Textos de la cosecha Papel Film en Bastardillas. Experimentos filogenéticos, o algo así.




Cuadrado de los catetos
(Pi, fe en el caos)
Sentado en su bañadera, hundiéndose lento y majestuoso como Febo en el océano, el maestro Sol recuerda la anécdota de Arquímedes: la clave está en la mujer. “Tomáte un baño”. Es una cuestión de perspectiva, como si la mujer tuviese una mejor capacidad para tomar distancia del problema. Pero Arquímedes, a punto de ahogarse, mira el color del agua desalojada y razona que tal vez su mujer sólo quería por una vez acostarse junto a un cuerpo limpio.
Max Cohen no se baña hace meses y se cree más cerca de Pitágoras, aunque en realidad solo se bañó una vez, como Heráclito. Cada mil años, un matemático pone el tacto en el agua, que no por casualidad y no por capricho tiene por símbolo un triángulo con el vértice hacia abajo.

Veo gente muerta
(Sexto sentido)
Cansado de escuchar lamentos sobre padres violentos, madres ausentes y madrastras asesinas, el Dr Malcom Crowe decidió retirarse de su profesión de caza-fantasmas-neuróticos y flotó hasta el campo en busca de paz. En el camino, se le apareció más gente muerta de la que podía soportar. Acudían a él por su consejo profesional, primero un espíritu de ojitos claros que quería recuperar a su novia Demi que se había hecho lesbiana con una medium negra llamada Whoopi después de una tremenda noche de trío en la que el invisible había quedado notablemente afuera de la fiestita.
Más tarde se topó con un arcaico espectro que todavía intentaba comunicarse con su hijo homónimo. También un ectoplasma maniático llamado Gozer el Destructor quien por algún trauma misterioso odiaba los campamentos y acariciaba una miniatura del hombre de Michelín.
Cuando el Dr. Crowe creyó haberse librado de todos los aparecidos y llegó finalmente a su rancho en el campo, la visión de una mujer lo conmovió un instante y lo horrorizó inmediatamente. La fantasma rubia de rulitos estaba desesperada, porque su ángel enamorado acababa renunciar a la inmortalidad para vivir con ella cerca del lago, y a la muy estúpida se le dio por andar en bici sin manos en medio de la ruta para dar de frente contra un camión.
Todavía, mientras escucha el llanto monótono de la blonda, se lamenta de seguir creyendo en la consciencia después de la muerte, instancia sin la cual se habría ahorrado los disgustos más grandes de su vida.

De profundis
(Alien el octavo pasajero)
Después de desintegrar la mesa, el piso, el primer nivel, el subsuelo, la osamenta y el casco de la nave, la sangre que saltó del octópodo alienígena que el oficial Kane tenía adherido a su cara siguió socavando la estructura misma del relato. El monstruo siempre viene de lejos (y como vimos, lejos es profundo). Como Drácula llega de las profundidades carpatianas para atormentar la moral victoriana, o Hyde llega desde lo profundo de un doctor desdoblado, el Octavo Pasajero viene del espacio insondable para detener el latido de un manojo de terrícolas xenofílicos.
H.R. Giger sintió los pinceles derretirse en su mano como relojes de Dalí, y Ridley Scott terminó descubriendo un hueco en el fondillo de su jean. El humo es un poco verde y se evapora rápidamente.

Un juguete para niños
(Toy Story)
No es que se haya desayunado que no hay propósito para su existencia, es que ser peón de ajedrez en un tablero de damas le resulta insoportable. Quijotea ansioso su sueño de guardián espacial, pero ya es un sueño vacío, y el que se ha sentado a jugar trae dados en su mano.
Lightyear grita que deberían ser sesenta y cuatro baldosas y no un centenar y que con dados no se juega. Pero apenas alcanza a ver al homúnculo (qué Dios detrás de Dios) que tensiona el brazo hacia atrás con el dado en el puño, y lo suelta como látigo para (la Trama empieza) incrustarlo entre su ojo amoratado y su casco astronáutico.

