Javi Punga
edita El Rey, un disco inquietante, irrepetible y bienvenido, como cada disco
Punga lo sabe ser.
Por Claudio Kobelt
Una guitarra
aguda en pleno mantra shoegaze corre al atardecer por una carretera desierta
mientras una voz femenina recita en la imprecisa proximidad de un eco envolvente.
Solo basta un tema (el primero en este caso, aunque bien podría ser cualquiera)
para saberlo, reafirmarlo y repetirlo: Javi Punga
lo volvió a hacer. El cantautor, bien conocido por sus múltiples registros y su
incansable sondeo en las infinitas posibilidades de la canción pop, edita un
nuevo E.p. en el que vuelve a hacer
gala de su oficio de explorador musical y aventurero sonoro.
Luego del
pulso efervescente de Rock and Roll
Punga (Discos Laptra - 2012), JP presenta un conjunto de siete temas
sumamente diferentes a su anterior placa, con otro sonido, textura e intención,
incluso con un espectro sonoro muy distinto al exhibido en el simple “adelanto”
titulado El Rey de la
ruta ( Discos Laptra – 2014) . El Rey, tal el
nombre de este nuevo disco, es un
registro enérgico y excitante en constante transformación. Poseedor de un
sonido irrepetible, inusual y fascinante, este es un álbum dinámico y sin límites
que a cada escucha parece cambiar, desordenarse y volver a mutar, como un ser vivo en continua evolución, un ente
luminoso, indescriptible y salvajemente libre.
El disco abre
con “Coronas de algodón”, donde la
imparable batería de Catalina Croci (también baterista en Mapa de Bits y
Blivet) y el psicodélico teclado de Adrián Soto se fusionan preparando el
camino para una guitarra desbocada y sin límites, protagonista sonora
indiscutida no solo de la canción sino de todo el disco. Su sonido puntiagudo
y aliento acido convierten al trabajo de
guitarras en el componente líder y la característica principal en esta placa. Surfeando entre el noise, el space y el Krautrock,
la guitarra de Punga llama la atención track a track gracias a una certera búsqueda
sensorial y un inagotable fervor, como una luz radiante y directa, una
fosforescencia incómoda, incomprensible y dulce que no podemos dejar de mirar.
Luego es el
turno de “El Rey”, donde las seis
cuerdas proponen una melodía fresca y suave que la batería propulsa
inevitablemente al baile, y cuya letra es ideal para dedicársela a un ser
querido y decirle eso de “nuestro amor es
lo que nos hace diferente a los demás”. Perfectamente encadenado sigue “El Rey de la ruta”, uno de los hits de este
disco por su melodía ganchera, sus coros encendidos y su carácter simple pero
avasallante, como una criatura pequeña y humilde que crece y se agiganta hasta
abarcar en una sola y simple frase toda la emoción.
“La nube mágica” quizás sea la canción más
típicamente Punguiana por su estructura
y melodía, pero que con el mencionado aporte guitarrero se vuelve afilada y rabiosa,
de una agudeza que quema y contagia. La voz de Punga, una de sus marcas sonoras
registradas, cambia y se vuelve grave y espesa para el comienzo de “Hijo de la
luz y de la sombra”, una perla extraña y sombría de post punk y folk noise.
“Otra
vez llegó el sábado a la noche, mi amor/ suena Vilma Palma en el estéreo”
canturrea JP en “Casas del Country”, una banda sonora sobre y para la adolescencia
de los años noventa en menos de dos minutos de duración. El cierre del álbum
llega con “Personas de luz”, vibrante marcha kraut que roza el nirvana gracias
a un estribillo perpetuo y una frase/momento en infinito loop.
Profundizando
en la cuestión sonora de este disco, cabe mencionar Éxitos de oro (Discos Laptra – 2014) donde Javi Punga repasa en
nuevas versiones algunos de sus viejos clásicos y en un Lo-Fi bastante cercano
al que hoy predomina en El Rey,
aunque sin esta enfermiza guitarra como protagonista estelar. Hay un nervio pop fuerte y claro en cada
canción, un corazón melódico y honesto, pero en el momento que la viola comienza
a sonar todo se vuelve impredecible y fantástico, misterioso y encantador. Hay
algo extraño y a la vez familiar en ese aullido
penetrante, un espíritu sónico tan cercano como desconocido, tan
inquietante como hipnotizador.
Es este un
álbum con cuerpo y sangre para la ruta, pero una ruta nocturna, árida y
galáctica. Como si Stallone y su camión en la película Halcón (Over the top)
corrieran feroces por el desierto rojo de Marte y su violenta inmensidad. Las
canciones proponen un viaje, un éxtasis
vertiginoso, un trance activo cuyo objetivo no es llegar a destino sino el
viaje en sí mismo.
Montados en la
resonancia de una cuerda eléctrica atravesamos campos y ciudades, galaxias y
soledades, planetas y barrios repletos de historias tan comunes como
singulares, tan oscuras como brillantes, y Javi Punga es el conductor
designado, navegante inquieto que surca el espacio en un sonido multiforme e
inagotable como su indudable talento y creatividad.
Es inútil
tratar de adivinar como sigue Javi Punga después de El Rey. De hecho, mientras escribía esta reseña, acaba de editar un
nuevo e.p. llamado Vida y que,
obviamente, es completamente distinto a lo que acaba de sacar.
Desde hace
años, Punga supo acostumbrarnos a que no que debemos acostumbrarnos. Su búsqueda es imperecedera e imparable, buceando,
desasnando y reinterpretando cuanto género, sonido y clima le pidan las
canciones y su propia sensibilidad, todo sin perder su centro de cantautor
folk, músico pop y experimentador noise. “Hace
tiempo que estaba esperando este momento” canta JP en “Personas de Luz”, y
eso es algo para decir tras cada nuevo disco de Javi Punga, además de agradecer
y pedir que nunca lo deje de hacer.
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