A pocos días del comienzo de las funciones de El viento en un violín en el Paseo la Plaza, nos metemos en el universo de ese animal de teatro llamado Claudio Tolcachir para conocer lo que que pasa por el cuerpo de uno de los directores y dramaturgos más importantes del teatro independiente argentino.





Casi nunca pasa nada y estamos acostumbrados a eso. La vida humana consiste en una serie de acontecimientos ínfimos, inocuos, repetitivos, intrascendentes. Pero a veces (muy pocas veces) se produce una pequeña alteración en la serie de lo banal. Un pequeñísimo desvío. La bifurcación imperceptible que abre otra dimensión en la realidad. El error en la Matrix. Lamentablemente, esos instantes solo podemos descubrirlos mucho después, en retrospectiva, con el diario del lunes en la mano. ¿Qué hubiéramos pensado en el 2001 de ese desquiciado que había abierto en su PH de Boedo un espacio teatral con un nombre estratégicamente pensado para que nadie le tocara el timbre al vecino? La necesidad artística y vital básica de un grupo de actores (tener un espacio para poder ensayar y mostrar lo que hacían) conduce a una decisión pequeña, inocente y hermosamente delirante: ¿cómo adivinar que ese gesto imperceptible era una alteración en la serie de lo banal? ¿Cómo darse cuenta de que ahí se estaba gestando una nueva dimensión para el teatro argentino?
Hoy, más de una década y media después de ese comienzo, Claudio Tolcachir y Timbre 4 son referentes imprescindibles a la hora de hablar del teatro independiente argentino. Uno podría preguntarse cómo se llega a eso. Y la respuesta es muy simple y consiste en reunir cuatro ingredientes fundamentales: compañerismo, pasión, trabajo, calidad. Sí, hoy tenemos el diario del lunes bajo el brazo y sabemos: el teatro argentino no sería lo mismo sin Claudio Tolcachir. Y también sabemos que 2014 fue su año: La omisión de la familia Coleman esa flor que germinó en una tierra abonada con esos cuatro componentes explosivos y perfumó teatros alrededor del mundocumplió diez años y se despidió aterrizando y conquistando a sala llena el circuito comercial de la calle Corrientes. También estrenó Emilia, una obra perturbadora, delicada, llena de silencios y venenos. Y también llegó con Tercer cuerpo al Magarita Xirgu... y también y también y también... ¿Cómo seguirle la huella a esa máquina teatral imparable?
Para poner un pie en el 2015 sin olvidarnos de lo que dejó el 2014 teatral, para enterarnos de lo que piensa y siente ese animal de teatro llamado Claudio Tolcachir, les (y nos) regalamos esta entrevista.

La omisión de la familia Coleman
Ningún referente se siente nunca referente… pero, mal que te pese, sos actualmente uno de los referentes más importantes de eso que se suele llamar escena teatral independiente. ¿Sos consciente de tu influencia en esa escena? ¿Cuál pensás que ha sido tu aporte más importante al teatro independiente?
La consciencia la recibo cuando el público, alumnos, compañeros me dan sus devoluciones de la forma más sincera posible. No sé qué lugar tengo o en qué lugar me ubican, solo sé que el teatro es mi pasión y que a través de él aprendí a disfrutar con mis amigos de este camino. Es realmente emocionante saber que algo que uno escribe pueda ser parte de tanta gente y que apoyen la obra, que esperen a los actores a la salida para felicitarlos y contarles sus historias a partir de un disparador que encontraron en la obra. No puedo decir cuál es mi aporte, solo decir que si hay alguien que se moviliza por un hecho artístico, ya es un gran logro.

El viento en un violín
En un hipotético árbol genealógico artístico, ¿cuáles serían tus raíces fundamentales? ¿De qué ramas te fuiste colgando para alcanzar tu lugar en el árbol? ¿Cuáles son las frutas que fueron naciendo en ese camino?
Mis raíces artísticas, mis amigos, mi familia. Con mis amigos comenzamos este camino, y no paramos. Mis ramas son ellos, somos nuestro sostén. La mejor fruta es el vínculo, la construcción que juntos fuimos armando. Más de diez años ininterrumpidos de trabajo y convivencia. Diez años de vivir en estado de agradecimiento y felicidad. Coleman es mucho más de lo hubiéramos podido imaginar en cuanto a resultados. Yo nunca quise tener un teatro. Ni una escuela. Ni nada en particular. Como la mayoría creo, yo siempre quise poder trabajar de mi vocación, sentir algún reconocimiento por mi trabajo y sobre todas las cosas pasarla bien. Lo mejor que me paso fue encontrarme con mi grupo. Ellos son todo para mí. Y todo lo que vino fue resultado de esa alquimia. Pero sin ellos nada de esto tendría sentido ni sobreviviría.

