Cuatro poemas de Rocío Ágreda Piérola, Rery Maldonado, Lucía Rothe y A. Merquimia

selección por Joan Villanueva





Rocío Ágreda Piérola
1980. Cochabamba, Bolivia

369

Tu belleza conversaba con el júbilo animal de mi mente 
en un circo en ruinas
nos reconocimos 
y tuvimos el raro deseo de huir
ya tan desdichados para la vida rutinaria
recojo de las sábanas dos hebras de tu cabello que van a dar 
en la página XXX de La Naturaleza de las Cosas, de Lucrecio
no pienso en nada te digo  
tan bello que huyes como un concepto salvaje 
y así me gustas
siempre en el inicio y el final de las cosas 
oh darling cuanto ojo ávido en la espesura de nosaber
cuanto pánico de ya no verte mañana al borde de mi cama
oh pequeño salvaje
me espanta el día y la desidia de un sol imantado 
por las radiaciones de existir
no me mires ahora porque temo desaparecer 
felino orquídea que se pasea desnudo por mi habitación 
no me gusta vivir al fondo de nada ni siquiera de tus ojos 
por eso prefiero las líneas que se deshacen como si no hubiera
profundidad alguna que las contenga
el abismo conoce nuestros nombres
oh MÚSICA
oh diminuto instante en fuga
qué haré de esta orquesta de tiempo que me has regalado
de esta inmersión en las superficies espejeantes de existir 
sin más tarea que recitarnos mantras cósmicos
contigo todo es sagrado y sé que también huyes
de una catástrofe 
y que como dices ese no es asunto mío 
Oh Nombre
nos hiciste un día a la medida de nuestro deseo 
y tiemblo de pensar que te reconozco ahora 
príncipe en tu temeridad encontrándome donde no creía estar 
me abres y cierras las puertas del éxtasis 
conoces el soplo secreto por el que me convocas a despertar 
a un silencio distinto
yo finjo no conocerte para no domesticar nunca el asombro 
soy de aire y canto y te sueño 
y te olvido por un momento para recordarte en la espesura del tejido que me teje 
oh cariño 
oh dorado viajero 
lets become strangers again para encontrarnos de nuevo 
en la ingenuidad de una canción de amor 
todo el fuego arde en un viejo libro que devolveremos al instante
desapareciendo por fin en la negrura de dormir de este suave cansancio

...

Rery Maldonado
1976. La Paz, Bolivia

Chaos- Forschung

las aguafuertes de Bernard Schultze
en el 68 se ven como los dibujos
que hacían los changos en el 
colegio de curas el 90
en el verde, en el rojo y en el azul
de las lapiceras pylot
compradas por sus viejos con otros fines
se despereza un mundo
de minotauros, cyborgs, migofs
que alertan las pupilas
aun escondidas
y afilan los colmillos.
Los músculos adquieren 
la masa de los sueños en un
colash de deseos simbólicos
y pesadillas
formando sobre el cuerpo
el mapamundi de los pelos 
recién inaugurados.
Basta mirar con atención para
entender en un rincón una vagina
y en el conjunto la utopía
de un mundo libre
ajeno a la mirada estricta del controlador
del gran hermano.

...

Lucía Rothe
1994. La Paz, Bolivia.

Mi solidez descansa en la casa 
En la sombra
Debajo del caneco
Donde bebe el perro
Donde se recoge la lluvia
Hasta que me desnudaste
Hay una cierta disposición
Frialdad si se quiere
Alteración de hechos

Permítame describir la casa nuevamente:
Se concedían las horas sobre el cuerpo
Sobre el perro
Debajo de las gallinas
Dentro del patio abandonado
Se caían las tardes
Flojas
Laxas
Inverosímil
Me dijiste primero:
No creo en ninguna de estas puertas
En ninguna de estas esquinas
En ninguna ventana

...

A. Merquimia
1993. La Paz, Bolivia

S/T 
De tanto no querer sentir
Hoy siento tristeza
Hoy canto una angustia certera
De incertidumbre
Mi pecho se hace puñado
De arrugas en los músculos
Y se contraen
Y aprietan lo impalpable
Tocan el color mismo de una amargura
Que todavía puede lamerse en el aire
Con todas las partículas 
que hoy no se regodean
Que se están estáticas
Suspendidas en la tensión
De un cuerpo derrotado
Junto con un par de convenciones 
se desechan en secreto convenido
Cansados los ojos
Los labios
Las orejas
la ceguera
Las palabras
Y las recepciones
Me acuesto como la marea calma
Desnuda para intentar mirarme
Sin el pudor que me tapa el sueño
Casi como nadando,
como si alguna vez hubiese aprendido
A moverme como las medusas
Transparentes
Ondulantes
Que solo son idea y ganas de tocar 
una
Que solo fluyen
Que se dejan llevar con el ritmo
Del azar
Que marca estrías en la arena
Que se escucha como la lluvia
En su propia espuma
Que te chupa a su propio abismo
Como cuando es de noche
Y no existe frontera 
entre los espacios negros
Que son ceguera
De ojos sanos
Me recuesto
Intento ser fuego 
en este cuerpo sin temperatura
Porque ya ni tibia
Solo hielo
Sin la ternura de la nieve
Sin la ansiedad del cuerpo a medias
Norojizo
Naranjal
Por lo menos árbor
O árbol
Si es que la palabra importa
Para designar el latido
Que tiene ganas de ser suspendido
En el aire
Como un animal entre ramas
Boca abajo
Con cola que pisar
Pero que hoy sirva de mano
Estoy en el aire
Porque no me controlo
Quiero parir un control
De no sentir
Para ser madre de mi fragilidad


| Sobre la compiladora |

Joan Villanueva escribe poesía. científica y cobaya, experimenta en sí misma por cuestiones de ética personal y/o limitaciones legales. una atroz encarnación de dr. jekyll e intermitente mr. hyde que sabe perfectamente que siempre se puede llegar a ser peor.

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