por Ariel Bermani
Autora
de dos libros difíciles de clasificar, Gabi Luzzi es escritora y editora. Su
trabajo con textos propios y con textos ajenos, así como su obra inédita y el
resto de sus proyectos literarios, ese conjunto amplio y variado de materiales,
empieza a constituir su obra. Empieza a constituir, digo, porque la obra de
Gabi Luzzi es reciente. Es una autora nueva, que asoma en el panorama literario
argentino con una nouvelle editada por Eloísa Cartonera, Garfunkel -2014-, un libro de poemas editado por Vox, Liebre -2015-, y con su propio sello,
Paisanita Editora, cuyos primeros títulos son de 2014, los dos primeros, y de
2015, el tercero.
La
elección de una editorial para publicar, ya es, de por sí, una apuesta estética,
y, por qué no, política. Eloísa Cartonera, Vox, Paisanita: sellos que se mueven
al margen y en los márgenes. Ocupan una grieta de esa sólida construcción que
es el sistema literario nacional. Un rinconcito. Una zona poco visible. Y, al
mismo tiempo, no por poco visible, poco significativa. Al contrario. Lo nuevo
crece en esos márgenes y ahí está Gabi Luzzi, junto con otro puñado de autores
que van ocupando espacios y empiezan a ser leídos.
Liebre es un libro casi artesanal. No sólo por el formato: se
trata de una plaqueta, delicada, de colores suaves, con tapas hechas a mano y
con un dibujo original, que se puede extraer; sino, también, por el aspecto y
la constitución de los poemas. Está dividido en cuatro zonas: “Bombones que van
sobre papelitos”, “Liebre”, “Ciudad”, “Corcovado Sur” y “Sin distinguirlo”. Cada
nueva zona incluye una variante, en relación a la zona anterior. Vamos pasando de poemas breves, donde prevalece el
relato, a poemas narrativos y, otra vez, poemas breves, pero, más bien, objetivistas,
o abstractos.
En
casi 40 páginas aparecen padres, hermanos, vecinos y algunos animales y
paisajes patagónicos. Poemas artesanales, por esa sensación de materia hecha a
mano que dejan: por la sencillez y la
suavidad de sus versos, que siempre están diciendo mucho más de lo que dicen,
de un modo amable y lateral.
Copio
uno de los poemas:
“Encontramos
pajaritos muertos
y
los enterramos
hasta
los ratones se congelan
pero
la grasa que tienen aviva el fuego”.
Una
liebre no es solo una liebre, parecen decirnos estos poemas. Nada es lo que
parece. O, mejor dicho, todo es lo que parece y algo más, otra cosa, al mismo
tiempo. Los pajaritos muertos, el frío, la grasa de los ratones avivando el
fuego. Las historias de Gabi Luzzi nos atraviesan con sutileza, es sencillo
entrar en este conjunto de poemas, pero lo que cuesta, después, es salir. El
desarraigo de sus personajes, los vínculos averiados, la tristeza: sensaciones
que recorren Liebre y que permanecen
después de la lectura.
Un
buen libro, en general, perdura en sus lectores. En el caso de un buen libro de
poemas, lo que perdura es la musicalidad, las imágenes, el ritmo, algunos
versos. Y el primer libro de poemas de Gabi Luzzi, por supuesto, no es la
excepción.
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