Anatomía de un disco fundamental, de Tus Hermosos, una banda clave de la movida indie de los primeros 90´s.

Por Luciano Alonso


En alguna entrevista, Kurt Vonnegut sostuvo que un escritor es “un sistema de alarma”. Es decir, que posee un tipo particular de sensibilidad capaz de detectar un peligro inminente, antes de que ocurra. Y que la sociedad gana prestándole debida atención.

Cada tanto ocurre un fenómeno fascinante en la historiografía sensible del arte o de las expresiones artísticas: una leve variación en una secuencia, cuya repercusión engendra una secuencia nueva o una degeneración sistemática. A veces esa nueva variación sobrevive y a veces muere. Tal como las modificaciones genéticas en la teoría evolucionista de las especies.

Un aspecto curioso de este fenómeno es que sólo puede ser percibido en retrospectiva. No hay manera de saber si un “cambio” será exitoso en el futuro mientras estamos en el presente. La cuestión es que, incluso cuando ese “cambio” haya sido exitoso, nos olvidamos rápido de quién o qué lo produjo, distraídos como estamos por la velocidad de las cosas.


Hay artistas, personajes, escritores, que han introducido una variante en la secuencia y su influencia puede ser reconocida o no, pero es evidente en retrospectiva. Al menos, para quien quiera ver. Esta variante tiene, desde luego, mayor o menor importancia, dependiendo del contexto específico. Eso sí, no deja de ser nunca una sorpresa advertir la reacción de la gente ante una alarma. Están los que lo ignoran todo y los que entienden a tiempo su relevancia y significado. Bienaventurados sean.

Sebastián Carreras es uno de esos personajes que lo modificaron todo desde las sombras, incluso cuando -quizás- ni él mismo lo supiera entonces. No se trata de un fenómeno aislado. Por suerte, hay varios artistas como él, influyentes y ocultos. .

En el ya lejano año de 1998, Sebastián Carreras grabó: Anatomía de melancolía, junto a Gabriel Lucena. La formación musical se llamó: Tus hermosos.

Postulo ese disco como un antes y un después en la historia de la música independiente nacional. Aunque más de uno se debe estar preguntando qué me fumé yo y quiénes son estos ñatos.

Uno puede escuchar: Anatomia de melancolía y sentir y tener afinidad o no. El asunto pasa por otro lado. Desde el vamos, el título del disco hace referencia a Robert Burton, este clérigo y erudito inglés, cuya obra capital es un libro que se llama como el disco de Tus hermosos y a quien ellos, evidentemente, homenajean.

Antes de ponernos a escuchar el disco, tenemos otros indicios que podrían resultar sintomáticos de toda una época y modos de ser. Por ejemplo, el dibujo de la portada, con un evidente acento en lo aniñado, la juventud eterna... o el sello que lo edita. Para los “entendidos”, “índice virgen” (el sello) ya está diciendo algo sobre el disco, antes de escucharlo. Pero no voy a ahondar en el asunto, porque saldrían a la luz demasiadas afectaciones gratuitas. ¿Tuvo o tiene una importancia fundamental Índice virgen? Bueno... ¿cómo se mide eso? ¿según una estadística de ventas?. Yo te digo que si el sello Índice vírgen no hubiera existido, la movida independiente local hoy no sería lo que es. Artistas como Francisco Bochatón, Suárez, Altocamet, Leo García, Giradioses, Javiera Mena o Victoria Mil (sólo por mencionar algunos) se formaron bajo su estela. Algunos, incluso, sostienen que Índice Virgen es una discográfica imprescindible para comprender ya no sólo el panorama local de la música indie, sino de toda Latinoamerica.

Anatomía de melancolía tiene once canciones. El tono general de todo el disco es de ensoñación y parece haber sido editado, en realidad, fuera del planeta tierra. Melodías simples, pocos arreglos, letras profundas, ambiguas y extremadamente poéticas. Con estos pocos elementos, se conjura un disco pop irrepetible y absoluto.

Veamos canción por canción, algún aspecto determinante de una genialidad inabordable y total. Cada ejemplo es apenas un detalle de algo mucho más vasto e inmarcesible.

1. Disuelto: La gran frase es: “Soy tan triste como el sol”.
El sol, históricamente, se asocia a momentos de felicidad. Aquí hay una operatoria de inversión de sentido, dando por sentado lo contrario. Esto, que aparentemente es una tontería, es un acto revulsivo y, como si fuera poco, luego la canción dice: “encontrá mi espacio antes que venga el fin” y termina con: “esta noche llueve luz”. Lo de encontrar el espacio antes que venga el fin es genial, está delimitando un terreno que no existe, pero que podría existir. Posicionándose en un hipotético no-lugar desde el que se puede aguardar cualquier cosa, cualquier presagio. Poniendo de relieve una sensación de melancolía que atraviesa todo el disco. La melancolía mezclada con la tristeza de lo ido y lo por venir y la lluvia de luz como un presagio de algo hermoso al fin, después de todo.

