¿Qué se espera de un hombre a la edad de 35 años? Según el mandato de la sociedad a esa altura tendría que haber sentado cabeza, o por lo menos ser un "soltero codiciado". Velódromo, la película chilena dirigida por Alberto Fuguet, desbarata esos presupuestos, corriendo el eje de la pregunta hacía la validez del "deber ser".
por Nicolás Gallardo
Durante las
casi dos horas que dura la película conoceremos el mundo de Ariel Roth, un
diseñador gráfico aficionado al cine que está a punto de llegar a los mediados
de sus 30. Lleva una vida relajada y sin grandes pretensiones, similar a la
gente diez años más joven que él, y será la principal crítica que le harán su
mejor amigo y su novia. Él, de todas formas, suelta su pensamiento al respecto
mediante monólogos y nos confiesa que, si bien es consciente de que su mundo es
pequeño, se conforma con que aún pueda girar. Se cree feliz así, pero los juicios
de valor ajenos lo incomodan.
El film
resulta, por lo menos, atinado en temática. En tiempos en los que tomar
decisiones se vuelve difícil -debido a que los sectores laborales e
interpersonales exigen más de lo que ofrecen- y las elecciones deben hacerse en
base a qué tan “productivas” sean, vivir sin pensar que el tiempo es como arena
en nuestras manos se torna imposible. Siempre existe la promesa de la
propagación de la juventud, posibilitada por el estado alcanzado por el
capitalismo hoy en día y el aparato publicitario que mediante móviles hedónicos
se encarga de recordarnos que nunca se es lo suficientemente viejo para dejar
de consumir, pero ni aún esta desesperanzada fantasía sirve de consuelo.
Quienes tenemos cerca esperan algo de
nuestras vidas, y ese algo implica someternos a los patrones canónicos
conductuales en pugna.
Ariel se
aferra, en un principio, al incremento en su dosis de películas, paseos en
bicicleta, nuevos amigos y relaciones pasajeras; pero el sentimiento de los
granos de arena persistirá. Prueba de esto serán los momentos en los que lo
acompañamos mientras reflexiona al respecto, con planos bien cerrados en su
intimidad que nos dejan hacerlo sin esfuerzos. Además la banda sonora acompaña
muy adecuadamente el acontecer del protagonista –interpretado por Pablo Cerda-
, ya sea para los instantes taciturnos o alguna de las situaciones cómicas. Más
allá de las atractivas imágenes conseguidas, a más de un espectador le costará
no sentir empatía con la personalidad socialmente desinteresada y algo autista
de Ariel.
Mientras se
van sucediendo sus insólitas vivencias, Ariel se irá cruzando con gente nueva
que le demostrará que otras trayectorias son posibles. Paradójicamente, nuestro
protagonista notará que las personas exitosas suelen serlo por haber perseguido
lo que querían, sin reparar demasiado en cuáles eran las opciones más
convenientes a elegir. Sin embargo, observando a su círculo de conocidos más
“emprendedor”, no puede ver nada más que frustración y hábitos enfermizos.
Velódromo presenta las rupturas de
relaciones como un parte aguas en la trayectoria de su personaje, sin que éstas
representen necesariamente algo malo: la desvinculación de lo fijo y
acostumbrado aparece como la posibilidad de empezar a circular por nuevas
rutas, esta vez sólo con la voluntad y expectativas propias marcándonos el
norte. Sin llegar a existencialismos excesivos, la película propone darnos la
oportunidad de detenernos el tiempo que sea preciso para poder notar cuáles son
nuestros más sinceros deseos y qué estaría siendo impuesto desde fuera, cuándo
nos sentimos verdaderamente apurados y cuándo la arena escapa de las manos de
alguien más.
| ver ONline |
[Ficha técnica]
Dirección| Alberto Fuguet
Guión| Alberto Fuguet y René Martín
Con| Aldo Bernales, Andrés Velasco, Cristina Aburto, Emilio Edwards, Francisca Lewin, Gloria Benavides, José Pablo Goméz, Lalo Prieto, Lucy Cominetti, Nicolás Bosman, Pablo Cerda.
País| Chile
Año| 2010
Duración| 111 min.
0 comentarios:
Publicar un comentario