Entrevistamos a Christine Kim, una joven e interesantísima artista plástica
canadiense, que moldea su obra desde el ámbito más singular de la belleza,
aquella que se encuentran sólo en las fauces de la muerte.
Por Nadia Sol Caramella
Con un procedimiento singular,
donde se mezclan diferentes técnicas como el paper cut, el collage y
la ilustración, esta artista logra un efecto multi-experiencial en el
espectador. No solo porque la obra se despega del papel, adoptando dimensiones escultóricas,
sino porque también adquiere una identidad narrada en dos tiempos, un cruce
entre una mirada barroca, la ornamentación del papel y la simpleza de la
textura gris del grafito sobre blanco, una fuga hacia el despojo. Mientras, las
combinaciones de los colores revitalizan la obra desde un equilibrio desconcertante.
Los temas tratados por Christine
Kim están atravesados por la erótica de lo sórdido donde la estética hace pie
para saltar a otro abismo, el de la existencia frente a lo que se degrada con
el paso terminal del tiempo. Sus series son un aullido clavado en la claridad
de un tarde primaveral. Ese gesto gutural emana del papel, desgarra toda
intimidad y cercanía hacía la obra. Pero, las formas, la precisión de las líneas,
las ondulaciones de los cuerpos, las sombras coloreadas y las producidas por
las superposiciones de los papeles y la luz, acarician la mirada, la rozan
lascivamente. Un mensaje ambiguo, casi histérico, que instala la incertidumbre
como base de toda reflexión y la belleza maldita como saldo de toda vitalidad.
Fuimos en busca de la creadora de
esas atmósferas, a continuación, una entrevista y aproximación a su trabajo:
1- ¿Por qué decidiste combinar
las técnicas del paper cut, collage e ilustración, la ilustración
sola no alcanzaba?
Mis intereses siempre han sido divergentes y me encontré a mí misma
dibujando, cortando papel y haciendo acuarelas. Un día, una ilustración en
grafito de una figura salió mal y traté de rescatarla cortándola. Esta
ilustración comenzó a flotar en el lío de papeles de mi escritorio. La figura
comenzó a ocupar diferentes espacios abstractos y de repente, había tal
potencial en ese espacio no estructurado; la figura fue liberada de su marco
original. Podía lanzar su propia sombra, me gustó la libertad y las grandes
posibilidades escultóricas.
2- ¿Cómo descubriste el paper
cut?
Viniendo de un pasado basado en el grabado, siempre he tenido un gran
interés por los papeles hermosos. Hay una calidad de papel táctil y frágil que quería explorar. Creo que
uno de los ejercicios más valiosos que hice en la escuela de arte fue un
proyecto de color y collage. Después de pintar y dibujar sobre el papel, nos
dijeron que lo rompamos en pedazos y lo reorganicemos. Esta práctica nos animó
a preocuparnos menos por el proceso y estar abiertos a los accidentes y
experimentos, empujando el proceso creativo hacia adelante, a través de la
intuición más que la deliberación.
3- En tu obra las
distancias y superposiciones logran
otros efectos más viscerales, ¿por qué usar el volumen como estética, qué pasa
con las sombras que se proyectan en el papel, entran en el juego de la
composición?
En mi estudio, tengo los distintos ingredientes necesarios para un collage pegados a las paredes y
ventanas. Manteniéndolo sin marco, el papel cortado vive conmigo por un tiempo.
Sus sombras ocupan un espacio y un lugar - mi relación con las piezas se
profundizan cada día. Es una comprensión lenta y muchas veces, gratamente
impredecible debido a los juegos de luz. Me gusta la idea de la
estratificación, ya que es una densificación que crea misterio, oscuridad e incertidumbre.
4- ¿Cuáles son tus
temáticas recurrentes y cuáles preferirías dejar atrás?
Me encuentro regresando a los temas de la fragilidad, la decadencia y
la relación entre figura y fondo. Mis primeras obras giraban en torno a las
ideas de casa, nido y caparazones. Todavía resuena en mi trabajo, y todavía me
siento atraída por el filtrado de la luz en las ventanas y las copas de los
árboles. Se hace más interesante en la atmósfera que en los temas. Estoy fascinada por el movimiento
dentro de la quietud y la plenitud dentro del silencio. Siempre me ha gustado
el arte barroco holandés, especialmente las obras de Pieter Saenredam. Hay ecos
de la tradición vanitas en sus pinturas de los interiores de las iglesias
después de que hayan sido vaciadas y repintadas durante la Reforma protestante.
Crecí con interiores de iglesias ornamentadas, pero me siento atraída por estos
espacios mínimos donde lo sagrado se conserva aún luego de haber sido borradas sus
paredes.
5- En una de tus series utilizas la frase:
“AT
THE END OF ALL THIS LANGUAGE”, algo muy sugerente porque supone la
invención de otros lenguajes. Tu obra
gira entorno a la imposibilidad y busca una y mil formas de decir, no solo en
el uso de diferentes técnicas, sino también en las temáticas.
Esta frase en particular vino de las memorias de Rick Moody tituladas
El Velo Negro. Existe un pasaje que me quedó grabado en la que describe cómo, a
veces, el lenguaje falla aunque hay mucho más que decir. Creo que este es el
papel del arte - comunicar algo cuando
uno no puede encontrar las palabras.
6- ¿Encontraste la
forma justa de expresar lo que buscabas en tus últimos trabajos?
Con cada proyecto, siempre me quedo con lo que aún queda por decir. Hay
pequeñas imperfecciones que me impulsan hacia adelante; cada proyecto genera
más oportunidades para la exploración de la idea, la experimentación de
materiales, y el dominio de las habilidades.
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