LA SIESTA
quiero dormir la siesta
cuchareado por un obrero
cuchareado por un obrero
de la UOCRA
dormir
acurrucado en su vientre
protegido por su panza.
protegido por su panza.
quiero que me agarre
las tetas que no tengo
y me acaricie el pelo, despacito
después oírlo llorar con disimulo
darme vuelta
y preguntarle qué le pasa
que me diga ahí
quizá
que me quiere
que me quiere
y que fui
su mejor construcción
BORGES Y YO
Fue todo un sueño.
Caminábamos con Borges
por los techos de las casas
de la ciudad de La Paz. Era
de madrugada, recuerdo
y nos sentíamos
los únicos tontos despiertos
en la fría noche boliviana.
Borges se sentó despacio sobre
las tejas y observó desde la altura
aquella antigua y mágica ciudad.
Borges dijo: “diáfana perspectiva, acaso
esperanza en nuestras tristes pupilas”.
Y yo me decía, claro, estas cosas
debe decir Borges
hasta que Borges giró hacia mí
me miró fijo a los ojos
agarró fuerte mis dos manos, acercó
su cara a centímetros de la mía
y dijo: aguante Peron, manu
y yo dije ¿cómo?
¡Que los días más felices fueron
son y serán peronistas, compañero!
¡Pero usted era muy gorila! le dije
No tome tan en serio a aquel Borges, dijo
es cierto, ha logrado
ciertas páginas válidas, pero esas páginas
no me pueden salvar, quizá
porque lo bueno ya no es de nadie.
Verá -siguió- Spinoza entendió
que todas las cosas quieren perseverar en su ser:
la piedra eternamente quiere ser piedra
y el tigre, un tigre.
Yo, Borges, he de ser siempre peronista
y sobre aquel escritor
me reconozco menos en sus libros
que en muchos otros, o en la fuerza
de dos dedos agitándose en “V”, o en aquella
estridente liturgia de bombos y gritos, o claro
en aquel resplandor en la sangre
que fue el 17 de octubre.
Debería releer su obra le dije
No relea nada me dijo, de aquel Borges
me consta su perversa costumbre de falsear
y magnificar. Yo me dejo vivir -dijo-
para que Borges pueda tramar su literatura
y esa literatura me justifica.
Pero yo estoy destinado a perderme, manuel
mi vida es una fuga y todo lo pierdo
y todo es del olvido.
Todo, menos el peronismo, dijo Borges
y de pronto sacó un vino.
Brindemos -dijo sonriendo-
por ese gran argentino
que se supo conquistar
a la gran masa del pueblo
combatiendo al capital.
Recuerdo luego el silencio
y nuestros ojos hipnotizados
por la ciudad. Fue todo un sueño
sin embargo no sé
quién de los dos lo ha soñado
EL RAYO
Al mirar por la ventana
vi un rayo caer sobre la calle
incrustarse en el asfalto
y ya no desaparecer. Como
congelado en una fotografía
un hilo gigante de luz azul quedó solito
ahí, tendido desde las nubes hasta el suelo
flotando estático en la noche
alumbrando los insomnios
o por lo menos el mio.
Pensé: si hoy
el cielo le soltó la mano
¡qué momento horrible
para quedar huérfano!
Pero vi al barrio pronto llegar
escuadrones de gentes con paraguas
rodearon al rayo como si de un accidente
o un animal exótico se tratase.
Se preguntaron
claro que se preguntaron
qué hacer con eso que toda la vida
llegaba y partía como en un parpadeo
y ahora resistía la muerte
y ahora desafiaba a la tormenta.
Un chico quiso tirarle una piedra
de inmediato lo frenaron hombres
para quienes el miedo era
mayor a la curiosidad. Confieso
haber vuelto a mi cama.
Lo que afuera podría suceder
era para mi historia vieja
debates del pasado:
si el rayo se iría con la lluvia
o se quedaría para siempre en la avenida
si la quietud lo volvió inofensivo
o habría que arriesgarse a sentir la descarga
si habría que ayudarlo a volver para arriba
o habría que explotarlo como atracción turística
si sería su presencia un castigo
o sería en cambio un milagro
si habría llegado el fin del mundo
o sería el comienzo de uno nuevo
si sería una soga por donde bajen los dioses
o una escalera donde suban los mortales
YA NO HAY MÁS CIELO
Ya no hay más cielo
me lo comí
fue un atracón
un hambre violenta
un impulso infrenable
y me lo he comido todo, ¡todito!
Y miren que panzadas en
mi vida he tenido varias
¿pero un cielo?, ¡jamás!
Fue tan sencillo como
estirar la mano y agarrar
unas cuantas nubes
después la luna
un manojo de estrellas un
parcito de planetas
para luego masticar como un chicle
esa infinita tela celeste. Así fue
que me comí un cielo
en realidad “el” cielo
porque cielo que yo sepa
hay uno solo, ¿no?
La cuestión es qué hacer ahora
con eso en la panza ¿Saben
lo que se siente albergar en el estómago
semejante cantidad de astros?
Se imaginarán: ¡si algo me falta es hambre!
En realidad me pregunto
qué sería tener apetito después de esto
para qué sirve tenerlo o si acaso
volveré a experimentar esa sensación
¿Y si se formara otro cielo?
Quizá no vuelva a comer
hasta que eso suceda
como si me haya convertido
así de pronto
en un cielodependientec
como también me pregunto
qué quedó arriba nuestro
si la nada
o no sé qué cosa rara
o si la gente me odiará
por no dejarla encontrar
formas en las nubes
si me tendrán rencor
por habituarlos a no levantar la vista
por miedo al vértigo, al vacío
o al aburrimiento. Tal vez así
malacostumbre a todos a buscar
las estrellas en las lamparitas
las luces de los autos
las chispas de los encendedores
a encontrar la luna
en la luz amarilla de algún semáforo
los dientes blancos de alguna fiera
la mirada ingenua de algún niño
a topar con la neblina en una ducha bien caliente
a reconocer la lluvia
en el llanto triste de un par de ojos
| sobre el autor |
Manuel Iván Duarte (mane) nació en Buenos Aires en septiembre de 1993, en el barrio porteño de Villa del Parque. Se encuentra pronto -cree- a recibirse de sociólogo en la UBA. Integra actualmente el colectivo de resistencia poética “+ Poesía”.
0 comentarios:
Publicar un comentario