En los bordes, un gesto: Atada a la reacción. Una vista previa de la antología de poesía unisex de la editora Nulú Bonsái.

Por Nadia Sol Caramella

Atada a la reacción, más que una antología es un gesto poético donde las ánimas de toda una generación se autorepresentan evocando las contradicciones de la existencia contemporánea: devenir poema a pesar de una ciudad opresiva, a la vez que fascinante.

Todos estos poetas son bichos de ciudad, pero reniegan de ella; por eso revitalizan desde la palabra cada mínimo rasgo de naturaleza, que encuentran entre tanto ladrillo. Como una flor nacida en una grieta del pavimento, subsistiendo a pesar de las miserias urbanas, el imaginario que recorre la mayoría de los poemas se ancla en el rescate de cualquier pedacito de naturaleza, de vida: “el árbol de enfrente de mi casa/ lo es todo” escribe Sebastián Goyeneche. Unas páginas antes, Julia González advierte: “Si ves que está lloviendo, no pongas música al palo. / Menos si es reguetón. / Porque lo lindo de la lluvia es escucharla. / Ni hablar si la ventana está sobre la cabecera de la cama y el comportamiento de las sábanas es agradable”. En semejante escenario, una bocanada de aire fresco: una hojita de menta asoma casi imperceptible. El poema se tambalea en el ambiente hostil, rosa lo natural y dice con la voz de un pequeño aullido: “La menta se pone grande y en los días más calurosos las hojas miran la tierra”.

En medio de la ciudad aturdida y aturdidora, del encuentro con las mínimas expresiones de la naturaleza nace la poesía: “Un árbol se muere/ y nadie lo entierra. /  Su único hueso queda ahí/ desnudo todo el año”; estos versos del poema “Jardinería cero”, de Carla Sagulo, van al recate de esas imágenes que casi siempre naturalizamos, creyéndolas obvias. 

Pero también salir de la zona urbana es una promesa de creación poética. 1900 kilómetros más allá Patricia Pietrafiesa se encuentra con el silencio norteño, tierra fértil para el poema, que muere diciendo “El destino perdí el 6 de enero en Retiro, / ahora contemplo las piedras solitas que se consuelan en silencio esperando el anochecer/  y el cardón sin flor revienta…/ En el mismo silencio nos callamos los dos.”

Atada… es un encuentro de miradas algo desencantadas, sí,  pero sin ningún vestigio de tragedia. Al contrario, ante tanta maquinaria opresiva estos poetas son conscientes de que su única venganza es ser felices. Y la poesía es el abismo a donde van a parar todas sus insistencias.

Los poemas remiten al hoy, una época en la que formas de vida emergentes se contraponen a viejas hegemonías. Sebastián Bruzzese ilustra esto en su poema “Ciencias duras”, donde con cierta ironía se bufa de las reglas de los seres vivos, que nacen, crecen y se reproducen, evidenciando es sus versos lo tontas que pueden ser las reglas y las fijezas del imaginario capitalista: “yo, / como todo ser vivo, /debo atenerme a las reglas (…) reproducirme/ y morir / para reproducirme/ debo reproducir mis condiciones materiales de existencia, / pues a un hijo hay que alimentarlo/ con el devenir pan del trabajo alienado/ la muerte será un juego/ y mis hijos/ testigos de un cuerpo que se irá marchitando/ con las estaciones del año/ o sin ellas.“

Esta antología/gesto, tal como su nombre lo indica, más que una acción es reacción. Por un lado, reacciona frente a los estímulos contemporáneos. Y por otro, es una respuesta a incógnitas y acciones previas, un homenaje a Patricia Pietrafiesa, activista de la ideología punk, icono del “Hazlo tu mismo” en el Río de la Plata. Atada a la reacción es la continuación de una acción y de un pensamiento.  

Estas ánimas no buscan ser vanguardia, sería estúpido si así lo hicieran, más bien son el símbolo escrito de un arte que quiere transgredir ese arte sabiéndose arte. Se trata de una poética apilada, yuxtapuesta, una reacción colectiva y contemporánea, que escribe como el río, que inunda sus costas desdibujando sus propios límites, es puro gesto y ahí radica su mayor logro.  


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