Reseñamos el nuevo libro de Julia Kornberg, editado por Club Hem para la colección “Sinfonía emergente”, que nos ofrece una perspectiva de la pérdida, el desamor y la incertidumbre con una prosa segura e ingeniosa.


Por Carla Chinski

 

 





Cómo escribir un libro sobre la permanencia de la muerte al mismo tiempo que el mundo se transforma y todo parece caerse a pedazos? En Atomizado Berlín de Julia Kornberg encontramos una respuesta a un desasosiego de la juventud que nada tiene que ver con la nostalgia y todo con el consumo cultural desenfrenado. Con una alternancia entre narradores y puntos de vista, dentro de un relato que se plantea como una distopía—quizás demasiado—cercana, acá nos deja la autora “los fantasmas de [una] generación”. Pero ¿quién escribe nuestras historias? Eso también parece preguntarse Atomizado. Como un (buen) resabio del posmodernismo literario que precisa un poco de un “realismo pop”, la historia que leemos, se nos informa, es parte de un manuscrito encontrado, como una especie de home video o diario arcaico sobre el futuro. 


Cada generación tiene su propia literatura, es sabido. Y cada generación hace lo que puede con ella, más que lo que quiere. La literatura de la nuestra (llamémosla como sea) tiene la forma de un desarraigo interminable: saltos en el tiempo, elipsis, información a medias, referencias culturales sueltas y, sobre todo, se lee como la traducción de una traducción que, a su vez, está traducida a una jerga spanglish que se toma demasiado en serio su propia frivolidad cómica. Ahí es donde Atomizado Berlín entra a la escena. Una primera novela que, lejos de conservar las marcas de un producto primerizo, forja una escritura que no deja de ironizar sin nostalgia, es decir, con una inteligencia envidiable. Todos estos recursos no son defectos en la construcción de la novela. Trabajan a favor de un argumento: la economía de guerra trabaja, a su vez, a favor del olvido. No tanto en contra de la memoria, sino de la escritura misma y sus posibilidades.


  Lo que está atomizado, dice Kornberg, es el concepto de “generación”: quienes nos precedieron (¿los padres? ¿Los ídolos?) perdieron toda la gracia, pero quienes están con nosotros, nuestros contemporáneos (y los que no lo son tanto), también. Todos se están yendo todo el tiempo, a cualquier parte y sin pensarlo demasiado. El duelo se transforma en un trámite, el circuito artístico no es más que un remedio cool con el mismo peso que las drogas de diseño. La destrucción no está afuera, en una ciudad que se derrumba, sino adentro.


  Y otra cosa: el mundo de riquezas es tan ubicuo que trasciende fronteras. Sea Berlín, París o Israel, la vida que nos cuentan de Nina Goldstein—una chica judía de Nordelta—tiene el gusto de un personaje de Cheever, salvando las distancias. Gente nouveau riche pasándola mal. Así, se esgrimen oposiciones que no lo son tanto: vida pública y privada; lucha hacker e intimidad de niña resguardada; el mundo de los afectos y la pérdida de la emoción. Es una novela, por eso, del acontecimiento, “Yo estaba ahí cuando París explotó”, dice Nina. Para Kornberg, parece ser que “acontecimiento” no significa lo que significa por el shock cultural y político que produce (como Cromañón). Es, más bien, un punto en el tiempo en el que la tragedia suspende la ubicuidad de lo frívolo. Es, al mismo tiempo, el valor de cambio de una generación que es incapaz de dar testimonio. Pero todo empieza por casa—relaciones destruidas, hermandades que se rompen, amistades superficiales. La economía de guerra traducida a la economía emocional.


  Yo estaba ahí, dicen todos los personajes, pero ¿dónde? No es una novela que necesariamente haga un llamado a la tan preciada empatía como moraleja, sino que más bien es un llamado para prestarle atención a la desafección, a la falta de sensibilidad que reina en sus escenarios: los boliches, los countries de Nordelta, las inauguraciones. Pero—y esto es lo interesante de Atomizado—la falta de sensibilidad no es mala; no necesita de juicios de valor, ni una cura, ni de un rescate de lo que se carcome el desgaste juvenil. La pregunta es si una novela como Atomizado Berlín va a resistir el paso del tiempo. Quizás sus referencias culturales queden obsoletas dentro de solo un par de años. Pero, precisamente, su resistencia es ésa: ser una novela de su tiempo. 



| Acerca de la autora |


Nació en Colegiales en 1996. Estudió Letras en la UBA y desde el 2017 reside en Nueva York a partir de la finalización de su carrera en la Universidad de Sarah Lawrence con orientación  en Literaturas Comparadas y realiza su doctorado en la Universidad de 

Princeton.

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