Encendió la pequeña luz que apenas la alumbraba, rodeándola de sombras gigantezcas.
¿Por qué él lo hizo? ¿Por qué la miró desde quién sabe dónde? Indignación. La fábrica de realidades que pudieron ser, molestando con sus ruidos de herramientas y cosas pesadas que se arrastran. Un antro de mala muerte, un beso mojado de cebada, un rostro exalando nicotina, ropa destilando perfume de hombre; su anhelo preferido. Cada vez es más tarde. Los sentimientos como energía electrógena, más intensa cuanta más oscuridad. Se siente mal, sí, pero ya no lo puede detener. ¿Por qué él se lo dijo de nuevo? Es el ideal y no lo ama. ¡Cómo le hubiera gustado hacerlo feliz! Pero no lo ama, aunque desea besarlo en aquel bar deprimente. Ha decidido envejecer con un amor común y corriente hasta sufrir la muerte de algún día, hoy. Maravilloso. Obra y arte en el aserrín de los muebles bien pulidos.
El maldito semisilencio de la noche le arranca la verdad y una pocas lágrimas.
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