Las crisis generan incertidumbre, la sensación de lo incomprensible; y, seguramente, la imposibilidad del consenso. Pero está bien que así sea. El 2001, a la vez que expuso como nunca el quiebre del tejido social, dio lugar a nuevos lazos de solidaridad, y a la multiplicación y dinamización de los colectivos artísticos.
Por María Eugenía Vidal
15 directores presentaron desde el martes 3 al sábado 17 de diciembre, en el Centro Cultural Matienzo, 15 performances breves sobre lo que sucedió hace 10 años, un 20 de marzo de 2001.
En cada una de las 5 funciones del ciclo, tres directores teatrales mostraron trabajos creados especialmente para el ciclo. Hubo obras de Maruja Bustamante, Lisandro Rodríguez, Santiago Gobernori, Nahuel Cano, Rubén Sabadini, Paula Baró, Francisco Lumerman, Agustina Gurevich, Emmanuel Medina, Pablo Ragoni, Marcos Perearnau, Cristian Cutró, Nacho Ciatti, Claudio Mattos y Melina Marcow.
Participé de la última función, justo 3 días antes del décimo aniversario de la renuncia de Fernando De la Rúa. Se expresaron varias cosas: historias reales, retórica, imágenes conceptuales, sarcasmo, elementos que no nacen ahora, pero que sí es notable que tomaron forma.
CONVERSACIONES 1: UNA CUESTIÓN DE DIGINIDAD. Cuando hablo de historias reales me refiero a la entrevista que le hizo el director Lisandro López a Pablo Solana. Un electricista y diagramador que, entre 2002 y 2003 coordinó y participó de la creación del libro "Darío y Maxi, dignidad piquetera". Su relato se basó en repasar su militancia en el Movimiento de Trabajadores y Desocupados de Lanús y en el Frente Popular Darío Santillán.
Durante un tiempo que no pudo ser contenido como las otras dos performances por el interés de las experiencias de Solana, Lisandro y Pablo conversaron sobre los días en que Solana acompañó a Darío Santillán hasta que fue asesinado por la policía en el Puente Pueyrredón en junio de 2002.
ÉSTAS, Y TODAS LAS COSAS QUE HACEN LAS VECES DE. Años antes del 2001 la gente tenia miedo de hablar. Y no es una metáfora. De la misma manera se distanciaba cada vez más lo público de lo privado. Esta obra describe cómo lo subjetivo de todo ser humano es intervenido por el mundo exterior y es el resultado de este encuentro lo que provoca el desenlace. Cómo se privilegia la cantidad ante la calidad. Y cómo un mismo hecho puede tener varias interpretaciones según esa subjetividad antes mencionada.
Nadie confía en nadie, ni siquiera en la autoridad. Desconfianza a todo nivel, incluso de nosotros mismos. Y está bien. Pero, ¿quiénes somos?
Cosas que se dicen y se desdicen, y el dicen que dicen que dicen. Hoy nos damos cuenta que aquellos medios de comunicación a los cuales se los analiza con la ética que ellos mismos no ejercen, ya no son lo mismo. Las tapas de los principales diarios culpaban a la crisis, crearon un responsable abstracto. Los muertos fueron asesinados por gente con nombre y apellido, pero las tapas prefirieron callarlo.
Todos y todas sabemos que en cualquier sociedad conviven los abusadores y los abusados. Los primeros van cambiando de rostro pero son quienes presionan para instalar su abuso por encima de otros. El siglo estaba comenzando y la catarsis también. Años de decisiones políticas y económicas para nada populares fueron un método macabro de enseñanaza para el pueblo. La participación en las protestas fue consciente, voluntaria. Algo empezó a gestarse, una nueva civilización.
ODISEA 2001. Abordar el desenlace de la crisis no es fácil. Menos lo fue hace diez años cuando todas las reacciones se volvieron impulsivas y espontáneas. Hoy podemos observar ese pasado con otra mirada, más panorámica. Más científica, ¿por qué no? La pregunta es, ¿con cuál de todo los elementos recogidos hasta hoy nos quedamos? Miles de imágenes pasaron delante de nuestros ojos. Y no faltó quien disfrutara de la situación, quien estuviera de acuerdo con ese presente. Un presente, que desde otra visión, también creo libros, documentales, programas de televisión... obras de teatro. La economía iba a cambiar, las empresas iban a colapsar, la gente iba a reaccionar. A partir de eso comenzó el relato que acompaña a esta obra que indefectiblemente te lleva a reconocer la ideología reinante. Un momento, que con el paso de los años, parece haber sido necesario para estar donde estamos hoy. Lo positivo de esa etapa fue generar un proyecto a futuro, reconocer a quien engaña y a quien juega con todas las cartas sobre la mesa.
El martes 20 de diciembre se llevó a cabo una actividad interdisciplinaria, en el aniversario del día D de la crisis. Fue el último día para visitar la videoinstalación "Fachadas en crisis", pero además hubo "visitas guiadas críticas", lecturas y una performance especial a cargo del equipo de teatro del Club Cultural Matienzo.
Dos artistas alemanas deciden hacer algo con todo el material recopilado, y surge la videoinstalación, que consigue un premio importante en Stuttgart. A partir de allí, el contacto con las autoras y la presentación de la videoinstalación en Matienzo.
Hay que decir también que la videoinstalación no se concentra en los días de diciembre de 2001, sino en el impacto que tuvo sobre el entramado social, la confianza en las instituciones, la seguridad, etc. El tema de la percepción de inseguridad aparece como algo clave.
El grupo de teatro de Matienzo está compuesto por: Paula Baró, Agustín Jais, Belén Charpentier, Melina Marcow, Agustina Gurevich, Claudio Gorenman, Nicolás Lodigiani, Sabrina Cassini, Rocío Caliri, Maia Tarcic y Tamay Zieske.
Matienzo es un escenario y una galería, como también, un colectivo interdisciplinario de artistas, curadores y productores interesados en abordar procesos de gestión colectiva.
Esta postura es coherente con todo el desarrollo que viene llevando adelante el Club Cultural Matienzo, cuya mayor apuesta es la creación de comunidad, la producción de vínculos y redes mediados por la producción estética.

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