La tendencia me enerva. El ahogo, aún constante, se manifiesta sereno y controlado, pero siem-pre en pie de guerra. Es como si las fuerzas que yo mismo me provoco, y que me son desconocidas, esperaran algo de mí. Abrumado, siempre. A decir verdad, uno siempre esta abrumado,todos y a toda hora. Ya sea de lucidez, de paz, de hastío o de mal. Así uno no tenga la seguridadde estar involucrado, en su totalidad, en tal o cual estado, uno esta abrumado precisamente deeso, la sensación de división, de reconocerse mil cuerpos pero ni una sola cara, de un medio enel medio, que así y todo puede llegar a estar arriba o abajo. Uno esta abrumado porque se sabey se siente, pero sobre todo porque se dice, con todo el furor que eso implica. Además de abru-mado, suelo estar perdido. Un día caminaba por lo que yo creía, un sitio seguro. Aquél pensa-miento hacia mi caminar tranquilo y despreocupado, yo flotaba con mis pies pegados en el piso.Caminé largo tiempo tan desinteresado por lo que me rodeaba que me perdí. No era una situación nueva, pero no podía acostumbrarme, el miedo no variaba y barría con todo lo abstracto yseguro que había en mí. Estaba perdido y la noche me había encontrado, por mis propios me-dios jamás podría encontrarla. El cielo estaba nublado en su totalidad, impedía que la luna pu-diese guiarme con su luz. Realmente estaba asustado pero con la lucidez suficiente como para buscar una salida pronta a mi situación. Tomé varias ramas del suelo para ver si podría hacerfuego. Se veía que había llovido y las ramas aún no estaban secas en su totalidad, sin embargoinsistía, frotaba, frotaba, me engañaba con la absurda creencia de que las ramas se secarían acausa de mi repetidos intentos. No me detenía, frotaba, peleaba, las manos empezaron a san-grarme, frotaba, peleaba, la piel empezaba a caerse. Sin darme cuenta, en medio de mis frenéti-cos intentos, las ramas junto con mi mano cayeron al suelo. Era el fin, pero resignarme no era lomío. Aún podría despejar algunas nubes para permitir que la luna me salve. Comencé a saltar,saltaba con mi brazo extendido para ver si lo lograba, soplaba, soplé como nunca pero no habíacaso. Por una distancia mínima no podía llegar a las nubes. Luego de un breve lapso de resig-nación pensé en mi brazo sin mano y me pregunté ¿de qué me puede servir un brazo sin mano?Sin problema arranqué aquel brazo sin mano, para así poder despejar un pequeño trozo decielo que permitió que la luz me guíe, y que por fin, ya pueda volver a mi sitio seguro
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