por Enrique Decarli

En los poemas de Geometrías incompletas lo viscoso y asimétrico no se ve. Está oculto en la médula poética y por razones desconocidas no queremos que las cosas pasen. No queremos que el libro termine. Que se detenga y se quede con nosotros, un rato más, hasta que alguien nos conteste, qué hay detrás de las puertas que no podemos abrir.
Igual que cualquier hijo de vecino, algunos actos consumados al boleo por personas lejanas, me ubican hoy en este cuerpo. Pero en mis años de estudiante de conservatorio, sentado al piano, solía visitar la idea de que enfrente mío, disimulada bajo teclas blancas y negras, estaba aletargada toda la música que alguna vez sería. A ese pensamiento volví con el poema “A tientas”.
Hay algo que me gusta de la poesía de Julieta. Hace blanco en lo incompleto. Lo aparentemente inanimado, desconocido o impreciso de cualquier punto en una ventana. Esta mirada trascendente no excluye, por supuesto, cualquier contexto cotidiano; es más, se mixturan en belleza las plantas de casa, un campamento de niños, la mejor tarde de sol a orillas del río, las mascotas, y nótese el detalle: hasta en el ejercicio ritual de sacarse una prenda de vestir (no voy a decir cuál) Julieta encuentra poesía.
El poema "Dudas" no se puede explicar. No se puede contar ni resumir. Hay que leerlo, de principio a fin. Darle tiempo a que geste la incomodidad que evoca, el veneno que cancelará el ritmo en el punto medio, exacto, de donde nos encuentre.
Geometrías incompletas es un libro precioso que encierra poemas desconocidos. Cosas que sabíamos de chicos y ya no sabemos. Cosas que solo saben, nuestros amigos poetas.
Rafael Calzada,
25 de octubre de 2017.
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