectura posible era la
del posicionamiento, funcionando casi hasta como un deber ético: o se está con
una o se está con la otra. Sin embargo, me parece que ese es un
pseudo-problema. La Anti FIL no competía, no compite con el “mercado” de la
FIL, no es una disputa de lectores o de propuestas, todo lo contrario: la Anti
FIL crea su mercado, crea su lector, está proponiendo algo nuevo, casi en el
mismo sentido en el que la FLIA de Argentina comenzó como una manifestación en
contra de la Feria del Libro y después se propuso como un espacio diferente,
propio. Y si hay una lucha hegemónica posible es la de la persuasión, no la del
choque: crear nuevos lectores es también establecer las bases de una literatura
por venir.
¿Y dónde está lo que se escribe
ahora? En el patio de la Asociación se dispusieron los puestos de las
editoriales, librerías y proyectos que participaron activamente en la Anti FIL.
Desde las librerías “La Libre” de Barranco o “El Virrey”, ubicada a pocos
metros de la Plaza de Armas; hasta proyectos tan interesantes como la revista ExtraMuros, dirigida por jóvenes de la
Pontificia Universidad Católica de Perú, como Gustavo Lobatón y Sebastián Mora.
Durante las tardes, solía pasar un rato charlando con ellos, previamente al
café con pan con queso que tomaba en el barcito del patio acompañado de Juli án, un amigo del barrio que decidió
seguirme en este encantador viaje. Gustavo y Sebastián tenían una lectura de
los hechos sorprendente para sus tempranos años: desde la coyuntura política
hasta el verdadero objetivo de estas movidas, que era y es discutir la
administración de la Cámara Peruana del Libro, todo cabía en el espacio de una
sola charla en donde cualquiera con dos o tres ideas más o menos coherentes
podía entender las observaciones vertidas. Gustavo y Sebastián también vendían
libros de los organizadores, como Exilium
de Franco Osorio Paredes, uno de esos tipos que es necesario tener en cualquier
evento, alguien predispuesto y bien orientado. Franco tiene en esta publicación
un manual de resistencia, que bien puede entenderse en poemas como “Anti-Todo”
o “Diálogo post mortem con Vallejo”, en donde leemos: “César en la tumba tuya / millones de latidos anidan”. No puede
menos que conmoverme leer algo así sobre el poeta latinoamericano más
importante, el cholito que viene de esta misma geografía y que pasó errático
por tantas cosas. Cuando los chicos me preguntan por poetas peruanos, o sin que
lo hagan, yo cito a Vallejo. Me pasa, qué le vamos a hacer.

Del escenario principal, el que se
encontraba frente al patio con las mesas de las editoriales, tengo presente
haber escuchado a un joven que rapeaba en quechua. Un alto punto de la Anti FIL
fue ese, abrirse a la posibilidad de encontrar formas de producción que
combinen el mundo andino y metropolitano, tan dispares en el día a día limeño.
Lo mismo se traduce en la obra de sus poetas más consagrados, como Domingo de
Ramos, quien discutió con vehemencia al Borges poeta y resaltaba que él, sobre
todo él, no leía narrativa. La última noche, en el cumpleaños de otro poeta
peruano, en esa misma noche en que habíamos destronado de cervezas a un bar de
Barranco escuchando a Charly García y a los Caifanes y a The Strokes, esa noche
de Efraín y el ayni, Domingo de Ramos mantuvo una discusión muy fuerte con un
poeta ecuatoriano reclamando que en ese mundo literario no había buenos poetas.
Domingo estaba en todos los eventos, siempre el primero en armar la
conversación, el primero en tomar, el primero en recitar algún que otro poema,
atento, joven. Hay algo de su poesía que Domingo viste como si fuera un traje,
digo, algo que saca a desfilar. No para nada escribe en “NN”, poema de su libro
Pequeña reunión (1987-2012): “Hoy viernes he salido de casa / compré lo necesario
/alquilé un traje / para estar / lejos del individuo de los días anteriores”.
La Anti FIL se presentó con la
honestidad de lo que es diferente: a cada momento uno sabía que algo iba a
pasar, y cualquiera que estuviese por esos días en Lima sabía que ese era el
punto que había que visitar, porque las cosas pasaban, desacartonadas, y no
había modo de registrar cada uno de los hechos, como un remolino creativo, ese
mismo caos que discutieron Epicuro y Demócrito para hablar del supuesto origen
de todas las cosas. A diferencia de otros eventos, lo juvenil en la Anti FIL
resaltó por su frescura y no por la desorganización, la cual suele primar en
los eventos autogestivos: con mucho esfuerzo, estos poetas y artistas,
organizados en asambleas, llevaron adelante una verdadera “gesta” artística,
logrando una repercusión increíble y movilizando al ámbito artístico limeño,
peruano y me atrevo a decir, ahora sí, sudamericano. Con varios eventos por
venir, desde recitales hasta slams, desde visitas a puntos geográficos
supuestamente olvidados por la política peruana hasta encuentros puntuales en
el corazón metropolitano, los organizadores de la Anti FIL dieron el primer
puntapié a un programa artístico que pone en evidencia los derroteros actuales
del mundo latinoamericano. O sea, hacer las cosas por nuestra cuenta, bien,
siguiendo el único camino que vale la pena: el que nosotros mismos nos
imponemos.
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