Comienzo a escuchar los gemidos. Van en aumento.
* * *
Todavía recostado en mi cama intentando descansar, intentando dormir para mañana; sin conseguirlo de ningún modo, es casi imposible. A falta de sueño agudizo mis sentidos; las ropas comienzan a molestarme, me raspan, me molestan y casi pensaría que me está lastimando.Pruebo sacarme los pantalones, tal vez dormir en ropa interior me alivie. Intento de nuevo, pero no consigo conciliar el sueño. Cambio de posición y pruebo boca abajo, pero la cena de esa noche me da vueltas en el estomago porque no había conseguido hacer la digestión antes de acostarme. Vuelvo a probar de costado, pero ahora con la cabeza debajo de la almohada. Cruzo las piernas. Pero todo parece inútil para conseguir dormir solo unas horas.
La vigilia parece empeñada en seguir reteniéndome y ya no se como resistirme.
Mis sentidos están más sensibles. Y ahora es cuando comienzo a escuchar los gemidos que vienen de la otra habitación. Van en aumento. Parecen una respiración dual que va en continuo uno con el otro; pero en un momento adecuado comienzan a disminuir. Mi morbosidad se empeña por agudizar mas y mas los oídos para poder retener el sonido, los gemidos van el un aumento prolongado y luego, en un momento adecuado; disminuyen al unísono y vuelven a comenzar con mayor intensidad. Los latidos de mi corazón crecen sin ninguna razón; la presión arterial aumento y por ende me acaloro. Al principio creí que era un viento amplio que venia de afuera, pero mi conciencia racional no permitió que me siguiera mintiendo. Venían de la otra habitación sin ninguna duda.
Ahora no solo eran los gemidos, sino el golpe del respaldo contra la pared tan bien pintada y delicada, tal cual la recuerdo en ese momento. Escucho el golpe, los gemidos, el descenso y el aumento nuevamente con mayor pasión morbosa. No paro de escuchar y de imaginar lo inmundo que es ese amor. Esa pasión asquerosa. Y yo ahí, recostado, intentando dormir. Yo también lo había hecho, pero no así. No de ese modo tan inmundo; no de ese modo que termina pareciendo de película.
Arriba, abajo, de costado, en cuatro. Mi imaginación más que morbosa no para de acaudalar esos sonidos para reproducirlos a mi cuidado. Yo no quisiera oírlos, pero están ahí, se escuchan. No tengo modo de evitarlo, salvo que salga corriendo y gritando para que cesen. Pero de ese modo se darían cuenta de que sabia lo que estaba pasando y esa no era la intención. Hasta pensé en levantarme a vomitar y así tratar de despistarlos, pero no me anime. Sigo declinando mis oídos para que se vuelvan más sensibles y puedan penetrarse mejor los sonidos.
La transpiración la siento en mi cuerpo; no la mía, la de ellos. Soy yo el que se siente sucio por ellos. El sudor de los dos pegándose a los cuerpos y siendo yo el tercero quien recibe la mugre y el residuo por los oídos que contaminan todo mi cuerpo hasta llegar a mi cabeza. Además de los gemidos y del ruido ahora se suma el crujir de la cama por el cambio de posición. Entonces son los gemidos, el golpe del respaldo contra la pared y aquel ultimo elemento nuevo; todos juntos. Y yo, recibiendo la suciedad de esos cuerpos. El éxtasis de ellos parece infinito. En ese momento no recordé que alguna vez a mi me haya durado tanto. Lo había hecho, si, pero no así. Me había cuidado de que nadie me escuchara.
Yo ahí, tendido en esa cama, intentando dormir y recibiendo esos sonidos de lo que mas puede parecerse al placer; es absurdo que este ahí pero tenia que estar por lo menos por esa noche y lograr dormir algunas horas.
* * *
El orgasmo parece haber golpeado esos cuerpos para dar final a tan terrible estallido. Pero mi cuerpo término siendo el depósito de todo ese sudor salado, mezclado con los fluidos de ambos cuerpos; que ahora se dan vuelta para seguir cada uno con su basura.
Por fin me levanto a vomitar toda esa roña que se había acumulado dentro de mi cuerpo. Pero los sonidos ya habían terminado.
0
comentarios
| un poco más de
Leandro,
narrativa
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario