Alguna vez
sea tu lecho
resguardo
de invierno y mordazas,
en una,
no más que una,
de esas noches
a la deriva.
Abnegado,
persiguiendo hilos de vidrio
con que bordar
una voz,
con que surcir
la garganta,
pulverizar el aliento,
condensar
mudos pigmentos aéreos.
Un nido
donde morar
la herida
carmín y ardiente
vagando
en la neblina.

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