Lo primero es lo primero: ¿qué es Trueque? No lo sabemos; y parecería ser que no saberlo es una de las condiciones básicas para poder hechar a andar lo que Kurtteim nos ofrece en apenas 20 páginas. “Hechar a andar”: como si pudiesemos tener en la palma de la mano los engranajes destrozados y revueltos de un pequeño reloj y de repente observar como las agujas empiezan a moverse y a marcarnos las horas, los segundos, los látidos, ahí, justo en la palma, como un animalito que abre los ojos y empieza a respirar después de su autopsia; pero aunque las agujas se muevan eso ya no es  un reloj, son los pedazos; y ni siquiera los pedazos: apenas los fragmentos porosos de la imagen vaga con la que nos figuramos el hipótetico funcionamiento de un reloj o la respiración de un animal. ¿Qué es Trueque? Truque no es. Trueque funciona y nos hace funcionar, entrar en su ritmo diminuto y minucioso.
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¿Microrelatos? ¿Poemas? ¿Fragmentos? Todo eso. Nada de eso. Podríamos pensar en compuestos químicos heterogéneos combinados para conseguir un compuesto oscilante, inestable, desconocido (¿también hostil?); podríamos pensar en la preparación de una pócima venenosa; pero más bien deberíamos pensar en una voz que se desteje para contarse su propio irse, una voz que sólo puede decirse a si misma haciéndose otra y desapareciendo: Ya no formo parte de un todo, me disuelvo y bailo como las nubes.
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Con Trueque querer volcar (o atrapar) un YO, TU, EL, no sirve de nada. Ella (la que cuenta, la que se va, la que se moja y se abre y se pierdey retorna) es una excusa y una necesidad: Por eso olías a mí, por eso estabas dentro de mí, por eso perdí los ojos, la boca, mi nombre. Quien habla lo hace para que aparezca lo otro: la voz devela el silencio y en el silencio hay los rastros de lo que alguien quiere decir callando. Luego, el orgasmo es el único signo posible en un lenguaje que es un puro fagocitar, una lengua que no sirva para nombrar sino para simplemente tragar: Se expande, entra por mi boca, me da su sexo, pierdo mi nombre. YO, TU, EL. De nada sirven: tenemos que acatar otras coordenadas, otras trayectorias, leer sin saber si es sangre o semen esa gota que chorrea por el espejo empañado y resquebrajado.
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El sentido nos llega despedazado y así debe mantenerse. No hay nada para armar, para re-construir. El delicado descuartizamiento es condición (y parte) del sentido. Es en el movimiento imperceptible de los pedazos sosteniéndose y retroalimentándose que el texto de Kurtteim Guafftum satisface sus necesidades y se consolida justo en el momento en que parece estar al borde de la disolución. (pienso en un texto recorrido por ínfimas terminaciones nerviosas que interconectan las sensaciones, los tonos, la jerga, los silencios, los vacíos, las irregularidades, las roturas, las evasiones y ocultaciones. pienso en un texto que se agarra de sus propios retazos, en un tejido sostenido por un hilo de voz que se desgasta)
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Trueque. Una demostración de que todavía se puede escribir.
Y leer.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

relatos irresistibles.
insectin.

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