Warnes, una obra del colectivo teatral El Arenal, conmueve mostrándonos con inteligencia, humor y desenfado los secretos turbios que se esconden detrás de la amistad de tres mecánicos de barrio.
Por Cristian Franco
Biela carter pistón cigüeñal carburador: palabras que para la mayoría de los simples mortales son lejanos y brumosos jeroglíficos de un culto secreto. Los pequeños templos donde ese vocabulario cobra sentido están ahí, en cualquier barrio, cerquita, herméticos. Ignoramos sus dioses y sus mandamientos, desconocemos la cadencia de sus plegarias, las minucias de su liturgia grasienta. El taller mecánico es quizás uno de los pocos lugares que van quedando donde los profanos tendríamos que tener el cuidado de persignarnos antes de entrar. Y de rodillas.
Para asistir a Warnes hay que atravesar primero esa tierra sagrada; pisamos el templo, nos cruzamos con los oficiantes concentrados en su trabajo. El taller —herramientas, grasa, estanterías, repuestos, mate, mugre— es la escena mínima donde todo va a ocurrir. Para el Vasco, el Loro y el Bocha el taller es su único refugio. Afuera están las frustraciones, las pequeñas mentiras, los enemigos íntimos. Adentro son ellos los que mandan. Adentro está la amistad macha y juguetona, el disfrute radiante del trabajo en común, la tibia seguridad del nido donde todo está bajo su control.
Al principio nos quieren hacer creer que nos vamos a encontrar con una acción meramente realista o costumbrista. Por suerte hay pequeñas fisuras que van a hacer que la escena mute y estalle en espejismos, delirios, simulacros. En Warnes (en la vida) nada es lo que parece. De a poco nos vamos a ir dando cuenta de que no hay palabra inocente, no hay gesto que no tenga su reverso pegajoso y tóxico. En el interior de ese reducto —típico ecosistema de una especie en irreversible extinción: el "macho argentino"— duermen secretos donde se entreveran con turbiedad la carne y el metal, el deseo y la máquina. Si de algo se trata Warnes es de cómo esa áspera simbiosis puede empezar a hervir hasta que los secretos despiertan y muestran sus dientes.
Escribió Sartre: El hombre es eso que hace con lo que hicieron de él. ¿Y cuando lo que nos hicieron vuelve y se hace presente, se hace llaga de nuevo? Capaz que no podemos sostener eso que pudimos hacer con lo que hicieron de nosotros. Capaz que descubrimos que solo somos eso que nos hicieron y no lo que torpemente pudimos hacer. Entonces algo se quiebra, algo se desarma. En esa hermandad carnal de los tres mecánicos, eso que los une también los envenena.
Sabemos que cuando el pasado se hace presente siempre tiene algo de repugnante. En Warnes el pasado que vuelve tiene nombre: Clausen. Cuando él llegue va a empezar la fiesta. Van a aparecer las máscaras (enmascararse es la única manera de purificarse y mostrar un rostro verdadero). Clausen, que es el pasado y es la muerte y es lo inmundo y la nostalgia y la adolescencia y el amor, llega para despedirse. El Bocha, el Vasco y el Loro tienen preparada para él —su profe, su compinche, su guía y mentor— la máquina que lo va a ayudar a cumplir un último deseo. Con cariño, pieza por pieza, la armaron para entregarla como una tierna y recia ofrenda ritual. Pero cuando la fiesta llegue a su clímax y las máscaras y el alcohol hayan hecho su trabajo, todas las caretas van a caer y lo tierno y lo aborrecible van a ser una y la misma cosa.
Hay mucho más para decir de una obra que hace uso de recursos múltiples —los elementos del taller se transforman para acoplarse a la acción dramática, la música aparece cortando y reemplazando el fluir de la trama— para arrastrarnos a un carnaval donde el humor y el drama unidos con pericia nos tejen nudos en la garganta. Por momentos realista y contenida, por momentos, onírica y desaforada, Warnes corre el riesgo de poner en escena un tema difícil y tabú de una manera que busca salirse de los códigos tradicionales para así perturbar mejor nuestras conciencias.
En definitiva, si la historia del Bocha, el Loro y el Vasco nos interpela y nos conmueve, es porque todos no deseamos en realidad más que una sola cosa, sencilla y ardua: que nos traten suavemente…
[Funciones]
Martes y Jueves 20:30 hs.
Club Cultural Matienzo - Pringles 1249, CABA.
Entradas: general $50 / estudiantes y jubilados $35
Reservas: teatro@ccmatienzo.com.ar
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