Volvía de la clase. Sonaba una canción de esas que están pensadas para que la gente baile sin escuchar o entender nada. Una música de mierda, diseñada con un fin específico, como la que ponen para que uno escuche mientras espera que le atiendan el teléfono. Te decía, una música de mierda, con palabras de mierda, repetida y gastada pero que de alguna manera hace que los pies entren en acción. Un punchi-punchi feliz que hacía que mi monólogo interior y mi ceño fruncido contra el vidrio parecieran todavía más patéticos. Triste.
No sé cuantas veces dije tu nombre en mi cabeza. O lo pensé. Pero era raro porque al pensarlo sonaba y era como verte en tu mejor momento: cuando te brilla el pelo y se te ve eso que sólo se ve en tus ojos. ¡Qué ojos que tenés! Que me matan o me curan, nunca nada en el medio.
Entonces, con la cabeza apoyada para sostener todo eso que pensaba sin querer y que nunca dejo salir cuando estás cerca, tuve otro momento de revelación. Nada nuevo. Soy conocida por mis visiones apocalípticas. Jani siempre me dice que cuando tiene miedo de hacer algo me pregunta qué veo en su futuro porque según ella soy una “adivina de lo malo”. Pero ya estoy divagando…
El tema es que sí, no sé por qué, pero tengo algún tipo de disparador que me avisa cuando una idea es muy mala, o cuando estoy en peligro o cuando algo o alguien me va a hacer mal. ¡Es bastante práctico eh! Lo malo es que a veces decido ignorarlo completamente y es en esos casos en los que termino como ahora. Una boluda.
Decía que ahora todo esto pesa y no porque quiera hacerme la metafórica sufrida sino porque pesa en serio. Si no paro de una vez con este ventilador de pavadas cerebral se me va a partir el cuello, o se me va a caer la cabeza…una de dos.
Jani también dice que me sale bien la “pobrecita de novela”, que soy muy creíble en plan de triste. Pero creo que para opiniones como esas, con ella tengo suficiente. No creo que sea una buena referencia, al menos no una que me haga quedar como un ser humano medianamente decente.
Las chicas del asiento de enfrente se tocaban el pelo como frenéticas, juntas, al mismo tiempo y siguiendo un ritmo. Dejé de mirarlas porque me pusieron nerviosa. ¿Harán todo de esa manera? Me dieron una sensación de siamesas separadas al nacer que me heló la sangre. Nunca pude hacer algo así con nadie, digo, mimetizarme, compenetrarme o prestar atención por más de cinco minutos. Después me disperso o me aburro. Lo mío es del tipo no doy nada y espero todo. ¡Ya van a ver, es buenísimo! Al final, te quedas sin nada igual…
Debe ser por eso que me siento con la cabeza contra el vidrio y el ceño fruncido durante un viaje con una música que no escucho pero sé que está.
Contra el vidrio surge Jani, otra vez, con sus palabras y sus rodeos. Sus verdades y esos ojos…
Recuerdo: dije que no doy nada pero espero todo.
Y agrego: esta vez di todo, pero no hubo nada.
1 comentarios:
uhh pero me encanto
:D
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