Prólogo a su novela El hombre que camina, por Ricardo Rochero.


La novela El hombre que camina puede ser tan auténtica o tan apócrifa como lo pretenda el lector, lo que sí resulta innegable –y una confidencia ocasional me permitió corroborarlo- es la honestidad intelectual desde la que ha sido escrita. El relato está manejado por el clásico narrador en tercera persona, que en la parte final hace su aparición como personaje, cuya palabra se intercala con los textos que escribe Joaquín en su bitácora en donde vuelca todas sus angustias en forma de reflexiones y poemas, lo que conforma no solo un preciso dibujo de su alma sino también una cabal expresión de su ideología. Estos mismos textos, esta vez agrupados en sentido inverso, vuelven a desplegarse ante los ojos del lector y, aunque idénticos en su contenido, ya no poseen las mismas resonancias que antes, cuando se yuxtaponían con los avatares de la historia lo cual demostraría, si tal cosa fuese necesaria, que el sentido de lo que se dice o escribe está íntimamente ligado al tiempo, al espacio y a las circunstancias tanto en la literatura como en la vida, lo que en este caso viene a ser más o menos lo mismo.La tarea no siempre será sencilla y seguramente llevará al lector curioso a efectuar más de una investigación colateral lo que no hará sino acrecentar el placer de la lectura, y esto lo digo como lector curioso que soy.Involucrarnos con una historia, desentrañar su médula, encontrar en ella significados que acaso ni siquiera el autor pretendió, al menos conscientemente, elaborar representa una genuina forma de desafío y me parece que en esta época, pródiga en falsos desafíos, no está nada mal aceptar el que nos propone Javier desde su obra.
[ contacto y asuntos de ese tipo:
El mini-proust propiamente dicho:




¿Cuál es el defecto propio que deplora más?
La conciencia de la tragedia humana.

¿Cuál es el defecto que deplora más en otros?
La falsa modestia.

¿Cuál es habitualmente su estado mental?
Esquizofrenia almibarada por la normalización lograda en más de 20 años de escolarización.

¿Cómo le gustaría morir?
De golpe.

Si después de muerto debe volver a la Tierra, ¿convertido en qué persona o cosa usted regresaría?
Pajarito, de esos que cantan en los árboles a la madrugada.

¿Cuál es su mayor extravagancia?
Mi D.N.I.

¿En qué ocasiones miente?
Nunca miento, salvo cuando lleno un cuestionario y cuando hablo de mí.

¿Qué persona viva le inspira más desprecio?
Alfredo Astiz.

¿A qué persona viva admira?
A mis hermanos.

¿Cuál es su idea de la felicidad perfecta?
Que no nos falte ni Nada.

¿Cuál es su mayor miedo?
No llegar vivo a la muerte.

¿Cuál es la virtud más sobrevalorada socialmente?
El trabajo.

¿Qué talento desearía tener?
Tocar la guitarra y que salga música.

¿Cuándo y dónde ha sido más feliz?
En Bariloche, el 17 de Octubre de 1994.

¿Cuál es su posesión más atesorada?
Los recuerdos sensoriales.

¿Cuál es para usted la manifestación más clara de la miseria?
Gente comiendo de la basura y durmiendo en la calle, dado que en este país se producen bienes y servicios para 75 millones de personas y vivimos unos 50 millones de gentes, ¿no?

¿Cuál es su pasatiempo favorito?
El ocio sin culpa.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en una mujer?
La coherencia.

¿Cuál es la cualidad que usted aprecia más en un hombre?
La coherencia.

¿Cuál es su héroe de ficción favorito?
Sandokan, El Tigre de Mompracem.

¿Qué escritores prefiere?
Gonzalo Arango y los Nadaistas Colombianos
o Tomás Astelarra
o Fernando Bonsembiante
o Xoana Velez en poesía
o Cortazar
o Eros Ronat
o los que no conozco, siempre.


Prefiero leer autores independientes.

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