Una luminosidad recorrió todos y cada uno de los rostros del único
nido que sobrevivió a la limpieza. Era una multitud callada y agobiada,
que sólo abría la boca para rezarle al único verdugo de la tierra.
Yo no fui alcanzado por ningún tipo de luz. No asistí al reparto, nunca
creí en las ofrendas multitudinarias.
Mi cuerpo dormía. La conciencia seguía intentando inútilmente resolver
la cuestión que a mí me dislocaba, ¿estaba vivo realmente? Enseguida, una
cuestión aún más aguda me sacudió de una manera que jamás podré
explicar, despertándome por completo. ¿Qué significaba estar vivo? Miré
al cielo y sentí un gran escalofrío, estaba a punto de colapsar. Tomé una
gran bocanada de aire siguiendo completamente su recorrido.
Inesperadamente el malestar se había desvanecido, y me volví a dormir.

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