El diario: la experiencia de empezar a escribirlo, de leerlo, de releerlo, de guardarlo, acumularlo, atesorarlo, compartirlo, publicarlo. ¿Publicarlo? La semana pasada terminó de publicarse Diarios de Autor, una antología (por ahora virtual) de dieciocho escritores jóvenes de Hispanoamérica, a cargo de Alejandra Machuca. Escrituras Indie le dedica unas líneas e indaga sobre sus dimensiones.

Por Juan Manuel Corbera



|Sobre la antología|

 Estos diarios, los diarios en general, son vida, una fracción de vida, vida en clave de palabras. Pero, ¿serán esas palabras fieles a las vivencias de su autor? No sabemos si el escritor ficcionaliza, si se vuelve más lírico al escribir sobre algo propio, más cuando este algo no está pensado para publicarse. No es importante de todos modos. Nosotros tenemos el registro de las intimidades de alguien y estamos dispuestos a tomarlas por ciertas. Y es que este ritual suele acompañar a todos los que escribimos, y, sabemos que muchas veces a nosotros mismos se nos escapa la noción de hasta qué punto llegan esas intimidades a ser del todo ciertas. Tal como la realidad a veces pierde su verosimilitud. En el prólogo, Alejandra esboza al diario como “anotaciones que están en el límite entre lo literario y lo extra literario, entre lo biográfico y lo ficticio, [y] construye el enigma irresuelto de si la literatura pertenece al mundo real, o si al imaginario del escritor”.

Es un hecho que el lector resignifica como obra de arte aquello que el artista no pensó como tal al concebirlas, las cartas póstumas son otra prueba de ello. Quién dudaría del placer semiótico que despierta desentrañar las pistas que da el autor sobre sí mismo, pistas descarnadas del trabajo ficcionario en la prosa o del lirismo en la poesía. Se accede a una intimidad pura, a una comprensión de la experiencia vital desde los ojos, la mente y el ánima del escritor. Uno explora ese mundillo que el autor percibe en todo momento, uno ve cómo este le dio forma de texto, cómo el estilo particular se mantiene incluso cuando el autor dialoga consigo mismo o con el vacío o con un universo absoluto que se le escapa de las manos. Y si el escritor escribe sobre el oficio de escribir, o mejor dicho sobre sus tormentos o veleidades a la hora de hacerlo, pues estamos ante el misterio que rodea la génesis de la literatura como la conocemos, como nos es dada a conocer.

Eso sería en el caso del lector, con el autor suceden fenómenos distintos cuando se enfrenta a su propio diario. Releerse en un diario es un viaje en el que recordamos con honestidad momentos que ameritaron ser escritos. Es un medio para analizarse a profundidad y llevar a cabo (o no) una autocrítica. El hacer una biografía de uno mismo, sirve también en muchos casos para ponerse como autor en el lugar del receptor único y resignificarse en cada relectura. Pero lo autobiográfico puede bien ser una excusa, haber motivaciones más terrenales como el entrenamiento o la catarsis. Uno nunca sabe, hay que elegir qué creer según lo que uno sienta en el correr de las páginas.

Sin embargo, de escribir a publicar hay un abismo de posibilidades que escapan al autor y al texto. Aquí los editores entrar al terreno de juego, en este caso Alejandra Machuca decidió recopilar fragmentos de los diarios de una docena y media de escritores latinoamericanos y españoles que rondan desde los treinta y tantos años, a los de la generación de los noventa y también a algunos de los nacidos en las puertas del nuevo milenio. Además, esta novísima antología hace uso de las herramientas de nuestros tiempos tecno-tumultuosos para apostar por el diario, como género matriz de la escritura incluso en el año 2016.


Experimenten ustedes también, este compilado de experiencias tan propias y tan ajenas, impudorosamente contemporáneas. 


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