escrituras.indie es un medio alternativo para la libre difusión de literatura y arte independiente | todo nuestro contenido se comparte bajo una licencia creative commons 3.0

Mostrando las entradas con la etiqueta goldar. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta goldar. Mostrar todas las entradas
0 comentarios
[La pequeña muerte]



Arrodillada frente a su propia tumba, nada parecía tener sentido. Ni la placa de bronce con su segundo nombre y apellido grabados, ni aquel cementerio sombrío, ni ella en esta tarde de verano. Y sin embargo, allí estaba: entre sorprendida y atemorizada, confundida sin lugar a dudas, estupefacta ante el hallazgo de su propia muerte. Tenía una muerte sencilla, tierna, de niña de tres años; amarilla, preciosamente aberrante. ¿Cómo era posible que algo así hubiera ocurrido? ¿Cómo su muerte, la falta de referencia a su primer nombre, el ocultamiento durante todos estos años por parte de sus padres, el sol de la tarde, ella...?Avasallada ante la ignorancia, se entregó. Las lágrimas brotan ahora de sus ojos y corren rápidamente por su cara, los sollozos van adquiriendo intensidad y a medida que el tiempo transcurre ella va quedándose dormida, presa de la somnolencia desencadenada por toda gran pena infantil. Y en ese sueño, entre ese llanto, ellas se reencontraron. Ellas, su pequeña y olvidada primera muerte y esta, su última y latente vida.


[Calvario]

Hoy
cuando apague la luz
trataré de irme a dormir
algo triste
y hablo de tratar
porque
ciertamente
no doy por seguro que pueda dormir
esta noche
tan desolada
tan vacía
sin aire
sin frío
sin ganas de ser
siquiera noche
conforme con ser
solamente
un intento
de continuidad del día
que todavía no ha acabado
(mal que me pese, decía)

Entonces a oscuras
buscaré
refugio entre mis sábanas
- tal vez algo sucias -
y contendré mis
lágrimas
por miedo a que estas brillen en la penumbra
y te desvelen
y este nudo
que tengo en mi garganta
continuará bien cernido a ella
hasta desgarrarla
callando
algo de verdades
y otro tanto de
dudas
pero serán mis
silencios
los que en definitiva
siempre
se lleven el premio
al mejor papel de
víctima.
0 comentarios

texto 28
El deseo se había extinguido, como quien abre una ventana en las cercanías de una vela recientemente encendida.
La llama se había apagado.
Ya no había lugar para pasar las horas retozando de cara al techo, para empañar vidrios, para despedir suspiros. La habitación enmudecida, la sala de estar, la casa.
La cama permanecía hecha; debajo del cobertor, las sábanas dobladas. Las últimas humedades se habían evaporado del colchón hacían ya innumerables días, incontable sucesión de estaciones.
Los inviernos, inexplicáblemente helados.
Los veranos, tan lógicamente calientes, de una frescura infinita.
Congeladas las sensaciones, el tiempo, en lo que la más mínima insinuación de sentir hubiera sido sinónimo de pecado.
Y en medio de ese vacío, de esa nada tan concurrida de lo que deja un todo después de haber sido un algo, alguien irrumpió intempestivamente abriendo una puerta.
Apenas hube abierto mis ojos, la pesadilla había terminado.

texto 40
Surgían imperiosas mis ganas de embriagarme. Ellas mandan.
Deseos intensos de un exceso que lo llene todo y todo lo sea.
Ganas de sacudirme de enojo o placer, de sentir brusco, de ser fuego y arder, de ser impulso y estallar.
Pasado de moda el tiempo aquel de la contemplación; ahora soy cuerpo que siente y vibra.
Anhelos de escándalos de medianoche que perturben el descanso de vecinos y sacudan sórdidas angustias.

Proyecto mil y un formas de romperme; las visualizo.
Le doy rienda libre a mis ansias.
Víctima mía ese que no sabe, que es hombre e ignora, que es mente y se mantiene ajeno a mi sed loca.
No habrá piedad para el amor en mi embestida. No habrá un instante de calma.
Ser materia danzante, mi más ferviente deseo.
Y por siempre sentir lástima de aquellos expectantes observadores.