foto de Diane Arbus |
S. Melmoth
habla con Mahmud Darwish
-Hablemos
de febrero.
-Escribiré sobre febrero, escribiré cuando los
soldados dejen mis pies.
Cuando Dios deje de crear y empiece a masturbarse.
Cuando las feministas piensen en dios masturbándose.
Cuando los soldados le pidan a dios
balas, azúcar,
y encuentren letreros que digan: se escribe
epistolario ajeno.
-Hablemos
de febrero.
Hablemos
de los mercenarios que quisieron matarlo.
-Ellos me dijeron que el revólver estaba preparado,
que me inclinara frente a la puerta
porque el horizonte se había perdido entre los
matorrales.
-Y pensé-
Ella y sus ojos destruyen la génesis del universo.
Ella es el cuello que se pudre al beber.
Ella es lo evidente.
Ella susurra: “quiero hacer el amor en el idioma de mi
infancia”.
Ella musita: “quiero que los soldados vengan y me
fotografíen las uñas de los pies”.
-Hablemos de
febrero.
Hablemos
de los mercenarios que quisieron matarlo.
Hablemos
del fotógrafo que conoció mientras pensaba en dios
Hablemos
de las mujeres que predican ser mujeres,
y no
han aprendido a vivir como mujeres.
Hablemos
de las mujeres que no conocen la guerra.
Hablemos
de las mujeres que no saben qué es una AK-47.
Hablemos
de las mujeres que no fuman.
Hablemos
de las mujeres que toman leche en invierno.
Hablemos
de las mujeres que leen a Herman Hesse y creen que es glorioso.
Hablemos
de las mujeres que no saben quiénes son Charlie Parker y John Coltraine.
Hablemos
de las mujeres que se ríen cuando escuchan un poema.
Hablemos
de…
-Hablemos de febrero.
Del fotógrafo que conocí ese día,
del azúcar y las balas
de los epistolarios
y las mujeres que no saben lo que es una AK-47
Pero sobre todo, quiero saber si usted podría sacarme
una fotografía
así, con el arma en la mano
-El
revólver está preparado.
-Inclínese
frente a la puerta
porque el sol se
está escondiendo
y el
horizonte no me deja ver los matorrales
-Y pensé que no iba a encontrar al fotógrafo que iba a
matarme.
Hablemos de febrero.
Corto n°1
El último amor de Satán
I
Nervioso…
Fumo
mucho, demasiado.
A
lo lejos con el pulmón apretado (aperlado, sin tiempo).
Fuma
ella, mucho, demasiado.
Carmilla,
una niña de 14 años,
enamorada
de un hombre con sombrero de fieltro verde,
del
hombre de los guantes que fingen cubrirle los dedos,
mientras
vacilan hilarantes entre sus enaguas.
Ella,
Carmilla, costura su figura todos los días,
le
da pinceladas a sus vestidos de terciopelo verde.
Ella,
Carmilla, no sabe
el temor que me provoca amarla.
II
-nervioso-
Fumo
mucho, demasiado.
Le
he pedido a Carmilla
que
esconda los relojes,
como
humano, les tengo miedo.
-sufro
de Cronomentrofobia-
III
Debo
salvar mi alma,
despedirme
de ella,
arrellanar
mis lágrimas en su clavícula.
IV
Fumas
mucho, demasiado – me dice.
¿Por
qué te enamoraste de un viejo que le tiene miedo al tiempo? – le digo –
Tú
eres el que tiene 14 años – me dice –
Mírame
– le digo – mientras lloro,
y
mi llanto se convierte en un charco que no alcanza
a
llenar las cuencas de su cuerpo.
Fumas
mucho, demasiado – gime –
Me
mira y sus ojos parpadean,
como
las agujas del reloj.
Mis
guantes se pierden en sus enaguas.
–
Cae muerta –
Con
los ojos abiertos.
V
Estamos
solos – me dice –
No
estoy seguro –le digo– no puedo ver nada,
creo
que estoy ciego.
Siéntate
–me dice– aquí, en esta vereda no llega el tiempo.
|sobre la autora|
Iris Kiya
(Sebastián Melmoth) 1990, La Paz, Bolivia. Ha estudiado literatura en la
Universidad Mayor de San Andrés. Ha publicado los poemarios Manicom(n)io fra(g)tal, colección postmortem
(2010), 24 cortos y un prólogo en
braille para Gelinau Laibach (2013). Actualmente es parte del colectivo
editorial Género Aburrido.
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