[Prólogo]
Cuando leí el título de este libro sentí inmediatamente cierto rechazo, pero luego un poco de gracia cuando recordé el nombre de una película animada de mi niñez“Todos los perros van al cielo” donde animales hablaban, eran más buenos que el pan y al morir se elevaban al glorioso techo de nubes que espera a los feligreses. Esos feligreses o gente “de bien” que en su pensamiento conservador (en general no en su comportamiento) denigra y rechaza a las trabajadoras del oficio más antiguo del mundo. Araque cuenta en este libro historias desde el lugar de hombres que sufren en el deseo, que codician a esas putas, cuentan desde la soberbia, desde la ira y la compasión, desde el amor de un hombre que fue engañado o al que simplemente le fue indiferente una mujer y se quedan estancados en esa herida que no cierra.
Araque comienza este libro con el cuento que da nombre a la obra y el único en el que habla desde una mujer, donde puede leerse: “Hay que diferenciar entre mujer promiscua y puta. La primera lo hace por placer y con quién escoge. La segunda por dinero y, si atraviesa una situación difícil, no tiene elección. La promiscua es aceptada y, hoy en día, es reverenciada como símbolo de la liberación femenina (…) Las caricias de una mujer – u hombre- son subvaloradas y, en muchos casos, despreciadas (…)Si la salud del hombre gira en torno al sexo, las putas somos la penicilina(…)Para ejercer debes complementar el triángulo amoroso del hombre; golfa, madre, amiga.”
Otro cuento nos habla de las mujeres también llamadas de esa manera por el hecho de explorar la sexualidad en todas sus formas, por hacer uso del cuerpo como medio hacia el logro de sus intereses, mujeres ambiciosas que triunfan dejando en el camino hombres que tal vez no le servían para su fin.
En Ramón y Julieta, juego de palabras con el clásico de Shakespeare, plantea esa eterna posición de padres conservadores que aíslan a su hija del mundo para no corromperla. A diferencia de buscar la libertad en el amor, aquí como vía de escape Julieta encuentra la libre sexualidad, y la perversión de un hombre que la extorsiona.
Mujeres amas de casa que crían a sus hijos y toleran a su marido por ser quien “llena la heladera” como en el cuento El borracho, donde toca el tendón de la clase obrera y describe la diferencia de una clase social que empuja y sostiene a una sociedad que le hace la vista a un costado.
Mujeres que engañan o que se sinceran y por eso lastiman al hombre que, herido o resentido en su postura de poder sobre ella, actúa lleno de ira sin importarle las consecuencias físicas y emocionales en la mujer o en terceros. Este tema aparece en varios cuentos: la deshonestidad, la mentira.
En épocas donde ya nada satisface y las parafilias son moneda corriente, donde los complejos y la búsqueda de perfección llenan los talleres del bisturí, inspirada en la imagen que venden los medios, encontramos en los cuentos Coprofilia y Brígida dos claros ejemplos.
Pueden parecer cuentos machistas, pero Araque sostiene que no comparte ese punto de vista: las historias están narradas a manera de denuncia, con situaciones que desde que tenemos consciencia existen; la diferencia entre sexos que se levanta como un muro, la vista aérea a la mujer haciéndola pequeña y desvalorizándola solo por su condición natural, exaltando el cuerpo como máquina para conceder placer al hombre o como cultivo para la procreación en segunda instancia, cuerpo maltratado por el hombre que la utiliza como puta y a la vez, contrariamente, se enfurece cuando la imagen de ella es grande, inteligente y ambiciosa, dueña de su propio placer (por no dejar al hombre en primer lugar, sino a ella misma). A su vez sucede lo mismo con la mujer que rechaza el amor y toda la disposición del hombre a sus pies, entonces la bronca, la diferencia y el uso de la fuerza física aparece para bajar de un hondazo a quien simplemente ejerce sus derechos como par, como ser humano, de ser libre en mente, cuerpo y espíritu sin ser propiedad de nada, de nadie. Pero no le echamos la culpa sólo al hombre, él no es el único responsable, otra gran parte es de la mujer por tener esa misma posición y plantarse en el mundo a la sombra de la imagen masculina.
Un comentario de Araque en Twitter dice que las historias con final feliz son historias incompletas. La vida tiene un final y no parece ser algo feliz con la muerte tan temida. Pero si hubiera otra continuidad, quienes se llevarían la mejor parte serían “Todas las putas van al cielo”, donde se encuentran seguras, lejos del alcance del hombre que así las considere y que las eleve, paradójicamente, a una categoría celestial.
Mariana Garrido
Poeta
Colaboradora de Río Negro
Poeta
Colaboradora de Río Negro
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