A veces algo inquieta al sentir
amenazando poner en jaque el dia.
La mente se encuentra inmersa en fantasias.
Inalcanzables por momentos, proximas a vivirse en otros.
De las muchas sensaciones que aparecen
puedo quedarme con el anhelo
del reencuentro con lo mas puro que habita
en estos huesos pretenciosos.
Eso que desconozco,
amo y odio a la vez.
Esta vez, me he permitido ir a su encuentro,
para al fin conocer en profundidad.
Conocer la luz y la sombra
que luchan por imponerse a diario en este cuerpo.
Darles a cada una, su oportunidad de expresión
para que ninguna destruya a la otra tratando de ser.
Desatando esas guerras interiores
a veces quimicas, a veces sangrientas.
Todos los acontecimientos o personas en mi vida,
pueden congelarse sin sentido
en algún compartimiento oscuro de mi cerebro.
Pero el corazón cansado de apretar para que nada escape,
se agota o simplemente surge esa fortaleza
capaz de traer entendimiento a aquello que está tan oculto
que no se puede sentir, ni saber así nomás.
El corazón al fin, se declara inocente,
mientras sigue venciendo al Dragón del miedo y la ilusión.
Así descubro quien se esconde
detras de las culpas disfrazadas de tristezas sin causa aparente.
Los miedos desfilan desnudos delante mis ojos,
vistiendo su cruel verdad.
Al verlos, su horror se vuelve hermoso
y de alguna forma se desprenden de mi cuerpo de luz
aquellas sombras que me impiden habitar este cuerpo material.
Sigo en la búsqueda de la mascara de cristal
porque mis ojos aun no brillan suficiente.
Ven, pero no pueden reflejar su luz.
Hoy miro el cielo de mi interior.
El cielo de mi alma.
Todas las ventanas que invento
me muestran todo aquello que provee vida.
Toda la inmensidad de un bosque o un vasto sistema solar.
Hoy encontré todos los mensajes que deja mi espiritu cada vez que aparece.
Encontrando la fuerza y estabilidad que también me pertenecen.
Sus notas, sus huellas, sus avisos
sus migas de pan para que pueda seguirlo...
Escuchá el poema
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Imagen: Natalia Fernández
Audio: Jasp Galanier
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