Con el calor, brota lo que yacía oculto, el deseo se vuelve necesidad. La heladera rota, una prima enferma y una noche con  invitados importantes. El hambre muerde en Las hambrientas, la obra de Pablo Iglesias.

Por Malena Saito

Una familia venida a menos, compuesta por un hermano borracho que quiere triunfar en la capital, una hermana con fama de bruja que desea formar otra familia y una prima lejana que ama desesperadamente y tiene mucha hambre, quiere salir adelante.

Hay un primer plan que fracasa, pero pronto la hermana orquesta otro, parece que esa noche van a salvarse. Finalmente se terminará su padecer, el calor, el hambre y las moscas. Pero primero hay que preparar la cena.

En clave de grotesco y conjugando a la perfección el mundo del campo y sus lugares comunes con el del arte contemporáneo y sus discusiones y clichés, Iglesias, se vale de está historia plagada de tensión e intriga para exponer no solo el desborde de las pasiones, las necesidades, ambiciones y la inercia propia del ser humano sino también a las actuales formas de circulación, legitimación y consumo del mercado artístico y la escena actual.

Este procedimiento del distanciamiento sirve para invitarnos a reflexionar sobre el rol del artista, el cuerpo “perfecto”/ “enfermo” como valor social disociado de lo real,  los límites morales del productor y del consumidor de las obra, entre otras cosas.

El autor y director construye además de un texto muy rico, repleto de guiños, un ritmo interesante y un formato de puesta en escena atractivo que suma a la fusión entre estos dos tópicos tan aparentemente lejanos.

La interpretación de la mano de Valeria Actis, Camila Palacios y Martín Rey no deja nada que desear y hasta encandila.

La obra está en cartel hace varios meses y sigue a sala llena, haciendo carne aquello de lo que habla. En suma, recomendada.

| Funciones |
Buenavía Teatro Estudio
Sábados 22hs
Entrada $100

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