2. Altura: Lo genial de esta canción es la enunciación de lo que no puede enunciarse. “Hay días que no estoy, sin embargo suelo caer al mar. Quiero volver al mar.” Si uno no está... ¿cómo va a caer?... e incluso si el primer postulado es falso y uno sí está y cae. ¿Por qué querría volver? Es que aquí hay un juego de espejos y de sentidos dobles y hasta triples. Una canción para hacer las delicias de los semiólogos.

3. Ella también casi no tiene: Una de mis canciones preferidas del disco. Por la inclusión de un fragmento de un poema de Rimbaud y porque, al igual que en “Altura”, hay un sutil juego de ironía semiológica. La letra de la canción dice: “Ella también casi no tiene sida.” Se sabe que el sida es una enfermedad irreversible. Se tiene o no se tiene. Decir que “casi” no se tiene es una ironía cruel, pero inteligente. Nuevamente, habla sobre lo que puede ser y no ser y sobre lo que podría llegar a ser y no ser. Nuevamente, el narrador de esta historia parece estar posicionado fuera de la lógica terrestre.

4. De mi vista: Aquí lo más interesante me parece el uso de la metáfora como ejercitación lúdica. Cada verso es como un chiste o una parodia de sí mismo. Por ejemplo: “Estuve mediodía cenándote”. El mediodía es la hora del almuerzo y no de la cena. Aunque también puede referirse a medio día, en un sentido de la mitad de las horas que componen un día, con lo que podría estar significando que la cena le ha llevado demasiadas horas. En cualquier caso, habilita un sentido doble y, en cualquier caso, fuerza el límite del sentido de las palabras.

5. Sin protección: Este es, posiblemente, el tema más punk del disco. Y es otra de mis canciones favoritas, pese a que es la única canción en la que Sebastián Carreras está ausente. Esta canción es genial toda, íntegramente. Cada verso es mejor que el anterior. “Fijando una foto del aire no distingo los días”. No se puede sacar una foto del aire, no se puede hacer nada que sirva para nada, todo es gratuito, todo esfuerzo es vano. E, incluso aunque podamos hacerlo, tampoco sirve para nada. El tiempo es un misterio y así se queda y todo lo que hacemos por otorgarle o darle un sentido es como sacarle una foto a la nada.

6. Puedo ver: Esta canción también es muy punk, pero desde su ideología fatalista y desesperada. “Toda la luz del ayer cegando mi vida otra vez, no hay futuro así”. El pasado como algo esplendoroso que, además, ciega. Y el presente, mil veces inatrapable. Desde este presente que ya no puede recuperar el pasado, no hay futuro posible. Melancolía punk de primera mano. Y una melodía pop que nos hace olvidar lo incendiario de este discurso.

7. Cumbia: Ni que decir tengo que no se trata de una cumbia y que en el acto de mencionar o nominar algo que no es, ya se pone de manifiesto la sutil operatoria de ironía antes mencionada. En este caso, la canción habla nuevamente de la pérdida, pero en el contexto funcional de un arquetipo narrativo, como lo son las historias de mapas de tesoro y los piratas, cuyo verdadero tesoro es la búsqueda del tesoro, antes que el tesoro en sí.

8. Frágil: “Sos tan azul como el rojo que fascina. Ninguna cosa importa, significa tanto el fin”. Poesía pura y dura. Decir que una cosa es como otra, cuando no comparten ningún universo en común ambos elementos es un acto subversivo (sos tan azul como el rojo) y atribuirle, además, a ese elemento, una característica subjetiva como si fuera una característica propia del elemento en sí, un acto de subjetivación que luego se desarma en sí mismo. Pues, ninguna cosa importa. Excepto el fin. ¿Presagio apocalíptico o lucidez abrasadora?.

9. De girar: “Tantas cosas que perdí o la vida me quitó. Hoy me siento mejor, no espero más.” Bueno, aquí tenemos, concentrado, todo el universo de la aceptación y la resignación de la pérdida, tras la aceptación zen de lo irremediable. Nos sentimos mejor cuando ya no esperamos nada, cuando nuestra ambición quedó desplazada, incluso cuando somos conscientes de la pérdida. O, tal vez, gracias a ello.

10. Aullando: “Ya no arde mi ciudad, ni mi alma”. La confirmación de lo que era un presentimiento. Las pasiones son el fuego, pero ¿qué queda luego de las pasiones?, ¿qué nos queda luego de haber sido devorados por el fuego? ¿cenizas? ¿o la resignificación de todo, nuestro posicionamiento en el mundo y lo que vendrá? Aullar, pero en silencio. A veces resulta más revolucionario callar que gritar. He aquí el poder de lo sutil, lo sugerido. La simulación en la lucha por la vida.

11. Luna: “Sabes que nada, sabes que todo, de este lugar jamás cambiará”. El desenlace perfecto para un disco conceptual y perfecto. Todo ha sido vano y, al mismo tiempo, todo ha sido lo único y lo mejor que podía hacerse. Uno de los versos de esta canción dice: “esperar no es como estar quieto”. Hay una promesa en el futuro y aunque el presente pueda parecernos quieto, no lo es. Porque encierra en sí toda la potencialidad de lo que podemos hacer y de lo que no podemos hacer. Incluso cuando todo sea vano. Porque quizás la promesa del tesoro es el tesoro.

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