“Las malas”, una serie web que nos deja espiar por la mirilla de la
acidez a esas mujeres que ya conocemos.
Por Victoria Caracoche
Cada mujer es un universo en sí misma, un manantial de sensaciones
influido por variados estados de ánimo, una montaña rusa sin cinturón de
seguridad.
Eso quiere mostrarnos la serie web “Las malas”. Cada episodio de los
nueve que por ahora se encuentran en la red, confluyen en un solo lugar: la
sinceridad femenina (o sincericidio, si de revelar nuestras facetas menos
felices se trata).
El punto de identificación con cualquiera de los personajes que nos
describe esta serie es inevitable. Quién alguna vez no fue víctima de una mujer
así. Quién en algún momento de crisis (o despecho) no actúo bajo los efectos de
sus más intrínsecas miserias. Quién no tiene un alter ego –aunque sea bien
escondido- que podría liberarse harto de ser atado por el buen comportamiento.
En un tono que bordea el humor, la ironía, el sarcasmo, no se trata sólo de una
serie para mujeres, sino también para hombres.
Niñas malditas que corroen los nervios de cualquiera, mujeres sin
rumbo o sin ganas, amigas casi enemigas. Veneno, manipulación, cero inocencia.
“Las malas” no son ideales, pero son reales. Malas cotidianas, las que nos
cruzamos en la calle, en la clase de gimnasia, en un trabajo, malas de las que
nos enteramos a través de otras malas.
Ya en el primer capítulo, “Siempre friendly”, nos topamos con un dúo,
el que la frivolidad vestida con trajecito al tono toma el cuerpo de dos amigas
para aconsejar (devastar) a una tercera (por el mero hecho de ser y hacer lo
que se le antoje), siempre bajo el lema “seguridad, simpatía y para adelante
con la vida”. Otro ejemplo más de las máscaras que adopta el new age y el hoy
proclamado counseling.
Interpretados por las actrices Camila Palacios y Valeria Actis, cada
uno de los capítulos destaca una variable dentro de esa maldad femenina que a
veces nos irrita y a veces nos da gracia.
Con guiones bien pensados, mordaces y cáusticos, algunas de las
entregas son unipersonales, surgiendo en los mismos la necesidad de un
interlocutor, visible o no, que refuerce el diálogo y no saque al espectador
del mundo ficcional. La cámara es
prioritaria como testigo y no como segundo personaje sin
posibilidad de dar respuestas.
Es destacable mencionar la importancia de la web para dar lugar a
proyectos independientes que quedan fuera del “mainstream”. Gracias al esfuerzo
y empuje de sus realizadores y el efecto boca en boca de sus seguidores, estas
apuestas crecen y toman forma a partir de la inmensidad virtual. Por eso, con
una línea de planos simples muy bien resuelta y editado en formato de tiempo
videoclip, “Las malas” es un ejemplo de este auge ciberespacial, que ojalá siga
en expansión para todos aquellos que tenemos hambre de nuevas propuestas.
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