Una comunidad que apenas resplandeció en la madriguera y su horizonte neblinoso. No hay pasado común ni individual, no hay futuro colectivo: están puestos ahí para sobrevivir y morir. Pugnan identidad pasajera (doble y simbólica, con su correlato aquí afuera, donde el lector hace pie), y comunidad salvaje (duró lo que duró esa guerra y se esfumó). Guiados por el miedo, convertidos en sombras dentro de las sombras. Fantasmas reales, ecos en una grabación desgrabada. Fogwill construye así una leyenda fugaz, y simultáneamente moldea el propio Fogwill mítico, que nace al apagarse el fósforo azulado de sus pichiciegos.
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