36 mil fanáticos del cómic se reunieron del 13 al 16 de agosto, en una nueva edición de Crack bang boom, uno de los festivales de comics más interesantes de latinoamerica, con sede en Rosario. Entre charlas, desfiles cosplay y ferias de ediciones, pasaron los cuatro dias de este festival que viene sorprendiendo en cada nueva edición.


Por Andrés Accorsi


fotos: Guillermo Turin Bootello
Y pasó otro Crack Bang Boom. El sexto ya. Parece mentira, sobre todo para los que asistimos a todas las ediciones, desde aquel inolvidable 2010 hasta hoy. Imposible enumerar las anécdotas memorables acumuladas en seis años. De verdad, es para escribir varios libros. Porque desde 2010, Crack Bang Boom es el punto de encuentro obligado para todos los fans de la historieta de nuestro país y alrededores. Entonces, pase lo que pase, vamos todos. No importa mucho qué figuras de la historieta internacional llegan desde otros países. La motivación pasa por otro lado. Tampoco le prestamos mucha atención a la programación: nos da lo mismo si se arman mesas de debate profundas o si las salas se llenan con meros “infomerciales” en los que los editores presentan sus nuevos lanzamientos y los autores escrutan al público en busca de un amigo o familiar que les tire algún comentario elogioso. El atractivo está en otro lado.

¿Es la ciudad de Rosario? Un poco sí. La magia rosarina cautivó desde siempre a los fans de la historieta, quizás porque ahí se originaron el mito de Fontanarrosa y varios mitos posteriores (menores sólo por ahora) como El Tomi, Alejandro O ´Kif, el Niño Rodríguez, Max Cachimba, Marcelo Frusín, Leandro Fernández, Renzo Podestá y tantos otros. Además estamos hablando de la ciudad que sedujo a Eduardo Risso, nacido en Leones (Córdoba) y luego radicado brevemente en Buenos Aires, para que se afincara ahí, para que pusiera en marcha ahí la etapa más notable de su increíble carrera como historietista argentino de relevancia global. Risso adoptó a Rosario como SU ciudad y ahí decidió detonar su obra más importante: un festival de historieta argentino, con nivel internacional. Rosario le respondió con cinco ediciones en las que el clima fue magnífico. Jamás una llovizna, jamás un vendaval, jamás un “abrigate que te vas a cagar de frío”. Recién en esta sexta edición, el invierno impuso su localía frente a un Crack Bang Boom que ya nos había acostumbrado a recibirnos con un veranito en pleno Agosto.

Para los rosarinos, Crack Bang Boom es SU fiesta anual de la historieta y todas esas cosas que la fueron rodeando. ¿Y para los demás? ¿Qué hace que fans de todo el país peregrinen año tras año hasta Rosario a pasar cuatro días, o dos, o a veces unas pocas horas? Mi respuesta es “la mística”. Crack Bang Boom logró generar una mística propia, algo que hace sentirse cómodos a los artistas, los editores, los comerciantes y los fans, algo que los invita a ensayar la dura pero reconfortante tarea de vivir cuatro días en armonía, en comunión, en un clima de distensión y buena onda que a veces logramos arrastrar unas semanitas más. Y después viene Comicópolis, el coloso, uno de los festivales de historieta más grandes, más ambiciosos de Latinoamérica (y sin dudas el más diverso); y ahí el atractivo, la razón de ser, el clima y hasta el impacto mediático son otros. La idea es similar a la de Crack Bang Boom, pero el festival no se parece casi nada. 

Crack Bang Boom es único por miles de motivos. Quizás porque fue el primer intento realmente serio por volver a poner a un evento argentino en el mapa de las convenciones comiqueras bien hechas a nivel mundial, después de muchos años en los que en nuestro país (y más allá de alguna patriada muy puntual) los eventos mostraron una calidad tirando a lamentable. Lo cierto es que cada año, ni bien Eduardo Risso y su equipo nos confirman las fechas de Crack Bang Boom, las onomatopeyas estallan en los corazones de los que respiramos historieta y nada más importa. Se viene otro Agosto, se viene otro Crack y se viene otro “continuará” para seguir hilvanando momentos maravillosos al ritmo de los cuadritos.

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