De cómo nos ponemos cómodos y nos volvemos espectadores de nuestra vida, sin recordar cómo actuar en ella.

Por Victoria Caracoche

¿Qué es lo que mueve a un hombre a quedarse quieto? ¿Cuáles son los motivos que llevan a alguien a vivir la vida detenidamente, viéndola pasar frente a los ojos, sin reacción? ¿En qué momento una persona compra una vida rutinaria y lineal y se aferra a ella como si fuera lo más preciado, como si no hubiese nada más allá, creyendo que no existen posibilidades o que no las merece?

Estos son algunos de los tópicos sobre los que invita a reflexionar “Educación física”, ópera prima del director chileno Pablo Cerda, que también la protagoniza. Fue presentada en el BAFICI 2012 con muy buena recepción por parte del público, pasó por otros festivales y ahora se puede ver online, como una apuesta de Cerda para masificar su trabajo y brindar un mayor alcance para el público.

Esta es la historia de Exequiel, un profesor de educación física de escuela primaria, excedido de peso y siempre usando ropa deportiva (es más cómoda y no hay que pensar tanto con qué combinarla). Vive con su padre, un hombre mayor que pasa sus horas tranquilamente, y ambos comparten almuerzos y cenas no muy saludables en bares o en casa. La comida es importante en la vida de Exequiel, y no es un capricho: alguien que dedica su vida a educar el cuerpo a través del ejercicio, tiene como hábito comer todo el tiempo, casi siempre chatarra, sin poner en práctica lo que quizás debería ser un estilo de vida más acorde a su profesión. Sólo ejercita al terminar su jornada, cuando se va solo a la canchita de básquet y practica unos tiros y rebotes. Tal vez, su momento de mayor felicidad. Los ratos libres los comparte con su amigo de la adolescencia, echados en la arena o dando vueltas por San Antonio, una localidad costera donde no hay mucha acción. El pueblo de donde todos se van para intentar crecer en la gran ciudad, y donde el hecho de volver o quedarse está directamente relacionado con el fracaso, la mediocridad o la abulia. Y éste es un detalle que importa: Exequiel podría haber hecho muchas cosas, podría haber concursado por puestos más importantes, podría haber conseguido becas, crecer profesionalmente, pero no, quizá creyendo que no lo lograría, o quizá porque era más cómodo, o porque se tomó muy en serio el hecho de cuidar de su padre. Se quedó en San Antonio, atrapado por la belleza monótona de sus playas y sus costas, por esos atardeceres grisáceos que hipnotizan. Y así va y viene su hermana desde Santiago, lidiando un matrimonio no feliz con un empresario con ínfulas; vuelve su antiguo amor, a remover su virilidad y su corazón, a iluminarlo.

Exequiel está solo, y en su vida rutinaria, chata, claramente no entra el amor, porque no hay novedad. Pablo Cerda nos revela con su actuación un hombre que a pesar de sí mismo es entrañable, casi un niño, cubierto de arena contemplando el mar o tapándose la cara con la sábana cuando habla por teléfono.

Rutina en el paisaje, rutina en la vida, “Educación física” es una bella paradoja de la quietud, de la observancia, de la inacción. Es un cuadro en movimiento de la vida que transcurre frente a los ojos y que con sus cambios, idas y venidas, no deja de cuestionarnos, de sacudirnos. Lo que queramos hacer con eso, lo sabe cada uno.


[Ficha técnica]

DIRECCIÓN: Pablo Cerda
GUIÓN: René Martín y Pablo Cerda
CON: Pablo Cerda, Rodrigo Soto, Carmen Fillol, Tomás Vidiella, Francisca Lewin.
PAÍS: Chile, 2012
DURACIÓN: 105 mins


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