Experimentos sonoros
y audiovisuales, nuevas formas de hacer de la literatura un espacio donde la
experiencia se multiplica hacía todos los sentidos posibles.
Por Nadia Sol Caramella
Hace tiempo que la literatura
viene encontrando su doble en la experiencia audiovisual, desde transposición
de obras literarias que luego fueron motivos de películas, hasta la
discursividad del cine que se impuso en las formas de narrar. Mucho tiempo pasó
desde la aparición del cine en la vida moderna, sin embargo, sigue siendo
motivo de experimentación. Hoy en día asistimos a la experiencia del texto
multimedial como producto de las nuevas formas de comunicación.
En el ámbito sonoro pasa algo
similar, hubo un tiempo, sobre todo durante las vanguardias literarias, en las
que se experimentó con el sonido de la poesía dándole mayor importancia al significante,
al juego fonético. El futurismo, el dadaísmo
y las vanguardias cubanas fueron algunas de las corrientes que tomaron esas
banderas para hacer de ellas una posibilidad de renovar la poesía. La
experiencia radiofónica fue fundamental para la difusión de este tipo de
poesía, tanto como las declamaciones en vivo.
Un poco de historia: en noviembre
de 1947, el director de las producciones dramáticas y literarias de la radio
francesa invitó a Antonin Artaud a realizar un programa que formaría parte del
ciclo titulado «La voz de los poetas», garantizándole una absoluta libertad
creativa. Una vez escritos, los textos se ensayaron y fueron grabados durante
varias sesiones entre el 22 y el 29 del mismo mes. Una última sesión se reservó
para la grabación de los efectos de sonido. Diversos instrumentos de percusión
fueron puestos a su disposición: un xilófono, tambores, timbales, gongs, con
los que Artaud fue improvisando ritmos para acompañar los canturreos y gritos de diversa intensidad que se
intercalaron en la banda sonora. Luego de una primera edición del material,
Artaud hizo —en consideración de la extensión— cortes a los textos de apertura
y cierre de la producción. La transmisión de esta serie de textos, que componen
Para terminar con el juicio de dios, se programó para el 2 de febrero de 1948.
Desde los años 40 y tal vez antes, la
experimentación sonora y el cruce entre literatura y nuevas tecnologías fue materia de creación.
Hace unos años atrás surgieron varias formas de registros audiovisuales y
sonoros de poesía y narrativa: audiolibros, podcast literarios, ciclos
audiovisuales. Cada vez son más los
proyectos que tienden a la mezcla de paisajes tanto literarios como visuales y
sonoros.
La nuevas herramientas que nos
brinda la tecnología nos sirven como campo de experimentación y de juego para
encontrar nuevas formas de transmitir literatura y componerla. El año pasado,
desde Escrituras Indie tuvimos la suerte de formar parte de Poesía Entre LaHierba, un ciclo audiovisual que pensamos para registrar el aquí y ahora de las
lecturas, algo que hace tiempo estábamos necesitando, volver a la voz y a la
presencia de los poetas mientras leen sus textos, recuperar un poco de la esencia
de esa experiencia. Hoy en día son varios los ciclos audiovisuales que buscan
rescatar el “en vivo” de la lectura y componer así un nuevo diálogo entre el
poema, el poeta y su entorno, como el ciclo naciente Auvi, de Camila Polo,
fotógrafa y realizadora audiovisual misionera, o vídeos como los de Aisak, un
realizador del que sabemos poco pero que nos basta con ver con su canal de You Tube
para hacer foco en su obra, por novedosa.
Otros optaron por el juego sonoro,
como la gente de Los cartógrafos, un podcast creado por Rosario Blefari, Nahuel
Ugazio y Romina Zanellato, en el que escritores contemporáneos seleccionan un
fragmento de un texto narrativo, ensayo o guión de película y un actor lo
interpreta y un músico interviene ese audio. La apuesta fuerte de este ciclo es
que no se trata de una lectura musicalizada, sino una experimentación sonora,
actoral y literaria.
Hace tiempo que la literatura
dejó el lugar de la quietud. La literatura es y como siempre ha sido, un ámbito
de experimentación. Como todos saben las primeras obras literarias nacieron de
la mano de la oralidad y de la música, de la puesta en escena y de la puesta en
acto del cuerpo que declama. Ya no hay lugar en la actualidad para el tipo de
literatura que se lee sentado a la mesa con un vaso de agua junto a un micrófono.
La literatura hoy es cosa seria pero no quieta, ni anquilosada en las formas
del escritor aburguesado, que le niega el cuerpo a su obra, todo lo contrario,
volvimos a recuperar la voz, el cuerpo y la vitalidad. Hoy la literatura existe
en la vida cotidiana, es un cuerpo en constante fricción con el mundo, que lleva
las heridas de un juicio antiguo, con el que Artaud iba a terminar.
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