Los rulos de Sarah Connor
(Terminator)
En los argumentos con viajes en el tiempo suelen encontrarse paradojas. Algunas más literarias, otras simplemente falaces. Sin embargo, tal vez toda falacia sea potencialmente literaria, conforme el ojo con que se lee. La mayoría de las veces, el viaje al pasado genera un bucle en el curso temporal (siempre entendido como espacio, como línea). Esto es porque nadie viaja al pasado solo para mirar, y mucho menos cuando uno es enviado a proteger a esta rubia de rulos que se supone que es la madre de nuestro líder revolucionario en el futuro. Algo me atrae de ella, no puedo decir qué es, pero es una pulsión enajenante. Ahora estoy acostado sobre su cuerpo abierto para dejar en el fondo de su útero mi pequeño aporte a la causa. Ya no sé quién me envió, ya no soy el que vino, porque será otro hijo y amigo de otro que soy y que no soy. Sea lo que sea aquello para lo que fui enviado, he desertado para quedarme entre los bucles amarillos de un tiempo que ya no volverá a fluir.

Quieres ser Pinocho
(Quieres ser John Malkovich)
Después de nueve años y medio de ser John Horatio Malkovich, el voyeurista psíquico Craig Schwartz volvió a su antiguo trabajo en el taller de Geppetto, donde se dedicó por otros nueve años más a ahuecar la testa cóncava de Pinocchio. Entre el frontal y los parietales del títere montó un loft en el que cumple su condena de por vida, junto a una rubia sin tetas y dos docenas de animalitos de granja.
Por momentos, su mirada se pierde en el espacio vacío, recordando con melancolía el escrúpulo y metodología de Malkovich para anudarse la corbata y afeitarse la cabeza, y entreconsciente, susurra el nombre de Maxine.

Loop
(Matrix)
Cada vez que Míster Anderson despierta, suena la bocina de un camión que, como dominó sonoro, despierta las voces de las demás bocinas de un embotellamiento. Parece que cada campanazo estuviera gritando ¡Despertáte! como si se tratara de un sueño dentro de un sueño dentro de otro. Míster Anderson desconoce los músculos de su abdomen porque nunca llega a sentir ese hambre con el que uno suele amanecer, aunque bien trabajados están ya que su única actividad (hace siglos quizás) es despertarse sobresaltado e incorporarse en la cama. Una y otra vez, como una serie interminable de ejercicios abdominales. Cuando cree ya estar despierto del todo, el sonido de las bocinas se vuelve líquido hasta parecer un eco proveniente de un sueño. Y no termina de acostumbrarse a ese bienestar, que ya está despertándose otra vez, como impulsado por un resorte, emergiendo a esta otra realidad en la que la bocina de un camión comienza el coro urbano.
De todas las versiones del Mesías, este era uno que quedó loopeado en ese terrible momento en que ya dejó de ser él, pero todavía no es del todo aquél.

Paradoja
(Volver al Futuro)
No seremos tan necios de pensar que el tiempo solo existe para el que monta un Delorean. Para la subjetividad de Marty, sus padres se transformaron, mágicamente en una exitosa pareja, gracias a su aporte de ochentoso cool. Pero nadie se pregunta qué fue de esos pobres mediocres y aburridos que conocimos al principio de la película. Pues bien, a ellos se los comió una ola blanca, un tzunami que venía remontando desde 30 años atrás, pulverizando todo lo que habían tocado el viajero del tiempo y su traje antiradiación. Sucede la implosión primero y la explosión después, retuerce metales y cristales, degrada las partículas y alterna protones con neutrones y electrones. Y después de ese tormentoso enroque existencial, queda el desencorvado George que porta su raqueta de tennis y pellizca el culo dulce de Lorraine.
Nada de angustia. Nadie llora a los verdaderos padres muertos.

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