Una nueva urgencia musical, esta vez de la mano de Tobogán Andaluz y su segundo disco homónimo.
por Pablo Albertengo
En una habitación del Conurbano, un pequeño grabador de periodista se convierte en el talismán de un pibe que no puede parar de componer canciones. El noble dispositivo electrónico asume la responsabilidad de dejar registro analógico de los sentimientos de ese chico que encuentra en la soledad su motor más poderoso. Los metros de cinta magnética se acumulan y bien podrían ser el rastro del muchacho que deambula entre parias, yonquis y borrachos de la plaza o que le regala sus versos a la chica que más le gusta. El pulso compositivo es irrefrenable, frenético. Con poco más de 20 años, el chico ofrece un catálogo de canciones tan frondoso como el de cualquier songwriter a un paso del retiro. Cada canción es como un mantra liberador que se gasta con la rapidez de un rayo, condenando al compositor a una rueda inacabable.
En un momento indeterminado sucede algo tan maravilloso como inevitable: el chico se transforma en sus canciones. Facundo Prantera cede entonces su cédula a Facu Tobogán y comienza a liderar una de las propuestas más conmovedoras y genuinas que nos regaló el indie nacional en los últimos tiempos. A partir de allí, Facu se dedica a poblar el universo Tobogán de personajes de Bradbury, paisajes de pelis de Clase B, resacas descomunales y un puñado de freakies hermosos que se transforman en su público incondicional. Indaga en el corazón del folk norteamericano (Bob Dylan, Ramblin, Jack Elliot) aunque encuentra la sensibilidad generacional lejos de los pantanos de Luisana, precisamente en sus amigos de la nueva camada (Valentín y los Volcanes, Mateo de la Luna, Maxi Prietto, Mi Amigo Invencible).
La actualidad encuentra a Tobogan Andaluz presentando el disco también titulado Tobogán Andaluz, apenas el segundo "álbum oficial" de la banda. Para la ocasión, Facu pone en pausa la voracidad creativa y saca un certero disparo de 7 canciones. Tal vez el guiño del disco homónimo tenga que ver un poco con eso: la búsqueda intensa de una identidad musical parece estar llegando a algún punto de satisfacción.
El termómetro emocional del nuevo trabajo parece ubicarse en un sitio mas o menos equidistante entre la canción urgente de "Viaje de Luz" y la melancolía agobiante de "Johnny Clift" (último trabajo solista de Facu), aunque finalmente con los pibes de Tobogán todo se vuelve una cuestión energética.
"Las Naves Espaciales" abre el fuego con el vértigo habitual. Guitarras directas, mensajes intergálacticos y un pedido desesperado. "Seis de la mañana" alterna con acierto un beat cercano a la electrónica y la celebración decadente característica. "Alfonsina en Marte" es uno de los puntos fuertes del disco. El tema dedicado a Storni se sostiene sobre uno de los estribillos más logrados de la banda. "Orion, El Cazador" permite tomar el primer respiro del disco y disfrutar de la participación de Mariano Di Cesare, vocalista de los "Mi Amigo Invencible", quien aporta un matiz nuevo a la poderosa voz de Prantera, logrando un combo explosivo. "En la borrachera yo espero la primavera..." canta Facu en la hermosa "Esperando la Primavera", una canción no apta para borrachines sensibles. "La Sociedad de Julieta" cambia las revoluciones aunque sin resignar un gramo de intensidad."Niebla de mi ciudad" es la ultima parada y muestra la solidez de una banda tan compacta como consolidada.
Este nuevo trabajo es definitivamente un paso hacia adelante para Tobogán. La banda que desde la franqueza de su propuesta parece convertir a la movida independiente nacional en la más obsoleta de las corporaciones, se cuela por lo bajo entre los lanzamientos del año. Y al chico condenado a plasmar indefinidamente su soledad en canciones, al menos esta vez, 21 minutos y 58 segundos le resultan suficientes.
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