Recuerdo perfumes,
de mi infancia lejana.
Cuando todo era sueño.

Cuando armaba castillos,
 Inexpugnables
Con un juego de naipes.

Y una pava gigante
vertía su amor
en un fuenton de lata.

Y la tele era en blanco y negro,
pero era mía.

Recuerdo el misterio,
de haber ido creciendo
en un mundo, que no entendía.

Recuerdo tu beso, Gabriela.
El primero de todos.
Robado en un pasillo, a las corridas.

Y sentirme hombre,
y ser feliz.
Y creer que el mundo también era mío.

La complejidad de los años negros.
Con su oscuridad suprema.

Y mi alma, amando a tientas.

También recuerdo haberte encontrado,
Una vez,
Para perderte miles.
Y nunca retornar  a la magnificencia
Del primer encuentro.

Ahora, recuerdo perderte.
Como si estuviera pasando.
Y no me quejo por nada.

Evidentemente, ese niño
ya no habita mi alma.

Y las pavas se secaron.

Y para mi no queda nada.

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