Nadie estaba invitado, había que ser profundo, de verdad.
Salir del cuarto, salir del modelo, salir del mundo.Habia que girar como animal enloquecido, raspar los alambres hasta que ceda la montaña y la respuesta se aleje aun mas.
Yo regresaba,me arrodillaba ante mis organos,me daba de comer a mi mismo.
Los oídos apretaban como los dientes en un sueño cobarde.Me distinguí otra capa.otro escapé, otra rueda privilegiada.
El dibujo estaba encaprichado con que el horizonte tenga un fin certero.Estaba cansado de los portales abiertos,de los infinitos perezosos.
La certeza de que un diminuto insecto había franqueado los limites era algo que se transmutaba en pánico para el imperio de los dioses.
Nadie dudaba en arodillarse cuando era la sangre la que guiaba la ceremonia.
El lenguaje debió acelerar su proceso aun corriendo el riesgo de ser la primer victima de su propio embate.
Nadie se animo a quemar las hormigas y por eso, hoy, seguimos acá.
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