por Florencia Defelippe


            Luego de Todos contentos, su primer libro de poemas, Luciano Lutereau recurre, en Forever juntos, a las imágenes más estereotipadas del amor para exaltarlas, exprimirlas y hacer, en cada una de las poesías que componen al libro, una inversión, en los dos sentidos del término “invertir”: “Cambiar, sustituyéndolos por sus contrarios, la posición, el orden o el sentido de las cosas”, y “Emplear, gastar, colocar un caudal [de dinero o bienes]”. De este modo, el amor 'de pareja', tal como es concebido para la cultura occidental, puede definirse de dos maneras: como una transposición, darse vuelta y, a partir de allí, funcionar desde la dicotomía: “(...) 'sos mi mujer y, al mismo tiempo,/ eso implica que así / 'yo soy tu hombre' / somos dos caras /de un mensaje/ invertido” (Le bonheur); o como intercambio de mercancía o bienes de consumo: “ (…) ¿el dinero domestica al amor?/¡El amor no se paga con dinero!/ de un lado dice deuda/ del otro lado, debo” (Antoine et Colette). 

            La primera acepción, con reminiscencias claramente platónicas, conforma un 'juego de opuestos' que se percibe de forma fragmentaria, pero que al mismo tiempo, construye una totalidad, un objeto lineal, completo. Esto se percibe tanto en el lenguaje rítmico: “retorno/ eterno resplandor/ el amor vuelve siempre (Les amants) como en las pequeñas repeticiones que conforman la multiplicidad de escenas poéticas: “la misma vida tuya / cuando aparece/ sobre mi vida (La tête contre les murs)”.

            Siguiendo la tradición de Chabrol, Godard yTruffaut, la serie de films que titulan los poemas   invitan a una nueva lectura de las neo vanguardias, con acordes de la chanson française pero al alcance de todos y todas, porque ¿Qué más universal que el amor, el amor de pareja con sus comedias de enredos e idealizaciones, ya sea bajo el ala protectora de la burguesía o la pertenencia a una conciencia de clase trabajadora?

             Representado como símbolo, ícono y signo de los tiempos, la polisemia infinita en la que se vierte la temática amorosa dio y continúa dando un sinnúmero de productos culturales que la han atravesado en forma, contenido y género. En Forever juntos, los diálogos que el yo-poético recrea con su compañera son cotidianos, y al mismo tiempo, plagados de esa poesía que se vivencia en lo doméstico, como la que escriben los poetas, cineastas y cantantes de la época más radical del cine francés, la nouvelle vague. Personajes con problemáticas demasiado 'reales' (recordemos, sino, a la Anna Karina de Une femme est une femme) y al mismo tiempo, tiernos, apacibles y capaces de mostrar una sensibilidad que abarca todas las artes (cine, literatura, música), van transitando diferentes escenas en las que es imposible no sentirse identificado: “el amor no es el paisaje, el camino, el lugar/ sino aquello que hablamos/ cada noche al hablar de amor.” (A bout du souffle)

            Lutereau vuelve a una poética del amor vanguardista, pero reformulada desde un sentir propio; lo universal que se vuelve particular porque está atravesado por una mirada puesta en el “aquí y ahora”: “no es un mambo/ que vos seas kirchnerista /aunque del peronismo nada quieras saber, acaso ¿cómo es/ nadar y que te falte el aire, o/ un brazo? ¿se puede crear/ desde el vacío?”


            Quizá sí se pueda, porque el vacío no es más que un intento de reunir lo que de ese aparente vacío queda, y conformar algo nuevo, que perdure, como aquella tan conocida (y cuestionada) epistemología de la palabra A-MOR (a-morts); ausencia de muerte, porque el amor se regenera siempre, como temática, como excusa, como superficial divertimento, como arte, como cultura. 

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