Tercer cuerpo
A partir de la experiencia de haber hecho crecer un espacio como Timbre 4 bien desde abajo, ¿cuál dirías que es el ingrediente fundamental para construir un espacio cultural independiente?
Jamás diría qué hay que hacer y qué no, pero siempre destacaría la pasión. Siempre hay que seguir trabajado arduamente para mantener viva la llama de la pasión por lo que uno elige hacer. Sea la disciplina o área que sea. Si es lo que uno siente, hay que luchar para hacerlo y conseguir desarrollarlo. Con obstáculos, como todo, pero siempre con pasión. Ese es el ingrediente que no puede faltar. El resto es condimento.

De todos los lugares inciertos e inestables en los que te movés (sos dramaturgo, director, actor, docente) ¿cuál sentís como más riesgoso y por qué?, ¿cuál te provoca con más intensidad ese miedo creativo que termina convirtiéndose en orgasmo artístico?
El que más amo, y el que más riesgo siento que tiene es el de la pedagogía. Los alumnos son los que te guían en la enseñanza no solo a nivel profesional, sino en la vida. Ellos son los maestros del maestro. Cuando veo a mis compañeros crecer y desarrollarse entiendo que tiene sentido.  Absolutamente tiene sentido hacer lo que hacemos y lo que hicimos. También reconozco que me encanta esta mescolanza de lugares (dirigir, actuar, escribir, dar clases). Si no me aburro.

Emilia
Aunque la etiqueta “Claudio Tolcachir” refiere a un individuo, podríamos decir que ese “nombre con renombre” es el producto de una larga construcción colectiva a la que siempre pusiste como condición fundamental para tu teatro: ¿cómo fue cambiando tu forma de laburo a través del tiempo para ir enfrentando siempre de manera colectiva los distintos desafíos, las distintas etapas?

Justamente para mí el tema está en no cambiar. La esencia de lo colectivo, del trabajo en cooperativa es lo que mantenemos como premisa en nuestras producciones. Este año dimos el salto al circuito comercial, pero con la misma lógica que nos acompaña hace 10 años. El trabajo en cooperativa, con producción independiente en circuito comercial y encima de autor argentino. La modalidad nunca cambió, y espero que nunca tenga que cambiar, porque es así como funcionamos y cómo queremos que esto siga adelante.

Mirando hacia atrás y haciendo un balance desde los inicios de Timbre 4 y “La omisión…” hasta llegar a la actualidad, ¿podés percibir que existe un núcleo en tu poética y en tu política, una esencia que permanece debajo de las mutaciones?
No hay chance de que no encare un nuevo desafío aterrado y con mucha ansiedad. La esencia para mí es estar acompañado de un grupo de trabajo humano, con sensibilidades, inquietudes, que entrega su pasión y se embarca de la misma manera que uno en un nuevo proyecto. Eso ya te brinda la seguridad para ir para adelante y salir a pelearla para que todo vaya de la mejor manera posible. Yo no podría hacer esto sin los compañeros que encontré en mi vida, ellos son mi sostén y nos enfrentamos juntos a cada nuevo desafío. El desafío se encara en grupo, solo no se puede hacer nada. Acá es donde me gusta llegar en cada nuevo proyecto, en mantener el grupo de trabajo de la forma más humana que exista, y eso se trabaja día a día. Lo que nunca termina es nuestro deseo de seguir juntos. Es nuestro mayor placer. Ojalá siga la pasión y el público siga acompañándonos de la manera en que lo hace. Es maravilloso y se agradece.

Última: ¿Qué es el teatro para vos?
Todo. Lo es todo, no me imagino una vida sin teatro. El teatro es lo más divertido de todas las cosas que he conocido. Apasionante, mágico, inabarcable. Y fue mi salvación para conectarme con el mundo. Por el momento no pienso cambiar de rumbo. El teatro atraviesa mi vida. Es una pasión y lucho por y con ella cada día de mi vida.

0 comentarios:

Publicar un comentario