¿Cuál es la poesía del siglo XXI? ¿Qué editoras están haciendo el trabajo de hallar nuevas voces en la escena literaria? En esta nueva edición de “Bucear en internet y encontrar poesía”, Malena Romairone nos da claves para comprender la relación entre literatura, producción, traducción y publicación.


por Malena Romairone



collage por @nubelectrica



En esta ocasión conversamos con Carla Santángelo Lázaro, poeta, editora y docente en la editorial española Proyecto Índigo, sobre poesía, experiencia, edición y espacios seguros dentro del ambiente literario. ¡Sean bienvenides al universo Índigo!


Hablemos sobre Índigo: ¿podrías contarnos cómo fue que surgió el proyecto?¿Qué criterios utiliza Índigo Editoras para la selección de su catálogo? 


Índigo surgió en una plaza de Madrid compartiendo unas cervezas. Marina y yo vivíamos ambas viajando. Escribíamos en nuestros blogs sobre viajes desde una perspectiva intimista; nos gustaba leer diarios o historias de vida. Había algo muy fuerte que nos unía: soñábamos las mismas cosas, queríamos crear un espacio donde compartir inquietudes sobre escritura y literatura, donde sintiéramos que nuestra vocación profesional, nuestra pulsión política y nuestras búsquedas artísticas pudieran confluir. Entonces empezamos a pensar en Índigo primero como una revista y luego como una editorial, un espacio cultural, una pequeña escuela de escritoras… El proyecto fue evolucionando mucho con los años y, al mismo tiempo, mantuvo su esencia del principio.


 En cuanto a los criterios, los libros con los que trabajamos suelen estar especialmente tocados por la experiencia, por la intimidad de sus autoras, pero en general es un catálogo muy diverso. Sobre todo creemos en esos libros en los que la voz que escribe se deja atravesar por la belleza de las pequeñas cosas.


La editorial es española y cuenta con libros de autoras argentinas como Pilar Cimadevilla y María Ragonese. ¿Cómo es ese intercambio? ¿Podrías contarnos sobre Casa Índigo? 


Desde el principio hemos confiado en autoras argentinas que estaban empezando su carrera literaria porque creemos que hay muchísimo talento en ellas. Además, el proyecto Índigo está íntimamente ligado con el país desde siempre, tenemos una red muy linda allá, amigas a las que admiramos. No siempre es fácil, pues hemos tenido problemas para la distribución, por ejemplo, pero seguimos insistiendo en la importancia de nutrirnos mutuamente. 


Casa Índigo es uno de los pilares fundamentales del Proyecto Índigo. Hoy en día funciona como una plataforma virtual en la que investigamos literaturas con perspectiva de género y creamos contenidos sobre temas muy diferentes. También es una escuela de escritoras en la que abrimos espacios de taller y acompañamientos creativos para que aquellas que están explorando su escritura puedan hacerlo en un espacio seguro. 


¿Cómo pensás que se configura un espacio seguro dentro de la literatura?


Para que haya un espacio seguro, quien escribe tendría que poder partir de la premisa de que la escritura en sí misma vale la pena, que como ejercicio improductivo puede, igualmente, transformarnos, y que eso es valioso, no necesita ser legitimado por nadie, por ninguna institución. Además, creemos en la necesidad de decirles, a aquellas que se acercan a Índigo, que sus historias cuentan. Que todas podemos decir algo y que la magia de la literatura reside en cómo decirlo. 


En nuestros espacios nosotras no somos figuras de autoridad que juzgan si lo que escriben las chicas está bien o mal. Nosotras habilitamos un encuentro, una conversación, una forma de leernos con perspectiva crítica. Lo demás lo aportan ellas con su presencia, sus comentarios. Aprendemos tanto de ellas como ellas de nosotras. Tratamos siempre de que los espacios de taller o acompañamiento sean horizontales y respetuosos. Que vengan a potenciar su mirada, su trabajo creativo, a colaborar con las demás, a nutrirse mutuamente y no a demostrarle nada a nadie.


Hemos estado en espacios literarios en los que nos hemos sentido muy incómodas: por la competencia que hay, por el endiosamiento de determinadas subjetividades por las que no nos sentimos representadas, por comentarios como “eso es demasiado personal para ser literatura”. Índigo nace para que eso no nos vuelva a ocurrir a ninguna. 


Tu libro Líquen fue publicado por Agua Viva, editorial con la que charlamos hace poco. ¿Querés contarnos sobre el proceso de escritura? 


Es un libro que empecé a escribir hace unos años como parte de mi proyecto para la Maestría en Escritura Creativa de la UNTREF. Al principio se llamó Si digo mar, era un libro sobre la infancia y la familia, y Líquen llegó después como un libro paralelo que escribí durante un viaje que hice con mi madre. Con Agua Viva había participado en su proyecto Vivero leyendo algunos de los poemas de Si digo mar. Siempre me sentí muy cerca de su línea editorial, de su poética. 


Trabajando en ambos libros a la vez tuve la suerte de que un amigo los leyera y me dijera que en realidad se trataba de un solo libro. Para mí su mirada fue muy importante. Se lo comenté a María, la editora, y enseguida confió en que sí, en que tenían que publicarse ambos como un solo libro. Fue interesante el proceso de recomposición.


¿Une autore que te haya influenciado o a quien admires?


Uf, suena a tópico, pero realmente me cuesta mucho decir un nombre. Lo que puedo decir es que las poetas argentinas del siglo XX (Susana Thénon, Tamara Kamenszain, Alejandra Pizarnik, Amelia Biagioni y tantas otras) me abrieron las puertas para empezar a pensar la poesía de otra manera. También admiro mucho a mis coetáneas latinoamericanas: Natalia Romero, Roxana Landívar, Isabel Zapata, Gabriela Clara Pignataro, Gabriela Luz Agila, María Gómez Lara, Indira Carpio, Melissa Sauma y sigue, sigue, sigue…


¿Te acordás de cuál fue el primer libro que leíste? también podés contarnos sobre tu libro favorito de cuando eras chica.


No me acuerdo, tengo una memoria terrible. Sí recuerdo que mi abuela paterna me trajo un libro de Argentina sobre las aventuras de Manuelita y que me fascinaba leerlo. También que mi madre potenció cualquier pulsión literaria que tuve cuando era niña: las aventuras de Manolito Gafotas o de Los cinco, los libros sobre Egipto cuando me obsesioné con las pirámides y así, siempre. 

También recuerdo el primer poema que me encogió el corazón. Bueno, no recuerdo el poema, sino al poeta, que fue Lorca.


¿Tenés algún nuevo proyecto en mente de escritura o edición? ¿Hay algún tema u obsesión, algún deseo literario que te mantenga en vilo?


Terminé de corregir un poemario que se publica el año que viene y que me tiene muy contenta por quienes confiaron en el libro. También estoy escribiendo sobre la enfermedad crónica, un tema que no me resulta sencillo pero con el que voy tomando fuerzas, aunque no tengo ninguna prisa, es puro proceso. Y bueno, siempre me mantiene en vilo la relación entre la casa y la memoria, sobre todo desde que se vendió la casa de mis abuelos, algo que fue muy doloroso para mí, pero confío en que la poesía siempre es una forma de poner luz sobre las cosas. 



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Ig: Carla Santángelo

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