La luz arrebataba de tus pechos, como látigos, muy dulces por cierto, las sombras más tiernas. La habitación respiraba de nosotras todo el humo del mundo, la humanidad entera, sabés. Pero, aún así, teníamos una paz compartida que se nos enredaba a la piel con cada abrazo, porque teníamos que abrazarnos con fuerza entonces, para no dejarnos nunca. Pero el tiempo tiene sus cosas, y nosotras también.
Hace tiempo que no venís por casa, dicen que te mudaste bien lejos, como para no verme ni por casualidad, y conociéndote, seguro que te fuiste más lejos de lo que cualquiera podría imaginar.
Esa noche jugamos a los pececitos, te hundiste en tu Pelopincho y entre la oscuridad de la noche, y luminosidad de la luna, asomaste húmeda, brillante. Para no dejarte sola en semejante escenario me desnudé, me acerqué al borde de la pileta y me hundí bien adentro, con las manos, el cuerpo, toda y también en partes, porque había que salir por un poco de aire. De tanto en tanto la boca la usábamos para respirar.
Desnuda, te fuiste apagando, enmudeciendo, desfigurando, pero era otro escenario, que de tan oscuro, hoy es indescriptible.
A tu Pelopincho, este año la arma tu hermano para tu sobrinita. Desde mi edificio, tu piletita es sólo un rectángulo celeste; ¿cómo nos veríamos desde acá, aquella noche, seríamos formas azules oscuras, moviéndose, brillando, frenéticas?
Yo no sé a quien le vendí el disco ese que escuchábamos seguido, tampoco sé por qué lo vendí. Era de Sublime y no practicamos santería, no porque no supiéramos sino por falta de tiempo, es que el amor es algo muy intenso.
Me sorprende que después de tanto juego una de las dos se borre del mapa. Para aplacar la sed de la otra, qué queda.
Es verano, el ventilador gira con un ruido infernal, casi no puedo/no quiero dormir. Sobra el cemento de la calle, los mosquitos también, sudo, brillo. Estoy mojada de recordar y de tanto calor, Buenos Aires es cruel en verano, ante mi pobreza lo es, por suerte hay una brisita que me corta la respiración y sigue. Una ducha fría.
Estoy sola bajo la lluvia, la luna asoma por la ventanita del baño, puedo verla recortada por la mitad, abajo algo pareciera chapotear, el ruido viene de tu pileta. Salgo desnuda toda mojada y no hay nadie, sólo una pelotita que cayó y ahora se mueve con el viento.

4 comentarios:

david rojas dijo...

Que bien que volcas al papel esa melancolía que con los años traen los veranos: y la angustía del final, cuando ella, desnuda y mojada, se lleva tal desilusión.

mL dijo...

me gustó mucho.

Anónimo dijo...

Que lindo leer esto.
Buenos Aires es cruel en verano.
Sobra el cemento de la calle, los mosquitos también.
Encantadoramente genial.

Nadia Sol dijo...

Gracias chicxs!

(llueve, está fresquita la madrugada)

Un abrazo grande!

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