Fernando Henry, Lucas Meyer y Pau O’Bianchi editaron un disco que rompe moldes. Los tres cantautores uruguayos juegan con el andamiaje de la canción y apuestan a la escucha random.

por Joel Vargas



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Un disco sin  nombre y en la tapa la pared grafiteada reza los nombres de los músicos uruguayos: Fernando Henry, Lucas Meyer, Pau O’Bianchi.  ¿Capricho estético? No, es  la unión de ellos, craneando un nuevo canon de LA canción, su naturaleza. Tres tipos encerrados en una habitación de 6 metros cuadrados  componen, experimentan en sesiones maratónicas, trabajan hasta al más mínimo detalle, un laburo de orfebre. Un proyecto calamaresco. Un catalogo con espíritu lo fi y  producción hi fi. Henry, Meyer y O’Bianchi, una suerte de Crosby, Stills & Nash mutantes y posmodernos, nos brindan uno de ¡los mejores discos de la cosecha 2015! Sí, ya arrancó el año y tenemos un candidato a mejor álbum. 

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Podría ser el clásico disco folk de tres cantautores barbudos, violas acústicas y letras que hablen de la revolución, que denuncien las injusticias de este mundo cruel y desnuden verdades ancestrales. Pero no, acá hay riesgos, se rompe el molde.  Al jugar con el formato canción y su andamiaje, no hay límites. La clave es el mestizaje de géneros y letras cargadas de ironías. El disco es un breviario urgente, son pocas las canciones que llegan a no más de tres minutos y monedas, otras son pequeñas muestras de un universo plausible, apenas un minuto y medio.  Hay de todo: riffs youreallygotmetescos (sic) a lo Kinks (“Los conservadores”), odas stones a lo rock and roll circus y lapsus doorescos (“Acido en el trabajo”) trip hop oriental (“Extraterrestres por la teja”) y  una bossa  surrealista que se escapó de una banda de sonora de una peli sesentosa (“Hotel Spinetta”) que te canta la posta: “Hay desafinaciones que me conmueven. /Hay sensaciones que no pienso afinar. /Hay emociones que bailan mal.”.

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Este álbum sirve para (re)pensar un fenómeno de época: la forma de escuchar música. En la era de Internet parece que no hay tiempo. Se llenan gigabytes con bocha de música, discos que tal vez nunca escuchemos enteros. Se escucha todo y nada a la vez: “me baje tal disco, escuché tal canción”.  La escucha random, fragmentada. Otro factor clave del caso Henry, Meyer y O’Bianchi. Una escucha que se empacha de golpe, histérica. Que quiere todo ya y ahora, avasallante, instantánea, honesta. 

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