Caracas es una novia loca
Caracas es una novia loca.
Te ama como nadie te ha amado.
Te besa, te lame, te abraza,
luego te jala los pelos,
te grita, te atropella
y llora.
Llora por sí misma
por sus errores,
por su abandono,
por los políticos que la han abusado,
que la han saqueado,
sin pudor ni vergüenza.
Caracas es criminal,
para lo bueno y lo malo.
La cota mil estira su cuerpo callejero
y te enamora,
te regala la montaña
¡y todo lo que quieras!
Cuando vas en moto- taxi
los arboles te soplan en la cara,
se rinden, se estrellan,
caen heridos de Caribe.
Los autobuses son altares,
de José Gregorio Hernández
y el Negro Primero.
Tu rezas para salir ileso
cuando el malandro solitario te roza,
se fija en ti.
Caracas es salsa brava.
La gente te saluda, te comenta,
te advierte

que todo sabe rico.
Queso telita.
Hallaca con casabe.
La merma.
Caracas es la merma.

Los charleros la aman
porque es fácil convencerla,
llevarla a la cama.
Caracas es inocente,
porque lo dice todo,
porque se le nota todo,
porque todo le atrae y todo lo desea,
porque se martiriza a sí misma,
con sus delitos,
que empiezan y terminan
allí mismo.
Caracas prefiere ser acusada que acusar.
Caracas no es como otras ciudades,
que envían tropas al extranjero
a matar.
Caracas es una novia loca,
a veces quieres escapar
pero la necesitas
para que te de mil besitos,
y te cuente sus historias
de risa y llanto.
¿Y qué puedes hacer?
sí estas enamorado de Caracas:
te jodiste
con amor.

El último árbol de tu barrio
Cuando cae el último árbol de tu barrio
sabes que algo anda mal pero no te das cuenta
solo pasas frente a los contenedores
y ves ramas, todavía vivas, mezcladas con el polvo
y el cemento.
Sigues tu camino porque hay que seguirlo,
no puedes llamar al trabajo y decir:
“Ha muerto el último árbol de mi barrio.”
El regente de la fábrica de tornillos
no entiende de ese tema,
pero algunas compañeras me contaron
que sus barrios también están enfermos
de lofts, parquet y muebles industriales
del IKEA.
Que han desaparecido los hermosos patrones
en la loza del suelo,
que las puertas nuevas son de hierro.
El mercadillo de Les Encants cada vez esta más lleno
de historia desechada,
de llaves que no abren ninguna puerta.
Yo voy allí a rescatar lo que me cabe en los bolsillos
y aunque esta historia no es mía
siempre me ha dolido el pasado olvidado.
Cuando cae el último árbol de tu barrio,
sigues tu camino
mezclado con polvo y cemento,
ves ramas,
historia desechada,
y sabes que algo va mal
aunque no quieres saberlo.
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Contacto de la autora:Tropipunk-caribe contracorriente-

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