pizza party, de Robin Eisenberg

Número tres

Número tres enloqueció desde las tripas
pasó semanas comiendo tierra, matando pájaros
leyendo novelas ligeras
que no hacían más que fundirlo a lo ajeno,
al llanto, al exagerado amor por los perros.

Numero dos escapó por la alcantarilla,
en su maleta llevaba cuatro folios secretos
con informaciones variadas
desde fotos de horrendos experimentos fallidos
hasta las cuentas bancarias, las subvenciones del partido
en pro de las más aberrantes investigaciones de papá.
Al día siguiente buscó a nuestra madre,
y antes de incendiar su casa
le preguntó cosas que una débil anciana
no podía recordar o que estaba prohibida de responder
y luego clavándose una tijera en el hígado
se suicidó avergonzado por el crimen que había cometido.

Verse en esas fotografías
fechadas en 1978
muchos años antes de que él naciera
lo habían contaminado de espanto

quién podría explicarle:
su misma cara en otro sitio y en otro tiempo
el cuerpo no mira más allá del alma
y el alma olvida,
y él quisiera recordar
por eso torturó a su madre
y no supo nada
se deshizo de la secretaria
y permaneció ignorante
hasta el día en que sólo pudo olvidar

olvidarlo todo es morir.

Papá es número cero.
Papá los creó para ser eterno y quebrar la filogenia,
la absurda ética contra natura.
Número cinco reemplazó a papá en su televisado ficticio suicidio
(sucio truco del partido)
Número siete era usado para el sexo.
Tenía la corrupta fantasía de violarse a sí mismo.
Todas las noches
número tres los escucha revolcarse en el laboratorio.

Ya no hay sueños en sus neuronas,
sólo relojes que jamás cesarán su revolución interna
y cada vez que el vacío lo devora
y las negras ideas se le clavan a la mente
como sierras dentales de un mordisco
piensa en sus hermanos muertos
y en la verdad que él mismo descubrió
                                                                 (él dice)

“Es triste ser un clon,
nacer por deber y no por amor
entrometerse en la arquitectura neuronal
de un extraño del cual soy sobra.
Amo las sombras
soy ellas.”


Super Nova

I
Yo era una pequeña estrella de rock
brillando perdida bailando perdida viviendo perdida
en subterráneos sin cielos.
Ni un miserable escenario donde poder brillar
donde poder bailar
donde el poder / sea mío.

II
Es triste y lo sé.
Hoy amanecimos todos borrachos.
Hacía meses que no veía al Sol
porque el único Sol que reconozco está en los semáforos.
Ámbar catatónico.
El Caos y el Taxi que te lanzan recto
al recto de una lluvia embarazada
Miedo    la muerte es el freno
Miedo    la muerte es la madre
Miedo    la muerte es el rock

III
La amiga aún retoza a mi lado
pero nunca lo hará sobre mi.
“Eso no existe” me dijo después de exhalar humo amargo.
“¿Qué?” respondí como si quisiera escucharla
“El alma, no existe”
                                    ¿Por qué no se va?
¿No tiene padres?
                              ¿Qué quiere?
¿Amor?
              Eso, no existe.

IV
La gente sabe tu nombre hasta que tú sabes demasiado
es cuando caes, cuando comes de tu propia farsa
y el disfraz se hace pijama
y el pijama es la desnudez que te ofrecen los espejos
 
¿brillaré bailaré?

Cuando una estrella muere, nadie se entera
¡por la maldita Luz!

Plaza de los Lamentos

Este poema tenía inversionistas chilenos,
se detenía a las 8 en punto para renovarse de cadencia
y aunque en la calle le gritaran: vendido, marioneta, rendido
no le importaban demasiado estas injurias 
él seguía su camino forrado de papel persona,
el camino más seguro bajo el arco suntuoso de Poesía 

hasta que un día de azules superficialidades
con lluvia incluida en el solo de saxo
y aliento pesado, bebido a menos
un grupo de xenofóbicos y reaccionarios lo capturaron
en la misma plaza en la que fueron quemados
los vetustos líderes indígenas,
la plaza del llanto fue el cenicero de sus versos ardientes
No fue la mano blanca ni la indiferencia mestiza 
-estatuas pedestres del ímprobo cuadrante- 
fue el mismo rugir, la misma bestia hambrienta
nuestras lágrimas ácidas, EL ODIO ALIAS INDIFERENCIA
Y el poema que maldecía al espécimen humano, 
al pueblo dúctil y la maquiavélica oratoria
de los cráneos politizados tuvo que soportar
la violencia circular de ese furor colectivo.
La doctrina del pánico y las reminiscencias de la guerra.

Chamuscado e ilegible. Herido en coherencia y estética. 
Harto de su dolor versado en ausencia de mentes

El poema exento de muerte, deseó morir.

Paralela

Supongo que este poema trata de una chica como ella
y un chico como yo. Tirados, fumando, pink industry
a pocos metros del control remoto, en una cama
muy parecida a la mía, en un planeta idéntico a este.

Muy bien él podría decirle:
“Tu silencio es un cáncer metafísico”
y ella seguiría callada,
no hay palabra que supere a la lluvia
Porque en ese lugar la lluvia es un discurso extenso y aburrido
hasta que llega el tiempo
y desaparece el color.

Un día, que puede y no puede ser mañana
uno de ellos despertará muerto y el otro
esperará su turno contando entre lágrimas y lluvia
la cantidad de líquido desperdiciado en su mundo.

Y luego, así de fácil, dejará de llover.

Quizás fuimos ellos cuando intentamos ser nosotros.

Olvídalos.
Ahora somos.


Sobre el autor |

Nací en Cusco en 1988. Me licencié en Psicología en la misma Ciudad y me dedico a la poesía desde hace 9 años. Gané cierto premio hace años y viajé a ciertas capitales poéticas. He publicado cuatro poemarios, el último se llama “Qosqonqoy”. Quiero publicar más. 

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