[Meditaciones de
baldío ]
Bebiendo
y fumando
dulces noches
de verano
con mis amigos perros
en el baldío
adivino
por qué me siguen
como mi propia sombra.
Yo también soy
un lobo domesticado
con un fuerte instinto natural
de asesino
[Don Vicente]
Armado hasta los dientes
vivía en el barrio de mi infancia don Vicente
era un anciano flaquísimo y chiquito
parecido al que aparecía en Benny Hill.
Con mis amigos
cascoteábamos su portón
y esperábamos que salga
para escondernos
en la oscuridad del pasillo
de los departamentos.
Desde el fondo
densamente negro
veíamos aparecer su silueta
recortada en la noche
con la escopeta
colgándole del brazo.
Conteníamos la respiración
en sólido silencio
hasta que don Vicente
seguía de largo
luego de aguardar algunos minutos
como un cazador
en la entrada al pasadizo.
A falta de un Italpark cerca
esa era
nuestra montaña rusa.
[Poemas Febriles ]
I
Desde que
descubrí
que tomando
sólo
un poco de
frío
podés cruzar
desde el polo
norte al amazonas
en una misma
noche
trepado al
lomo de un jabalí salvaje
la fiebre me
cae mucho más simpática
Lástima el
hospital
y este olor a
arroz que detesto.
[Poemas de la
destrucción ]
I
Sentado en medio de la arena
Me zumban los oídos
Ya nada existe
Salvo un niño
Hambriento y desnudo
Jugando con granadas.
II
Imagino y pienso
que sueño
un mundo
de destrucción y explosiones
con mis pies sumergidos
en la orilla del río
oyendo
los insectos en la tierra
desde el cielo
celeste y quieto
vendrán aviones
a romper
el silencio de este tiempo.
III
Un gran pájaro sobrevuela
el océano de fuego
y lanza sus rayos
luminosos
sobre lo que queda de la costa
dorada
ya carbónica.
La desesperación animal
no sólo es la del ave
violácea
como las nubes y el humo
que la metamorfosean
son aún más salvajes
los gritos humanos
atolondrados
e incongruentes
no quedan aviones ni camiones sanos
no quedan torres ni antenas inútiles en la arena
o todo estuvo mal pensado durante siglos
o era esta la causa de toda humanidad
sin sitio para salvaciones ni arrepentimientos
no hay nada más que hacer
salvo contemplar con solemnidad
y parsimonia
el fin de las noches y los días.
[Sobre el autor]
Juan Rux, desastre
prematuro del balompié refugiado a tiempo entre turbinas de colores, laderas de
lápices, pinceles y tintas, valles sonoros, melodías como senderos, madrigueras
de palabras. Casi campeón de metegol una vez. Amante de los experimentos fallidos.
Admirador del silencio y de la verborragia. Alpinista urbano, aunque ya no.
Apasionado de los misterios. Aprendiz y errante de todas las cosas. A veces
fatalista y a veces esperanzador. Hincha de Gimnasia, siempre. Organizador del Festín Mutante.
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